En la década de los 90, Wall Street estaba lleno de excesos: dinero, drogas, poder. Y en medio de todo ese caos y desenfreno, surgió un nombre que encarnó a la perfección el frenesí financiero de la época: Jordan Belfort. Apodado como “El Lobo de Wall Street”, se hizo famoso por ser uno de los mayores estafadores de la bolsa estadounidense. A través de su firma de corretaje Stratton Oakmont, defraudó a miles de inversionistas en un esquema que acabaría costando más de 100 millones de dólares. Su vida fue una montaña rusa de lujos, fiestas descontroladas, drogas y traiciones que finalmente lo llevaron a la cárcel.
Antes de ser conocido como el “Lobo”, este corredor de bolsa era simplemente un joven con una ambición desmedida. Creció en Queens, Nueva York, en el seno de una familia judía de clase media. A pesar de sus modestos orígenes, su intuición para los negocios fue evidente desde joven: vendía helados italianos en la playa y lograba hacer 20.000 dólares al año en su adolescencia.
Pero detrás de este espíritu emprendedor se escondía un apetito voraz por el dinero que más tarde lo llevaría a convertirse en una de las figuras más infames de la bolsa.
Su historia de ascenso, caída y eventual redención fue plasmada en la película de Martin Scorsese “El Lobo de Wall Street”, protagonizada por Leonardo DiCaprio en 2013. Pero, ¿quién fue realmente Jordan Belfort? ¿Qué lo llevó a convertirse en el arquetipo del corrupto financiero? Aquí desglosamos la vida del hombre que se convirtió en una leyenda y luego en un ejemplo de lo que no se debe hacer.
Un ascenso meteórico y la creación de Stratton Oakmont
La historia de Belfort en Wall Street comenzó de forma humilde. Tras graduarse en biología en la American University y abandonar su sueño de ser dentista después de una desalentadora bienvenida en la Universidad de Maryland, empezó vendiendo carne y mariscos de puerta en puerta. El negocio fracasó y, a los 25 años, tuvo que declararse en bancarrota.
Pero el fracaso no lo detuvo. Un amigo de la familia le consiguió un puesto de aprendiz de corredor de bolsa en L.F. Rothschild, y fue ahí donde empezó a ver el potencial de las inversiones y a desarrollar un interés insaciable por el dinero.
El gran golpe llegó en 1987, cuando conoció a Danny Porush y juntos fundaron Stratton Oakmont, una firma que definiría una era de fraudes y escándalos. La compañía comenzó como una correduría de “penny stocks”, acciones de bajo valor de empresas pequeñas. Sin embargo, rápidamente se convirtió en un esquema de “pump and dump”, donde inflaban artificialmente el valor de las acciones para luego venderlas a precios altos, dejando a los inversionistas con enormes pérdidas.
El dinero fluía sin freno, y Stratton Oakmont creció a un ritmo vertiginoso. Llegó a emplear más de mil corredores y a tener un valor de más de 1,000 millones de dólares en acciones. Pero Stratton Oakmont no solo era conocida por su negocio fraudulento, sino también por su cultura de excesos. La firma se convirtió en una máquina de fiestas descontroladas, llenas de drogas, prostitución y lujo desenfrenado, algo que la película de Scorsese reflejó a la perfección.
Relaciones turbulentas y excesos sin control
La vida personal de Jordan Belfort se entrelazó con su vida profesional. Durante los primeros años de Stratton Oakmont, estuvo casado con su primera esposa, Denise Lombardo. Sin embargo, la relación se fue desmoronando con su rápido ascenso financiero y los excesos que comenzaron a consumirlo. Fue durante una de sus opulentas fiestas en los Hamptons donde conoció a Nadine Caridi, una joven modelo británica que rápidamente se convirtió en su nueva obsesión.
“Cuando conocí a Jordan, era el epítome de la excesiva vida de Wall Street”, escribió Caridi para Newsweek. Eventualmente, Belfort dejó a Lombardo y se casó con Caridi en 1991, en una boda que reflejaba la extravagancia que caracterizaba su estilo de vida. A Caridi la apodaban la “Duquesa de Bay Ridge”, y la pareja vivió un torbellino de lujos, yates, joyas y un abuso constante de sustancias.
Pero, como todo imperio construido sobre una base frágil, el reino de Belfort comenzó a tambalearse. Sus hábitos de abuso de drogas y alcohol, junto con su tendencia a engañar y traicionar, deterioraron su matrimonio. A esto se sumaron las crecientes investigaciones de la Asociación Nacional de Distribuidores de Valores (NASD) y del FBI que seguían de cerca los movimientos de Stratton Oakmont.
La caída del imperio y la traición
En 1996, la NASD finalmente expulsó a Stratton Oakmont, cerrando oficialmente el negocio. Tres años después, en 1999, Belfort fue acusado de fraude de valores y lavado de dinero. Para reducir su condena, optó por convertirse en informante, delatando a muchos de sus socios y colaboradores. Aunque fue condenado a cuatro años de prisión, solo cumplió 22 meses.
Durante su tiempo en prisión, Belfort conoció al actor y comediante Tommy Chong, quien lo inspiró a escribir sus memorias. Estas memorias se convirtieron en el libro “The Wolf of Wall Street”, que luego fue adaptado al cine. Tras salir de la cárcel, Belfort intentó reencaminar su vida como conferencista motivacional y consultor de negocios, aunque su nombre seguía asociado con el escándalo y la corrupción.
A día de hoy, Belfort asegura haber cambiado su vida, pagando más de USD 15 millones en restitución a las víctimas de su fraude. Pero esta cantidad es solo una fracción de los más de USD100 millones que él y sus socios defraudaron a los inversionistas. Aunque muchos se muestran escépticos sobre su redención, Belfort ha sabido capitalizar su fama, siendo una figura controversial y, al mismo tiempo, admirada por su capacidad para reinventarse.
La historia de Jordan Belfort es una muestra del lado oscuro del éxito, de cómo la avaricia y el deseo de más pueden llevar a la caída. “El Lobo de Wall Street” sigue siendo un personaje fascinante, tanto para quienes lo ven como un ejemplo a evitar, como para aquellos que lo admiran por su astucia y habilidad para levantarse de sus propias cenizas.