El 19 de marzo de 2024, en la tranquila comunidad de Brandon, Mississippi, un crimen conmocionó a la población local. Carly Gregg, una adolescente de 14 años, fue acusada de asesinar a su madre con un disparo en la cara, Ashley Smylie, y de intentar matar a su padrastro, Heath Smylie, en un ataque premeditado que dejó a todos perplejos.
El caso, debido a la brutalidad de los hechos y la corta edad de la acusada, ha generado un intenso debate público, especialmente por la decisión de juzgarla como adulta. La joven, ahora de 15 años, enfrenta una posible condena a cadena perpetua tras ser declarada culpable de asesinato en primer grado, intento de asesinato y manipulación de pruebas el viernes 20 de septiembre, según el medio Law and Crime.
Durante el juicio, la defensa de Gregg intentó probar que la adolescente no estaba en control de sus acciones debido a problemas de salud mental. Alegaron que había comenzado a tomar el medicamento Lexapro, un tratamiento para la ansiedad y la depresión, solo una semana antes del asesinato, lo que, según sus abogados, la habría sumido en un episodio de psicosis. La defensa también argumentó que la joven tenía antecedentes de autolesiones y problemas psicológicos hereditarios, lo que había empeorado su estado mental.
Sin embargo, los fiscales rechazaron esta defensa, afirmando que Gregg sabía distinguir entre el bien y el mal. Señalaron que su comportamiento durante el crimen mostraba una planificación calculada. También subrayaron que, tras disparar a su madre, la joven actuó con frialdad, utilizando el teléfono de la víctima y enviando un mensaje de texto engañoso a su padrastro para emboscarlo.
La evidencia inquietante y el comportamiento de Gregg
Las pruebas presentadas en el juicio mostraron un video de seguridad en el que se veía a Carly Gregg caminando por la casa con un arma oculta, justo antes de entrar en la habitación donde se encontraba su madre. Minutos después, se escucharon los disparos. En lugar de huir o entrar en pánico, la adolescente se sentó tranquilamente en la cocina, mientras sus perros deambulaban por la casa, y comenzó a enviar mensajes de texto.
Además, una amiga cercana de la joven testificó que la había invitado a la escena del crimen y le había preguntado, de manera perturbadora, si alguna vez había visto un cadáver. Su comportamiento en la corte también fue objeto de atención, ya que en varios momentos fue captada riéndose mientras se leían los cargos en su contra. Estas acciones reforzaron la postura de los fiscales de que Gregg había actuado con plena conciencia de sus actos y con la intención de matar.
El estado mental y su medicación
Según la defensa, el uso reciente de medicamentos, combinado con el estrés emocional, había provocado que la adolescente entrara en un estado de psicosis aguda el día del crimen. Se mencionaron antecedentes familiares de enfermedades mentales, lo que, según la defensa, aumentaba la vulnerabilidad de Gregg a episodios psicóticos. Sin embargo, la acusación refutó estas afirmaciones, asegurando que, a pesar de los problemas de salud mental de la joven, las pruebas demostraban que ella era consciente de sus acciones y sabía que lo que hacía estaba mal.
Sentencia: ¿Cadena perpetua o rehabilitación?
Tras el veredicto de culpabilidad, el caso entró en la fase de sentencia. Los fiscales solicitaron la máxima pena posible: cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional, argumentando que Gregg representaba un peligro para la sociedad. A pesar de ser menor de edad, su frialdad y su aparente falta de arrepentimiento justificaban una condena severa, según la parte acusadora.
Por su parte, la defensa abogó por una sentencia más leve, sugiriendo que la adolescente, como una joven con serios problemas de salud mental, podría rehabilitarse con el tiempo. Alegaron que imponerle una cadena perpetua no solo sería excesivo, sino que también agravaría los traumas familiares, ya que Gregg podría mejorar con el tratamiento adecuado y eventualmente reintegrarse a la sociedad. La decisión final queda ahora en manos del juez, quien debe equilibrar las circunstancias extremas del caso con la posibilidad de redención de una adolescente.
Impacto en la opinión pública
El caso de Carly Gregg ha generado un gran impacto en la opinión pública de Mississippi y más allá. La brutalidad del crimen y la juventud de la acusada han puesto sobre la mesa el debate en torno al tratamiento de menores con problemas de salud mental en el sistema legal. Mientras algunos argumentan que Gregg es un peligro para la sociedad y debe ser castigada con severidad, otros creen que su edad y su estado mental justifican un enfoque más compasivo.
Este caso ha abierto una discusión más amplia sobre la responsabilidad penal de los adolescentes y cómo el sistema debe abordar situaciones donde convergen la enfermedad mental y la violencia extrema.