Peyton Saintignan desapareció en la oscuridad de la noche, mientras dejaba atrás su casa en Luisiana, Estados Unidos. La niña de 10 años había sido vista por última vez el sábado 14 de septiembre, antes de irse a dormir, como cualquier otra noche.
Al amanecer, el vacío de su habitación se convirtió en alarma. Sus padres recorrieron la casa con la urgencia desesperada. No estaba. La última imagen que se tenía de ella era el pijama azul de Frozen (la película animada de Disney) que vestía al acostarse. Sin nada más que lo puesto cuando se fue a la cama.
Para el domingo por la mañana, las autoridades ya habían sido notificadas. La Oficina del Sheriff de la Parroquia de Webster comenzó una operación de búsqueda, encabezada por Jason Parker, quien se enfrentaba a la fría certeza de que cada hora contaba. El tiempo avanzaba, y con él, el temor a lo que pudiera sucederle a una niña en los densos bosques que rodeaban su hogar.
“Nuestra oficina fue notificada de que Peyton estaba desaparecida. La familia y los vecinos ya llevaban buscándola aproximadamente una hora”, aseguró Parker al medio estadounidense Good Morning America.
Rescate con tecnología y ayuda de la comunidad
La búsqueda de la pequeña pronto trascendió las fronteras locales. Mientras las horas se acumulaban, los esfuerzos por encontrarla se intensificaron con la incorporación de tecnología avanzada. Desde Arkansas, la empresa Drone Management Services LLC ofreció su ayuda: drones equipados con cámaras térmicas.
Estos dispositivos eran capaces de captar el más leve indicio de calor en la oscuridad del bosque, una herramienta clave cuando cada pista parecía disolverse entre los árboles.
Al caer la noche del domingo 15 de septiembre, más de 24 horas después de su desaparición, los drones tomaron el cielo. Josh Klober, Matt Ramos y Micah Carter, expertos en el manejo de esta tecnología, instalaron su equipo con precisión, sabiendo que la diferencia entre encontrarla o no, podía depender de un detalle imperceptible.
En una pantalla, comenzaron a aparecer imágenes en blanco y negro, formas difusas que revelaban lo que el ojo humano no podía ver. Y ahí, acurrucada en el suelo, a 2,4 kilómetros de su casa, Peyton fue localizada. “Estaba dormida cuando la encontramos. La hemos revisado por EMS y está bien, de vuelta en casa y hambrienta”, aseguró Parker, según un comunicado de su oficina.
Pero los drones no trabajaban solos. Desde la mañana del domingo, cientos de voluntarios se habían unido a la búsqueda. Vecinos, amigos y agencias policiales de todo el estado respondieron al llamado. “Yo diría que había al menos 200 personas en el lugar de los hechos”, aseguró Parker al medio de Estados Unidos Louisiana Radio Network.
Los departamentos de policía y bomberos, junto con la policía estatal de Luisiana y el Departamento de Vida Silvestre y Pesca, rastrearon el área palmo a palmo, atentos a cualquier rastro de la niña. Las plegarias se multiplicaban al mismo ritmo que los pasos de quienes, incansables, se adentraban en el denso bosque.
“Aparte de algunas picaduras de mosquitos, estaba perfecta. Es un verdadero milagro que no haya sufrido daño alguno”, dijo Parker a Good Morning America.
Un pasado que advirtió
La explicación detrás de la desaparición de la pequeña Peyton tenía un origen inquietante pero familiar para su familia: el sonambulismo. Según relataron sus padres a las autoridades, la niña ya había caminado dormida en ocasiones anteriores, pero nunca había llegado tan lejos. Esa noche, en un acto inconsciente, Peyton salió de su casa y se adentró en el bosque.
Para la niña, las horas pasaron sin consciencia del peligro. Mientras las autoridades y voluntarios la buscaban desesperadamente, ella vagaba sin dirección, ajena a la magnitud del suceso.
Sin agua, sin comida, sin protección, la niña continuó su camino hasta que, agotada, se detuvo y se acurrucó en el suelo del bosque. Luego, por más que escuchó algunos movimientos, decidió quedarse quieta porque tenía miedo. Pero todo quedó en un gran susto.