En la bullicioso Manhattan de los años 90, la arqueóloga Sherrill Wilson estaba en una búsqueda inusual: encontrar un espacio para un laboratorio en el World Trade Center. Su objetivo no era pequeño, ya que debía albergar una vasta colección de objetos que narraban cuatro siglos de la historia de Nueva York. En su rol como jefa de información pública del proyecto del cementerio africano, Wilson estaba inmersa en la preservación y el estudio de estos valiosos hallazgos arqueológicos, que incluían tanto artefactos del período colonial como objetos de las clases trabajadoras del siglo XIX. En 1992, un gerente de oficina le sugirió que usara el piso 67 de la Torre Norte para su laboratorio, pero ella se negó.
Aquel edificio que representaba uno de los símbolos de modernidad de la ciudad estaba también vinculado a la preservación de su pasado más profundo. Los sótanos del Six World Trade, un edificio cercano, se convirtieron en el centro de operaciones de Wilson y su equipo. Allí se almacenaban miles de artefactos, algunos de los cuales narraban historias de los primeros inmigrantes y de personas esclavizadas que contribuyeron a la construcción de la ciudad. Con una historia que abarcaba desde las comunidades africanas esclavizadas hasta los barrios de inmigrantes como Five Points, este espacio en el World Trade Center fue un testimonio de la evolución cultural y social de Nueva York.
El descubrimiento y análisis del Cementerio Africano
El hallazgo del cementerio africano en 1991 fue un momento decisivo para comprender la historia oculta de la esclavitud en Nueva York. Durante las excavaciones para construir un edificio federal cerca del ayuntamiento, los trabajadores desenterraron los restos de más de 15.000 africanos libres y esclavizados enterrados en un pequeño terreno en el bajo Manhattan. Este cementerio, que estuvo en uso desde el siglo XVII hasta el XVIII, reveló la existencia de una gran comunidad africana mucho antes de lo que la mayoría imaginaba. A diferencia de la creencia popular que situaba la migración afroamericana en Nueva York tras la Guerra Civil, estos descubrimientos sacaron a la luz la brutal realidad de la esclavitud en la ciudad desde sus primeros días coloniales.
Los restos hallados en este cementerio contaban una historia desgarradora. Los esqueletos mostraban señales de trabajo duro y peligroso: fracturas óseas y lesiones provocadas por cargas pesadas indicaban las precarias condiciones de vida de los esclavizados. Los estudios demostraron que la esperanza de vida media era de solo 24 a 26 años. Además, se descubrió que las tradiciones culturales africanas, como los dientes afilados y las joyas ornamentadas, habían desaparecido en solo una generación.
El laboratorio de Sherrill Wilson, ubicado en el sótano del Six World Trade, fue el lugar donde estos restos humanos y artefactos fueron analizados y documentados. La arqueóloga y su equipo trabajaron meticulosamente para procesar cada muestra, fragmento de ataúd y restos humanos, antes de enviarlos a la Universidad Howard en Washington D.C., donde continuarían los estudios. Este proyecto no solo cambió la narrativa histórica de Nueva York, sino que también ofreció una nueva comprensión de la vida de los africanos esclavizados y libres que construyeron la ciudad.
El barrio de Five Points: El corazón de la clase trabajadora
En 1991, mientras el cementerio africano salía a la luz, otro descubrimiento arqueológico cambiaba la comprensión de la historia de Nueva York: los restos del barrio de Five Points. Durante las excavaciones en un estacionamiento donde se planeaba construir un juzgado federal, los arqueólogos desenterraron uno de los barrios más densamente poblados y notoriamente marginados del Manhattan del siglo XIX. Este barrio, que albergaba a inmigrantes irlandeses, alemanes y judíos, fue descrito en su tiempo como un “nido de víboras”, un lugar asociado con la criminalidad, la violencia y la pobreza extrema.
Sin embargo, lo que los arqueólogos encontraron en Five Points ofreció una imagen mucho más compleja. Entre los escombros del vecindario, se desenterraron más de 850.000 artefactos, desde botellas de refresco hasta juegos de té, dedales y peines ornamentales. Estos objetos cotidianos contaban una historia diferente, una historia de familias trabajadoras que, a pesar de sus difíciles circunstancias, intentaban mejorar sus vidas y salir de la pobreza. Se hallaron también juguetes para niños y utensilios que mostraban que, aunque estos residentes eran vistos como criminales o indeseables, compartían las mismas aspiraciones que cualquier otra familia de clase media.
El análisis de estos artefactos estuvo a cargo del equipo de la arqueóloga Rebecca Yamin, quien dirigió el proyecto en Six World Trade, el mismo edificio que albergaba el laboratorio de Wilson. Los objetos fueron catalogados y preparados para futuras exposiciones que contarían la verdadera historia de este barrio, desafiando los estereotipos que prevalecieron en los relatos históricos de la época.
A través de estos hallazgos, Five Points emergió como un ejemplo del espíritu de lucha de las clases trabajadoras inmigrantes, cuya contribución fue crucial para el crecimiento de Nueva York como ciudad global.
El impacto de los atentados del 11 de septiembre en el legado arqueológico
La mañana del 11 de septiembre de 2001, el derrumbe de las Torres Gemelas no solo cobró la vida de 2.996 personas, sino que también destruyó una parte significativa del patrimonio histórico de Nueva York. Entre los edificios arrasados por los escombros estaba el Six World Trade, que albergaba miles de artefactos arqueológicos en su sótano. Los objetos pertenecían a dos de los proyectos más importantes para la historia de la ciudad: el cementerio africano y el barrio de Five Points. Esta pérdida no fue solo física, sino también simbólica, ya que representaba un golpe a la memoria cultural de la ciudad.
Entre los artefactos destruidos estaban muchos de los objetos cotidianos recuperados de Five Points, que habían sido almacenados a la espera de ser exhibidos en el Museo Seaport. Rebecca Yamin, la arqueóloga a cargo del proyecto, se resignó a la pérdida de los más de 850.000 objetos que su equipo había catalogado con tanto cuidado. Aunque los registros en papel de los artefactos fueron rescatados, las piezas en sí desaparecieron bajo los escombros. Para Yamin, la tragedia humana del 11 de septiembre eclipsaba cualquier pérdida material, pero no dejaba de ser un duro golpe para la comprensión histórica de la ciudad.
En medio de la devastación, hubo también un rayo de esperanza. Un mes después de los atentados, los equipos de rescate que trabajaban en los restos del Six World Trade lograron recuperar casi intacta la colección del cementerio africano, que estaba almacenada en alrededor de 100 cajas. Estos objetos, que incluían muestras de suelo, fragmentos de ataúdes y otros artefactos, fueron enviados a la Universidad Howard para continuar con su análisis. Aunque gran parte del legado arqueológico se perdió, la preservación de estos artefactos permitió que la historia de los africanos esclavizados y libres enterrados en el cementerio pudiera seguir siendo contada.
La tragedia del 11 de septiembre no solo destruyó vidas y edificios, sino que también puso en peligro los esfuerzos por preservar el pasado de Nueva York. Sin embargo, el rescate de algunos de estos valiosos tesoros arqueológicos fue un pequeño triunfo en medio del desastre.
Restos preservados y su importancia cultural
A pesar de la devastación causada por los atentados del 11 de septiembre, algunos artefactos claves lograron escapar de la destrucción, preservando fragmentos vitales de la historia de Nueva York. Entre los más destacados se encuentran 18 objetos prestados por el laboratorio de Rebecca Yamin a la Archidiócesis de Nueva York para una exposición sobre la historia de la inmigración irlandesa en la ciudad. Estos artefactos, que incluían canicas, pipas de tabaco finamente talladas y una valiosa taza de té decorada con la imagen del padre Matthew, un sacerdote irlandés defensor de la templanza, lograron sobrevivir porque fueron enviados al Museo Seaport antes del 11 de septiembre. Hoy, estos objetos se exhiben en el Museo de la Ciudad de Nueva York, donde continúan contando la historia de la vida cotidiana en el barrio de Five Points.
Esta “colección sobreviviente” es un testimonio del valor de la arqueología urbana, que permite dar voz a las historias de los sectores más marginados de la sociedad, en este caso, las clases trabajadoras inmigrantes. Aunque gran parte de los artefactos de Five Points se perdió para siempre, estos 18 objetos que sobrevivieron permiten a los historiadores y al público reflexionar sobre la vida y las luchas de los primeros inmigrantes que llegaron a Nueva York.
El explorador de National Geographic, Carter Clinton, continúa examinando las muestras encontradas en las cajas del cementerio africano con la esperanza de extraer información valiosa sobre el microbioma humano de las personas enterradas hace casi 400 años. Este análisis podría arrojar luz sobre la dieta, el entorno y las enfermedades que padecían los africanos esclavizados y libres en Nueva York, lo que añade una nueva dimensión al conocimiento sobre su vida y condiciones.
La preservación de estos artefactos no solo ofrece una conexión con el pasado, sino que también simboliza la resistencia de la memoria histórica frente a la tragedia. Para muchos, estos objetos representan una oportunidad de seguir explorando las raíces de la ciudad y de las comunidades que la construyeron, asegurando que sus historias continúen siendo contadas a las generaciones futuras.
El impacto del 11 de septiembre en la historia y la memoria
La destrucción de los edificios del World Trade Center el 11 de septiembre de 2001 no solo representó una pérdida humana irreparable, sino también un golpe devastador a la memoria cultural e histórica de Nueva York. En cuestión de horas, el colapso de las torres y de edificios cercanos, como el Six World Trade, destruyó miles de artefactos históricos que contaban la historia de la ciudad desde sus raíces coloniales hasta su transformación en una metrópoli global. Estos objetos, algunos de los cuales representaban la vida de africanos esclavizados y de inmigrantes de clase trabajadora, se perdieron en los escombros junto con archivos invaluables de figuras como Helen Keller y obras de arte de Picasso y Rodin.
Aunque el impacto humano del 11 de septiembre eclipsa cualquier otra tragedia, para los arqueólogos e historiadores, la pérdida de estos artefactos significó también una pérdida de identidad y comprensión histórica. Los objetos que fueron destruidos no eran simplemente curiosidades arqueológicas, sino piezas fundamentales para reconstruir la historia de los que no suelen aparecer en los libros: los africanos esclavizados, los inmigrantes y las clases trabajadoras que ayudaron a construir Nueva York. Según la arqueóloga Rebecca Yamin, la pérdida de estos objetos profundizó la tragedia cultural, al eliminar una parte vital de la narrativa de la ciudad. “La pérdida del recuerdo del pasado siempre es una tragedia”, reflexionó, subrayando que, aunque no comparable a la pérdida de vidas humanas, era una “pérdida de conocimiento sobre “quiénes somos y de dónde venimos.
Sin embargo, no toda la historia fue borrada. La recuperación parcial de algunos artefactos del cementerio africano y la conservación de una selección de objetos de Five Points ofrecen una oportunidad para seguir explorando el pasado de la ciudad. Además, el 11 de septiembre impulsó un renovado esfuerzo por documentar y preservar los recuerdos de aquellos que vivieron la tragedia. Los museos de la ciudad, como el Museo de la Ciudad de Nueva York, pronto se vieron inundados con objetos donados por ciudadanos comunes, ansiosos por que sus experiencias fueran documentadas y conservadas para las generaciones futuras.
En la actualidad, estos artefactos nuevos y viejos se encuentran separados solo por un pasillo en el museo. En una sala, los objetos de Five Points muestran la vida de los inmigrantes que formaron los cimientos de Nueva York. En la otra, los restos del 11 de septiembre capturan un momento de crisis y heroísmo que define el siglo XXI. Juntos, estos artefactos narran una historia más amplia de una ciudad que ha sido moldeada por la tragedia y la resistencia, y que sigue encontrando nuevas formas de reconstruirse y recordar su pasado.