La construcción de autopistas más amplias en Estados Unidos ha generado una controversia significativa, con departamentos de transporte de estados como Massachusetts y California impulsando proyectos de expansión en sus redes viales. Sin embargo, estas expansiones no están exentas de críticas, ya que la relación entre autopistas más anchas y la reducción del tráfico es objeto de debate.
Desde Massachusetts hasta California, estas iniciativas han sido promovidas bajo la premisa de que disminuirán la congestión vehicular y, como consecuencia, reducirán las emisiones de gases de efecto invernadero. A pesar de esto, numerosos estudios y expertos han cuestionado esta lógica, argumentando que, en realidad, estas medidas podrían agravar el problema en vez de solucionarlo.
La lógica detrás de la expansión
Un informe reciente del Departamento de Transporte de Texas (TxDOT) sostiene que la ampliación de carreteras es una estrategia viable para reducir las emisiones de CO2. La justificación presentada es que la incorporación de carriles adicionales reducirá el tiempo de inactividad de los vehículos, minimizando las demoras y, por ende, las emisiones derivadas del tráfico. Esta idea también ha sido respaldada por departamentos de transporte de otros estados como Utah y Nueva York.
Crítica a la lógica de la expansión
Sin embargo, expertos en planificación urbana y transporte han señalado las fallas en este razonamiento. Wes Marshall, ingeniero de tráfico y profesor en la Universidad de Colorado-Denver, explicó: “La capacidad extra inicialmente puede reducir la congestión, pero esta disminuye rápidamente ya que más vehículos ocupan los nuevos carriles”. Este fenómeno ha sido denominado “demanda inducida“, donde la adición de capacidad vial incentiva a más personas a conducir, recreando la congestión original o incluso empeorándola.
Evidencia de demanda inducida
La teoría de la demanda inducida no es nueva. Ya en la década de 1920, un ingeniero de la ciudad de Nueva York advirtió que las nuevas carreteras se llenarían rápidamente con el tráfico antes reprimido debido a la congestión. En los años 60, el economista Anthony Downs formalizó el concepto en lo que hoy se conoce como la “Ley de Hierro de la Congestión”. Estudios recientes apoyan esta teoría: una investigación publicada en la revista American Economic Review concluyó que la adición de carriles es poco probable que alivie la congestión a largo plazo.
Estudios de casos
Se han llevado a cabo varios estudios de casos que revelan el impacto negativo de la expansión de autopistas. En Houston, por ejemplo, se invirtieron 2.800 millones de dólares en la ampliación de la autopista Katy a 26 carriles; Sin embargo, los tiempos de viaje en hora punta aumentan entre 15 y 20 minutos tres años después de completada la obra. En Inglaterra, la ampliación de la autopista M1 al norte de Londres resultó en un tráfico más lento que antes de la expansión.
Impacto ambiental
Además del aumento de la congestión, la expansión de las autopistas tiene un impacto ambiental significativo. El aumento en la capacidad vial no solo atrae más tráfico, sino que también incrementa las emisiones de CO2 y otros contaminantes. Un estudio de 2012 refuerza esto: “A largo plazo, es razonable esperar que las mejoras en la capacidad para reducir los atascos aumenten las emisiones de CO2e, CO y NOx debido al incremento en el volumen de viajes en vehículos”.
La ampliación de las carreteras también tiene consecuencias secundarias. Al facilitar el desplazamiento en vehículo, se incentiva la compra de automóviles y la dispersión urbana. Esto, a su vez, alarga los trayectos y fomenta un uso del suelo más orientado hacia los automóviles. Como observó Marshall: “Al agregar más carriles a una autopista, se crean entornos más propicios para el uso del automóvil no solo en esa carretera sino en toda el área circundante”.
A pesar de la abundante evidencia en contra de la expansión de autopistas como solución a la congestión, esta idea sigue siendo promovida. El Departamento de Transporte de Oregón, por ejemplo, ha utilizado este argumento para justificar la ampliación de la I-5 en Portland. Del mismo modo, el Departamento de Transporte de California continúa defendiendo la ampliación de la I-80 entre Sacramento y Davis.
La conexión errónea entre la ampliación de autopistas y la reducción de emisiones también está anclada en la política federal. El programa de Mitigación de la Congestión y Calidad del Aire, creado en los años 90, financia tanto inversiones climáticas favorables como la infraestructura de autopistas. Esto ha dado pie a una paradoja donde se intenta mejorar la calidad del aire y la capacidad vial simultáneamente, a menudo con efectos contradictorios.
Propuesta de soluciones
Contrario a las soluciones de mayor capacidad vial, algunos estados están adoptando medidas que priorizan el impacto ambiental de sus inversiones en transporte. Colorado y Minnesota, por ejemplo, han aprobado leyes que exigen minimizar los efectos climáticos de sus proyectos. Maryland está considerando una legislación similar que exige evaluar la demanda inducida y las emisiones de gases de efecto invernadero en sus proyectos.
Marshall cuestiona las proyecciones de los departamentos de transporte: “No sé si los funcionarios realmente creen en lo que dicen o si están sembrando desinformación para avanzar en sus propios proyectos”. Sin importar la razón, los hechos son claros y contundentes: las ampliaciones de autopistas no solo no mitigarán el cambio climático, sino que lo exacerbarán, dado que más carriles eventualmente llevan a más tráfico y mayores emisiones.