En abril de 2003, Aron Ralston emprendió una excursión en el Blue John Canyon, un laberinto de arenisca roja en el corazón del Parque Nacional Canyonlands, Utah. Bajo el sol inclemente del desierto, la aventura prometía ser una más en su lista de conquistas de la naturaleza, hasta que una roca, traicionera y pesada, se desplomó sobre su brazo derecho, atrapándolo entre la piedra y la pared del cañón.
Durante 127 horas, Ralston se enfrentó a la brutal realidad de su aislamiento y su inminente muerte. Sin posibilidad de rescate y con sus provisiones agotándose rápidamente, grabó con su cámara de video mensajes de despedida para su familia, consciente de que cada segundo que pasaba, la esperanza de sobrevivir se desvanecía.
Supervivencia y rescate
La desesperación se mezcló con la lucidez en el quinto día, cuando un sueño le mostró una visión de un futuro con un hijo, pero sin su brazo derecho. Esta epifanía lo impulsó a una decisión desgarradora pero inevitable. En un acto de fuerza y voluntad, Ralston utilizó el torque de su brazo atrapado para fracturar sus propios huesos, el cúbito y el radio.
Con un cuchillo desafilado, comenzó a cortar la carne, los músculos y los tendones que lo mantenían prisionero. La operación, realizada con dolor intenso y precisión desesperada, culminó con la amputación de su extremidad derecha. Utilizó un trozo de tubo de su mochila de hidratación como torniquete para evitar desangrarse.
Liberado pero debilitado, Ralston no permitió que la fatiga y el dolor lo detuvieran. Con una increíble determinación, descendió por la pendiente del cañón y recorrió casi 27 kilómetros en busca de ayuda, sus pasos guiados por una voluntad de hierro. Deshidratado y al borde del colapso, se topó con una familia de excursionistas holandeses que inmediatamente dieron aviso a las autoridades.
Mientras tanto, los servicios de rescate de Utah ya habían comenzado a buscarlo, concentrándose en la región de Canyonlands. Un helicóptero del servicio médico, alertado por la familia, llegó al lugar y trasladó a Ralston al hospital, donde los médicos se maravillaron de su capacidad de resistencia. Había perdido aproximadamente el 25% de su sangre y estaba peligrosamente deshidratado, pero su fortaleza mental y su instinto de supervivencia habían prevalecido.
Los días siguientes fueron una mezcla de alivio y dolor mientras Ralston se recuperaba en el hospital. Las autoridades lograron recuperar su brazo amputado, que aún permanecía atrapado bajo la roca. Utilizando un cabrestante hidráulico, levantaron la roca y entregaron la extremidad a Ralston, quien más tarde decidió cremarla y esparcir las cenizas en el mismo lugar del accidente, en un acto simbólico de reconciliación con la montaña.
Después del accidente
Tras su rescate, Ralston se convirtió en un símbolo de supervivencia y resiliencia. En 2004, publicó su autobiografía Between a Rock and a Hard Place (Entre la espada y la pared), donde narró en detalle los eventos de aquellos días en el cañón.
La crudeza y la sinceridad de su relato capturaron la atención del público, transformando su historia en un best-seller que sirvió de base para la película 127 horas, dirigida por Danny Boyle y protagonizada por James Franco. El film, que recibió múltiples nominaciones a los premios Oscar, llevó la extraordinaria odisea de Ralston a una audiencia global.
Ralston no se detuvo allí. Con su espíritu indomable intacto, continuó escalando montañas y explorando los límites de la naturaleza y de su propio cuerpo. En 2005, se convirtió en la primera persona en escalar en solitario todas las montañas de más de 4.3200 metros en Colorado durante el invierno, demostrando que ni siquiera la pérdida de un brazo podía frenar su pasión por la aventura. Además, encontró una nueva vocación como orador motivacional, compartiendo su historia de determinación y superación en numerosos escenarios.
Logros en el montañismo
En 2005, apenas dos años después de su accidente, Ralston alcanzó un hito impresionante al convertirse en la primera persona en escalar en solitario todas las montañas de más de 4.200 metros de Colorado durante el invierno. Este proyecto, que había comenzado antes de su accidente, se convirtió en una misión personal que demostró su inquebrantable determinación. La hazaña no solo requirió una extraordinaria capacidad física, sino también una notable adaptación a su nueva vida con un solo brazo.
También se aventuró fuera de las fronteras de los Estados Unidos, llevando su pasión por la montaña a cumbres internacionales. En 2008, escaló el Nevado Ojos del Salado en Chile y el Monte Pissis en Argentina, dos de las montañas más altas del hemisferio occidental. Ese mismo año, ascendió en solitario el Monte McKinley en Alaska, conocido por sus traicioneras condiciones climáticas y su exigente terreno. Un año después, lideró una expedición con amigos a través del río Colorado en el Gran Cañón y escaló el Monte Kilimanjaro en Tanzania.
Su lista de logros no termina allí. Aron Ralston ha continuado escalando y esquiando en montañas alrededor del mundo, incluyendo el Monte Elbrus en Rusia, el Muztagh Ata en China y los volcanes Cotopaxi y Chimborazo, en Ecuador.