Charles Frederick Albright nació en Amarillo, Texas. Fue adoptado poco después de su nacimiento por Delle y Fred Albright, quienes se mudaron a Dallas cuando él era apenas un niño. Su madre adoptiva era una mujer estricta con altas expectativas y un temperamento disciplinario. Desde temprana edad, Charles mostró una peculiar fascinación por la disección de animales pequeños, lo que no pasó inadvertido por sus padres. Delle, lejos de desalentar esta afición, la fomentó enseñándole taxidermia, un arte que requería precisión y cuidado.
Desde niño, Charles destacaba en áreas como la música y los deportes, pero sus inclinaciones más oscuras se manifestaban en solitario. Delle supervisaba cada una de sus actividades, enseñándole no solo las técnicas de la taxidermia, sino también la importancia de la meticulosidad. Charles se obsesionó particularmente con los ojos, una fijación que perduraría y definiría su sombría trayectoria.
El camino de Charles hacia el crimen se delineó tempranamente. A los 13 años, fue arrestado por primera vez por robo. Este fue solo el inicio de una serie de actos delictivos que continuaron a lo largo de su juventud y adultez. Durante su tiempo en la Universidad Estatal de Arkansas, fue expulsado por falsificar documentos, demostrando una inclaudicable tendencia a desafiar la ley.
A pesar de sus transgresiones, Charles era hábil para mantener una apariencia de normalidad. Logró engañar a muchos con su fachada de hombre común, incluso llegando a trabajar como profesor. Sin embargo, esta normalidad era solo una máscara que escondía una mente perturbada y una creciente obsesión con los ojos humanos.
La serie de asesinatos comenzó en diciembre de 1990, que lanzó una ola de terror en Dallas. Su primera víctima conocida fue Mary Lou Pratt, una prostituta de 33 años. El 13 de diciembre de 1990, el cuerpo de Pratt fue descubierto en una zona aislada. Había sido baleada en la cabeza y, lo más perturbador, sus ojos habían sido extraídos con precisión quirúrgica. Este espeluznante detalle, que se repetiría en futuras víctimas, se convirtió en la marca distintiva del asesino y llevó a que la prensa lo apodara “El Asesino de los Ojos”.
El miedo se intensificó el 10 de febrero de 1991, cuando el cuerpo de Susan Peterson, otra prostituta de 27 años, fue encontrado en circunstancias similares. Peterson también había sido baleada y sus ojos removidos. La comunidad de Dallas estaba sumida en el pánico mientras los asesinatos seguían un patrón escalofriante.
El 18 de marzo de 1991, Shirley Williams, otra prostituta, fue hallada muerta. Nuevamente, sus ojos habían sido removidos con precisión. Este último asesinato no solo consolidó el modus operandi de Albright, sino que también aumentó la presión sobre las autoridades para identificar y capturar al responsable.
El testimonio clave
La meticulosa remoción de los ojos de las víctimas fue una pista crucial para los investigadores. En cada escena del crimen, la precisión con la que se habían extraído los ojos indicaba que el asesino no solo tenía conocimientos médicos o de taxidermia, sino que también actuaba con una frialdad y metodología aterradoras.
Los detectives intensificaron sus esfuerzos, prestando atención a cualquier pista que pudiera indicar al perpetrador. Fue un testimonio crucial el que finalmente puso a Charles Albright en el radar de la policía. Una prostituta llamada Verónica Rodríguez que había logrado escapar de un ataque proporcionó una descripción detallada de su agresor, y esta información emparejada con el análisis forense y la revisión de antecedentes llevó a las autoridades a sospechar de Albright.
El 22 de marzo de 1991, Charles Albright fue arrestado en su residencia en Dallas. El historial criminal de Albright, unido a los testimonios de los testigos y las pruebas circunstanciales, llevó a su detención y posterior juicio.
El juicio comenzó en diciembre de 1991 y generó gran atención mediática. La fiscalía presentó pruebas contundentes, incluida la descripción de su modus operandi y testimonios clave. La defensa intentó desestimar las pruebas, calificándolas de meramente circunstanciales, pero no logró convencer al jurado.
El 18 de diciembre de 1991, Charles Albright fue condenado por el asesinato de Shirley Williams y sentenciado a cadena perpetua. Aunque Albright no fue condenado por los asesinatos de Mary Lou Pratt y Susan Peterson debido a la falta de pruebas directas, la condena por el asesinato de Williams fue suficiente para mantenerlo en prisión de por vida.
El caso de Charles Albright dejó una huella profunda en la comunidad de Dallas y en los estudios de criminología en Estados Unidos. La precisión con la que cometía sus crímenes y su obsesión con los ojos han sido objeto de numerosos análisis y estudios. Este caso también resaltó la importancia de los métodos forenses y del testimonio de los testigos en la resolución de crímenes complejos.