La tarde del 23 de diciembre de 2021, un día antes de su cumpleaños número 22, Jacqueline Claire Durand llegó a la casa de Ashley y Justin Bishop en Coppell, Texas, con la intención de pasear a Lucy, una mestiza de pastor alemán, y Bender, un mestizo de pitbull. Había visitado previamente la casa y conocido a los perros sin incidentes, por lo que no esperaba el horror que estaba a punto de desencadenarse. Al abrir la puerta, los perros, que no estaban en sus jaulas, la empujaron violentamente, haciéndola caer al suelo y dejando caer su celular.
Lo que siguió fue un ataque de una ferocidad inusitada. Los perros se lanzaron sobre ella, concentrándose en su cabeza y rostro. Con una brutalidad despiadada, le desgarraron la piel, arrancándole las orejas, la nariz, los labios y gran parte del rostro bajo los ojos. Jacqueline, incapaz de defenderse, sintió cómo su piel colgaba de su cara mientras los perros la arrastraban desde la puerta hasta la sala de estar. Su ropa fue arrancada y sus jeans, desgarrados en el frenesí del ataque. Los gritos desesperados de Jacqueline se mezclaban con los ladridos y gruñidos de los animales.
Los primeros en responder a la llamada de emergencia fueron los policías, que al llegar encontraron una escena de caos. El cuerpo ensangrentado de Jacqueline yacía en el suelo, mientras los perros se mantenían agresivos, impidiendo la entrada de los oficiales.
“No podemos entrar por los perros”, se escucha decir a uno de los policías en las grabaciones de la cámara corporal. Fueron 37 minutos angustiosos antes de que los servicios de emergencia pudieran asegurar el área lo suficiente como para rescatar a Jacqueline.
Un paramédico logró sacarla y llevarla a una unidad de trauma, donde se evidenció la magnitud de sus heridas: había perdido casi el 30% de su sangre y estaba en una condición crítica. “Cuando sentí que la piel me colgaba de la cara, pensé que iba a morir”, contó la joven. Jacqueline perdió el 30% de su sangre después de que los perros le arrancaran brutalmente la cara hasta los huesos.
Consecuencias inmediatas y prolongadas
La joven fue trasladada de urgencia a un hospital donde, en la mesa de trauma, tuvo que ser resucitada varias veces. Finalmente, los médicos decidieron inducirla en un coma para estabilizarla. La gravedad de sus heridas requería intervenciones quirúrgicas inmediatas y numerosas, con más procedimientos previstos para el futuro.
El impacto psicológico del ataque fue tan devastador como el físico. Jacqueline, antes una joven llena de vida, se encontró en una situación en la que su rostro, su identidad visual, había sido destruida. Su familia, destrozada por el dolor, se aferró a la esperanza y la fe, encontrando consuelo en cada pequeño avance en su recuperación.
En medio de esta tragedia, Jacqueline ha mostrado una resiliencia extraordinaria. Decidió hacer pública su historia para crear conciencia sobre la responsabilidad de los dueños de perros y la importancia de la comunicación efectiva con los cuidadores de animales. En sus propias palabras, “Es hora de mostrar quién soy ahora, y no puedo tener miedo de ello”.
El camino de recuperación de Jacqueline es largo y arduo. A cada cirugía le sigue un período de recuperación, acompañado de terapias físicas y psicológicas para ayudarla a reconstruir no solo su rostro, sino también su vida. Los médicos han trabajado incansablemente para restaurar sus funciones faciales básicas y mejorar su apariencia, un proceso que requiere paciencia y fortaleza tanto de Jacqueline como de su equipo médico.
En este proceso, Jacqueline no está sola. Su novio Nathan, quien recientemente superó una batalla contra el cáncer, ha sido una fuente constante de apoyo y amor. Nathan ve en su situación una oportunidad para devolverle a Jacqueline el cuidado que ella le brindó durante su propia enfermedad. “Estoy agradecido de tener la oportunidad de mostrar el mismo nivel de amor y cuidado que ella me mostró en ese momento”, expresó Nathan, subrayando la profundidad de su vínculo.
La familia Durand también ha sido un pilar fundamental en su recuperación. Sus padres, John y Shirley, han estado a su lado en cada paso del camino, enfrentando juntos los desafíos diarios. El amor y el apoyo inquebrantable de su familia y amigos han sido esenciales para que Jacqueline mantenga su espíritu y siga adelante.
En la puerta de la casa de Ashley y Justin Bishop había un letrero que decía: “Crazy Dogs. Please Don’t Knock or Ring the Bell. Call or Text Instead” (“Perros Locos. Por favor, no llames ni toques el timbre. Llama o manda un mensaje”). El cartel, ahora una pieza central en la demanda de Jacqueline Claire Durand, sugiere que los Bishops conocían la agresividad de sus perros. Sin embargo, más allá de esta advertencia críptica, Jacqueline no recibió ninguna indicación clara sobre los peligros que los animales representaban.
Cuando Jacqueline llegó ese día fatídico, no esperaba lo que se avecinaba. Había conocido a los perros en una visita previa sin ningún problema, y Ashley Bishop no le proporcionó advertencias adicionales sobre la naturaleza de los animales. Según la demanda, la única mención de precaución fue que la familia solía encerrar a los perros cuando no estaban en casa. Sin embargo, ese día, los Bishops rompieron con esta práctica, dejando a los perros sueltos, lo que condujo a la tragedia.
La brutalidad del ataque y la falta de medidas preventivas han llevado a Jacqueline a presentar una demanda por negligencia contra los Bishops. La demanda alega que los dueños no controlaron, aseguraron ni entrenaron adecuadamente a los perros, y que no proporcionaron un entorno seguro para sus invitados. El cartel en la puerta, considerado ahora una evidencia de la conciencia de los Bishops sobre el comportamiento agresivo de los perros, se convierte en un punto crucial en el caso legal.
Jacqueline busca una compensación de más de USD 1 millón. Su abogado, Chip Brooker, argumenta que los Bishops tenían el deber de advertir adecuadamente a Jacqueline y asegurar que los perros no representaran un peligro. La demanda enfatiza que los dueños actuaron con negligencia al no informar de manera explícita sobre las peligrosas propensiones de sus mascotas, especialmente después de haber dejado a los perros fuera de sus jaulas, una desviación de su práctica habitual.
Un camino hacia adelante
Para Jacqueline, el camino hacia la recuperación es largo y lleno de desafíos. Sin embargo, su determinación de usar su experiencia para educar y advertir a otros sobre la responsabilidad en el manejo de animales es inquebrantable.
A pesar de la magnitud de sus heridas y las cicatrices que llevará de por vida, Jacqueline no ha perdido la esperanza. Sigue soñando con trabajar con animales, quizás como entrenadora de perros, y está decidida a utilizar su experiencia para educar a otros sobre la seguridad y la responsabilidad en el manejo de mascotas. Cada día, enfrenta nuevos retos con una valentía que inspira a todos los que conocen su historia.
El ataque dejó una marca indeleble en su vida, pero también reveló una fuerza interior que pocos podrían imaginar. Jacqueline Claire Durand emerge de esta tragedia no solo como una sobreviviente, sino como un símbolo de resiliencia y esperanza.