En Estados Unidos, en el norte de Arizona, en la ciudad de Williams, se encuentra uno de los museos más inusuales del mundo: el Poozeum. Este museo, inaugurado en mayo de 2023, ofrece a sus visitantes una experiencia única a lo largo de la famosa Ruta 66, conocida por sus espectáculos del Salvaje Oeste y atracciones de vida silvestre. El Poozeum resalta por su vasta colección de coprolitos, es decir, heces fosilizadas de criaturas prehistóricas.
El presidente y curador de Poozeum, George Frandsen, descubrió su primera pieza de heces fosilizadas en Moab, Utah, cuando tenía solo 18 años. Describió su primer encuentro con estas reliquias prehistóricas como “divertido y asqueroso” al mismo tiempo, según reportó la agencia AP.
“Aprendí muy rápidamente que podrían decirnos mucho sobre nuestro pasado prehistórico y lo importantes que son para el registro fósil”, dijo Frandsen. Su fascinación por estos fósiles creció y se convirtió en una pasión que, eventualmente, lo llevó a abrir un museo dedicado exclusivamente a ellos.
Justamente, en una entrevista de Frandsen con Guinness World Records, dijo que su interés en los coprolitos se debió: “A la flagrante ausencia de representación de excremento fosilizado en los museos”. Desde el 2015 que tiene el récord de la mayor colección de estas piezas, y en ese momento eran 1.277.
El Museo Poozeum
El Poozeum en Williams alberga más de 7.000 piezas de coprolitos, que van desde minúsculos excrementos de termitas hasta enormes especímenes que pesan hasta 20 libras (aproximadamente 9 kilogramos).
Uno de los coprolitos más destacados es un fragmento gigantesco que mide más de 61 centímetros de largo y 15 centímetros de ancho. Se cree que este fósil proviene de un Tyrannosaurus rex, según Frandsen, basado en el lugar donde se encontró en Dakota del Sur en 2019.
El particular museo es gratuito, algo en lo que Frandsen insiste y defiende. Él cree que: “Las limitaciones financieras nunca deberían impedir que nadie experimente las maravillas que contiene”. Su misión es educar e inspirar, no solo a los adultos, sino también a los niños que visitan el museo.
Una de las visitantes del Poozeum, Brandee Reynolds, contó a AP que ella y su esposo se desviaron en un viaje por carretera para visitar el museo. “La mayoría de las veces encuentro dientes afilados y cosas así. Realmente no he encontrado mucho coprolito, pero ¿a quién no le encantaría?”, dijo.
El Poozeum no se cierra en ser un lugar para admirar fósiles, también es un punto de encuentro para los entusiastas de la paleontología y turistas curiosos. A través de sus vitrinas llenas de coprolitos, el museo narra historias del pasado prehistórico y ofrece una rica fuente de conocimiento sobre la dieta y los comportamientos de antiguas criaturas.
Poozeum, con su enfoque único y educativo, transforma algo que una vez fue considerado repulsivo en una maravillosa puerta al pasado prehistórico. Frandsen ha logrado crear un espacio que no solo fascina sino que también contribuye significativamente al campo de la paleontología.
Por ejemplo, en uno de los excrementos de Tiranosaurio rex encontrados se hallaron restos de huesos de otra especie. Esto se tomó como una pequeña prueba de que esta especie de dinosaurio no masticaba, sino que tragaba pedazos enteros de la presa.
El valor científico
Los coprolitos despiertan curiosidad por su naturaleza inusual y porque son valiosos para la ciencia. Anthony Fiorillo, director ejecutivo del Museo de Historia Natural y Ciencias de Nuevo México, expresó a la agencia AP: “Estos fósiles pueden decirnos mucho sobre el mundo prehistórico”.
Indicó que aunque puede ser complicado identificar a qué especie pertenecen, la forma, tamaño, y contenido de los coprolitos pueden ofrecer pistas importantes.
“Creo que la mayoría de nosotros diríamos, frenemos eso y simplemente seamos felices si pudiéramos determinar carnívoros, herbívoros y luego mirar posiblemente esos ciclos alimentarios dentro de cada uno de esos amplios grupos,” explicó Fiorillo.