Era una mañana fría de abril de 1964 cuando Dora Fronczak dio a luz a su hijo, Paul, en el Hospital Michael Reese de Chicago. Aquel día que debía ser de alegría y celebración se tornó en una pesadilla inimaginable. Apenas unas horas después del parto, una mujer vestida con el uniforme blanco de una enfermera se acercó a la habitación de Dora. “Voy a llevar al bebé para que lo examine el médico”, dijo con una voz tranquilizadora. Pero aquella mujer no era una enfermera. Nunca regresó con el bebé.
El hospital entró en caos. Se dieron cuenta del secuestro y comenzaron una búsqueda frenética. El personal llamó al padre, Chester Fronczak, que trabajaba en una fábrica y, con el corazón en un puño, Chester dejó su puesto de trabajo y corrió al hospital, donde tuvo que darle a Dora la devastadora noticia: su hijo recién nacido había desaparecido. El secuestro de Paul Fronczak desencadenó una de las búsquedas más grandes en la historia de Chicago. El FBI y la policía de Chicago, junto con 175.000 trabajadores postales, registraron más de 600 casas el primer día, pero sin éxito.
La desesperación de los Fronczak se volvió noticia de primera plana. Los padres devastados aparecieron en televisión, suplicando por el regreso de su bebé. Dora, con lágrimas en los ojos, clamaba: “Por favor, devuelvan al bebé”. Las esperanzas se desvanecían con cada día que pasaba, y la única pista tangible que tenían las autoridades eran la forma de las orejas y el tipo de sangre de Paul. Examinaron más de 10.000 bebés, pero ninguno resultó ser el hijo perdido de los Fronczak.
Un año y medio más tarde, en marzo de 1966, una nueva esperanza surgió desde Newark, Nueva Jersey. Un niño abandonado con un ojo morado fue encontrado en un centro comercial. Las autoridades pensaron que podría ser Paul. Sin pruebas concluyentes más allá de la semejanza física y la intuición de una madre desesperada, Dora Fronczak declaró que aquel niño era su hijo. La familia finalmente fue reunida, y el caso se dio por cerrado.
Paul Fronczak creció sin sospechar su verdadera identidad. Sin embargo, a la edad de diez años, mientras buscaba regalos de Navidad en el sótano de su casa, encontró una caja llena de recortes de periódico y cartas de simpatía. Entre los titulares amarillentos, leía: “Madre pide a secuestradores que regresen al bebé”. Su madre, al descubrir lo que Paul había encontrado, le dijo: “Sí, fuiste secuestrado. Te encontramos, te amamos, y eso es todo lo que necesitas saber”.
Décadas más tarde, en 2012, la curiosidad de Paul no podía ser contenida. Ya siendo padre, decidió someterse a una prueba de ADN para verificar si realmente era el hijo biológico de Dora y Chester. A pesar de la renuencia inicial de sus padres, Paul envió las muestras de saliva. Los resultados fueron devastadores: no había ninguna posibilidad de que fuera hijo biológico de los Fronczak.
La verdad se reveló y, una vez más, la historia de Paul Fronczak acaparó los titulares nacionales. La revelación de su verdadera identidad no solo sacudió a su familia, sino que también abrió un nuevo capítulo en la búsqueda del verdadero Paul Fronczak y en la exploración de los oscuros secretos de su propio origen.
Descubrimiento de la verdadera identidad de Paul Fronczak
Con la revelación de que no era el verdadero Paul Fronczak, una obsesión se apoderó de él: descubrir quién era realmente. Empezó a trabajar con genealogistas y voluntarios especializados en pruebas de ADN. La investigación fue exhaustiva y requirió combinar técnicas de análisis genético con métodos tradicionales de búsqueda en registros públicos, entrevistas y redes sociales.
Después de meses de búsqueda incesante, los Detectives de ADN liderados por CeCe Moore lograron rastrear la verdadera identidad de Paul. Su nombre de nacimiento era Jack Rosenthal, y había nacido en Tennessee el 27 de octubre de 1963. Paul también descubrió algo aún más impactante: tenía una hermana gemela llamada Jill, quien también había desaparecido.
La historia de Jack Rosenthal era trágica. Sus padres biológicos, Marie y Gilbert Rosenthal, eran personas problemáticas. Marie tenía problemas de alcoholismo, y Gilbert había regresado de la guerra de Corea con un profundo resentimiento y ira. Los Rosenthal habían descuidado gravemente a sus hijos, y los gemelos, Jack y Jill, no fueron la excepción. Los relatos familiares describían a los gemelos como bebés siempre llorando y dejados en una jaula improvisada. Una prima incluso recordó haber visto a los gemelos en condiciones deplorables.
Reencuentro con la familia biológica y búsqueda de la hermana gemela desaparecida
El reencuentro con su familia biológica fue un torbellino de emociones para Paul. A pesar de las circunstancias difíciles, encontrar a sus parientes fue emocionante. Descubrió que tenía un primo, Lenny Rocco, que también era músico, una pasión que Paul había sentido toda su vida sin saber de dónde provenía. Sin embargo, el lado oscuro de su familia biológica también se hizo evidente. Las historias de abuso y negligencia marcaron su infancia, y su hermana gemela Jill seguía desaparecida.
Paul se embarcó en una nueva misión: encontrar a Jill. La idea de que su hermana gemela podría estar viva en algún lugar lo impulsaba a continuar su búsqueda. “Es imposible escuchar que tienes un gemelo y no dejar de buscar a esa persona por el resto de tu vida”, decía Paul. Los Detectives de ADN continuaron trabajando incansablemente, pero cada pista parecía llevar a un callejón sin salida.
La búsqueda de la verdad y el descubrimiento de su identidad real tuvo un profundo impacto en la vida de Paul y en su relación con sus padres adoptivos, Dora y Chester Fronczak. Después de dos años de tensión y distanciamiento debido a la prueba de ADN, Paul finalmente se reconcilió con ellos. Por primera vez, se sentaron juntos a hablar abiertamente sobre lo que había ocurrido. Dora compartió detalles desgarradores sobre el secuestro y el dolor que habían soportado durante esos años.
Dora también le entregó a Paul un álbum de fotos y cartas de la familia adoptiva temporal que lo había cuidado durante un año antes de ser entregado a los Fronczak. Este álbum, lleno de imágenes de su primera infancia, fue un tesoro emocional para Paul, quien nunca había visto fotos de sí mismo de bebé.
La vida de Paul había estado marcada por una obsesión por descubrir la verdad, lo que afectó profundamente su matrimonio. Aunque él y su segunda esposa se divorciaron, mantuvieron una buena relación. Paul reconocía que su búsqueda incesante había contribuido a la ruptura, pero no se arrepentía. “Es algo que tenía que hacer. Y me ha hecho sentir más en paz”.
El verdadero Paul Fronczak: Kevin Baty
El caso dio un giro inesperado en 2019. Después de años de búsqueda incansable, Paul Fronczak, que había asumido la identidad de Jack Rosenthal, logró identificar al verdadero Paul Fronczak, quien vivía bajo el nombre de Kevin Baty en Manton, Michigan. Este descubrimiento se produjo gracias a los esfuerzos de genealogistas y pruebas de ADN, que conectaron a Kevin con su familia biológica.
La historia de Kevin Baty era igualmente trágica y compleja. Había vivido una vida relativamente tranquila, ajeno al tumultuoso pasado que le había sido arrebatado. Kevin fue criado en Chicago por una mujer que no era su madre biológica. Pasó los primeros diez años de su vida en la misma ciudad donde fue secuestrado antes de mudarse a Michigan. No se sabe con certeza cómo llegó a vivir con su familia adoptiva, y la mujer que lo crió había fallecido varios años antes del redescubrimiento de su identidad.
La parte más emotiva del redescubrimiento fue cuando Dora Fronczak, después de 55 años de espera, pudo escuchar la voz de su hijo biológico. En diciembre de 2019, Paul organizó una llamada entre Dora y Kevin. La conversación fue breve pero cargada de emociones. Dora, que había soñado con este momento durante décadas, finalmente pudo hablar con el niño que había perdido.
“¿Qué clase de vida has tenido?”, le preguntó Dora con voz temblorosa. Kevin, consciente de la gravedad de la situación y del impacto emocional que tenía para Dora, trató de consolarla asegurándole que había tenido una vida buena y feliz. Esta llamada, aunque breve, fue suficiente para cerrar una herida que Dora había llevado durante más de medio siglo.
Desafortunadamente, el verdadero Paul Fronczak, Kevin Baty, estaba gravemente enfermo. Había sido diagnosticado con cáncer y su salud se deterioraba rápidamente. A pesar de los planes para un reencuentro en persona, nunca se llegó a concretar debido a la enfermedad de Kevin y la pandemia de COVID-19 que comenzó a extenderse en 2020.
Baty falleció en abril de 2020, dejando a su madre biológica, Dora, con una mezcla de alivio y tristeza. Había esperado toda una vida para reencontrarse con su hijo, y aunque la llamada telefónica había proporcionado un cierre emocional, nunca pudieron verse cara a cara. Paul, quien había escuchado la conversación junto con su hija Emma, describió el momento como agridulce. “Estábamos tan felices de que finalmente se conectaran, pero devastados porque no pudieron reunirse en persona”.
A pesar de haber encontrado al verdadero Paul Fronczak, la búsqueda de Jill, la hermana gemela de Paul, continúa. Paul está decidido a encontrarla, impulsado por la esperanza y la responsabilidad que siente hacia su hermana perdida.