La frase “la ira mata” podría tener un significado más literal: Una nueva investigación sugiere una posible razón por la que la ira frecuente se ha relacionado con un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular. El estudio, publicado el miércoles 1.º de mayo en la revista Journal of the American Heart Association, pone de relieve los posibles riesgos para la salud asociados a la ira intensa e ilumina la influencia de las emociones negativas en nuestro bienestar general.
En el estudio, financiado por los Institutos Nacionales de Salud, participaron 280 adultos sanos a los que se asignó aleatoriamente una tarea diferente de ocho minutos de duración, cada una diseñada para provocar sentimientos de ira, ansiedad, tristeza o neutralidad. Antes y después de estas tareas emocionales, los investigadores evaluaron la salud endotelial de los participantes. Las células endoteliales, que recubren el interior de los vasos sanguíneos, son esenciales para mantener la integridad de los vasos y son vitales para una circulación adecuada y la salud cardiovascular.
Los resultados revelaron que la ira tenía un impacto negativo significativo en la función endotelial, limitando la capacidad de dilatación de los vasos sanguíneos. La respuesta no era tan pronunciada en el caso de la ansiedad o la tristeza.
Según Daichi Shimbo, cardiólogo y profesor de medicina del Centro Médico Irving de la Universidad de Columbia y autor principal del estudio, esta investigación supone un paso adelante en la comprensión de cómo afectan especialmente a la salud física las distintas emociones negativas.
“Es fascinante que la ansiedad y la tristeza no tuvieran el mismo efecto que la ira, lo que sugiere que las formas en que las emociones negativas contribuyen a las enfermedades cardiacas difieren”, afirma Shimbo.
El equipo de investigación decidió estudiar a individuos sanos para evitar los efectos de confusión de enfermedades crónicas, como la diabetes, que pueden comprometer la función vascular. Shimbo señaló que si los participantes padecían tales afecciones, estas ya podían haber afectado a los vasos sanguíneos y sería difícil determinar el efecto de las emociones por sí solas en la salud vascular.
Brian Choi, cardiólogo y profesor de medicina y radiología de la Universidad George Washington, dijo que hallazgos como este podrían impulsar a los profesionales de la salud a investigar terapias como el control de la ira para ver si podrían reducir el riesgo de enfermedad cardiovascular.
“A menudo oímos que alguien sufre un infarto durante un acontecimiento muy angustioso. Sabíamos que el estrés provocado por la ira puede desencadenar un infarto, pero no entendíamos por qué hasta este estudio, que aclara el mecanismo subyacente”, afirma Choi.
Shimbo afirma que quiere profundizar en las razones por las que la ira afecta negativamente al corazón, estudiando si la causa está relacionada con la respuesta nerviosa simpática (el sistema de alerta del organismo) o con la inflamación.
David Spiegel, catedrático adjunto de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, afirma que los casos de enfermedades mentales, entre ellas la depresión y la ansiedad, se han disparado en los últimos años, y se calcula que el 31% de los estadounidenses padece algún tipo de ansiedad en algún momento de su vida. La ansiedad y la depresión pueden expresarse a menudo en forma de ira.
Añade que, aunque la ira es una emoción normal, los sentimientos constantes de ira no solo tienen repercusiones a largo plazo en el individuo, sino que también pueden afectar a los demás.
“La preocupación es que cuando la gente está enfadada todo el tiempo, pisa el acelerador y el freno. Así que la ira tiene sus costes corporales”, dijo Spiegel. “No es solo la persona con la que estás enfadado la que paga el precio cuando estás enfadado, tu cuerpo paga el precio por ello”.
Los tratamientos habituales para controlar la ira suelen incluir terapia cognitivo-conductual, técnicas de relajación, estrategias de control del estrés y formación en habilidades de comunicación.