Valladolid, 16 nov (EFE).- El arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Luis Argüello, ha subrayado este sábado que la catástrofe de las inundaciones hace necesaria la humildad, la esperanza y la paciencia activas, en su carta pastoral de la segunda quincena de noviembre.
"Este acontecimiento catastrófico nos llama a la humildad y a la esperanza y paciencia activas", ha expuesto el arzobispo en la carta, que titula "Transformar el dolor en virtud".
"Si aun fuésemos capaces de contemplar la creación con asombro, comprenderíamos cuán esencial es la paciencia”, ha citado.
Para Argüello, "estamos llamados a transformar el dolor en virtud", a hacer posible que las palas y las escobas sean también una llamada a tomar otros instrumentos: el de la vida asociada, el de la caridad política, el de no dejar pasar de largo cuantas ocasiones haya de "cultivar la amistad social y la fraternidad entre nosotros".
Ha pedido continuar orando por los fallecidos y a ser solidarios con los damnificados y ha insistido en trasformar el dolor, la emoción en virtud.
"La tragedia es inmensa y el desgarro en personas, familias y todo el tejido económico y social no es fácil de recoser; en la pérdida de los fallecidos es humanamente imposible", ha reconocido.
Se ha preguntado, "con las lágrimas aún en el corazón", ¿a dónde mirar?, ¿dónde encontrar una tabla de salvación?, ¿quién tiene la culpa?, ¿quién hace justicia a los muertos?.
En estos días los análisis, comentarios y gritos han sido abundantes sobre las causas, las consecuencias y las respuestas ante un hecho en el que la naturaleza ha dicho “aquí estoy” con toda su fuerza avasalladora.
"Se habla de la tecnología de prevención y aviso, de la coordinación de respuestas en el Estado autonómico, de la relación entre los políticos y del uso calculador y politiquero de todo lo que ocurre, del 'pueblo que salva al pueblo'", ha manifestado en la carta pastoral.
"Con la culpa podemos jugar ad infinitum. Si al menos sirviera para descubrir una culpa originaria, un misterio de iniquidad que rompe la armonía, no solo entre los corazones, sino también en el cosmos que muestra el rostro feroz del caos en tantas ocasiones", ha resumido.
En respuesta a la pregunta ¿a quién mirar?, ha sostenido que "ni el Estado ni el Mercado pueden salvarnos, aunque en el último tramo del tiempo moderno se hayan presentado como salvadores que pueden cumplir lo que prometen".
"Reducidos a consumidores y votantes, Mercado y Estado nos proponen una salvación, ¡el progreso!, que no basta", ha reflexionado el arzobispo.
"Pero la tragedia ha vuelto a despertar un alma común y fraterna, un deseo de compartir y ayudar, un don que no es comercio y un compromiso que no es voto. El Estado y el Mercado necesitan del Don para regenerarse y abandonar toda pretensión mesiánica", según el escrito.
Para el arzobispo, la fraternidad ejercida en estas semanas es un indicador de la bondad que anida en el alma humana, como la respuesta adecuada a "nuestra vulnerabilidad irremediable".
"Sí, podemos gritarlo de nuevo: el corazón humano está bien hecho, es hijo del amor y llamado al amor, pero está herido. En estos días también hemos visto la rapiña y el populismo de la antipolítica", ha recalcado.
"Por eso, la pregunta sigue en pie: ¿Quién nos librará de la culpa originaria de la que brotan la codicia y la dominación? ¿Quién nos dará esperanza ante la muerte? Muchos están descubriendo en estos días que en la entrega de la vida se descubre el secreto de su significado", según Argüello. EFE