Vivir sin una mama a causa del cáncer: "Es mi nueva identidad, quiero más a mi cuerpo"

María Estévez comparte su experiencia tras la mastectomía por cáncer de mama, abogando por que las mujeres tomen decisiones informadas sobre la reconstrucción y autoestima ante la enfermedad

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Ana Soteras

Madrid, 18 oct (EFE).- María Estévez tenía 33 años cuando en 2023 se sometió a una mastectomía (extirpación de un pecho) por un cáncer de mama. Descartó la reconstrucción mamaria con una prótesis y decidió vivir con su cicatriz: “Es mi nueva identidad, ahora quiero mucho más a mi cuerpo”, afirma.

Con motivo del Día Mundial del Cáncer de Mama, el 19 de octubre, esta paciente habla con EFE sobre la dificultad que supone tomar la decisión de realizarse o no una reconstrucción de seno y quiere que su experiencia sirva para que las mujeres con mastectomía no se sientan presionadas y puedan valorar sus opciones con libertad.

Datos del Ministerio de Sanidad facilitados a EFE reflejan que, en el año 2022, se realizaron procedimientos de reconstrucción mamaria a un total de 9.568 pacientes, tanto en la sanidad pública (8.103) como en la privada (1.504).

Quienes optaron por reconstruirse el pecho representan el 27,5 % de los 34.750 diagnósticos de cáncer de mama estimados para ese año.

Los avances que posibilitan implantar una prótesis en la misma intervención en la que se produce la extirpación facilita el proceso, aunque el número de pacientes de 2022 es algo menor al de 2018 (9.958) y superior al de 2020 (7.547), el año de la pandemia.

Decir “no” a la reconstrucción de mama

“Yo tenía bastante claro que no iba a reconstruirme”, asegura María Estévez. Desde el diagnóstico supo que iba a perder el pecho por un cáncer y pudo mentalizarse, pero también leyó a autoras feministas que le ayudaron a aceptar su nueva fisonomía: “El feminismo ha hecho mucho por los cuerpos identitarios”.

Admite que también le inquieta meterse de nuevo en un quirófano para una cirugía que, entre otras cosas, requiere injertos de piel de otras parte del cuerpo y supone una delicada recuperación.

María Estévez, con 34 años, habla desde su experiencia personal y respeta y apoya a las mujeres que sí opten por reimplantarse la mama.

“A las mujeres se nos pone la idea de la reconstrucción como un caramelo a un niño y, a veces, las mujeres ven que lo normal es reconstruirse. Lo que veo mal es que tomen una decisión sin pensar. Que sea la mujer la que tenga el poder de decidir en su mano”, considera.

Esta diseñadora de productos digitales comenta que algunas personas de su entorno  no terminaban de entender por qué no se hacía la reconstrucción. Su pareja, en cambio, le ofreció un apoyo fundamental.

“Recibí comentarios desafortunados de algunos hombres del equipo médico sobre lo bien que me iba a quedar la reconstrucción, pero nunca me dejé llevar por esas presiones”, relata.

Y afirma rotunda: “No soy menos mujer por no tener un pecho. La feminidad está dentro de cada una de nosotras”.

Antes del cáncer, sentía cierta inseguridad por su imagen y en la playa prefería no hacer topless: “Desde la mastectomía me ha mejorado la autoestima, quiero más a mi cuerpo, me acepto más que antes. Esta cicatriz es un recuerdo de mi experiencia”.

Para María Estévez, en todo el proceso del cáncer, precisamente la mastectomía no ha sido lo que más impacto emocional le ha generado, pero reconoce que cada mujer es un mundo.

El apoyo de la psicooncología

También la psicooncóloga del Cancer Center Clínica Universidad de Navarra, María Die Trill,  explica que afrontar o no una reconstrucción mamaria “depende mucho del significado que cada mujer atribuya a tener las mamas o a tener las cicatrices”.

La experta señala que hay bastantes motivos para no reconstruirse, desde el miedo a someterse a una cirugía adicional, el reparo a implantarse un cuerpo extraño, a los injertos de piel…

“Pero también que no necesiten tener sus mamas intactas para sentirse mejor anímicamente y emocionalmente, ni más mujeres”, asevera en declaraciones a EFE.

Relata que atendió en su consulta a una paciente cuyo físico era importante para su profesión:  “Pero nunca se reconstruyó, decía que su cicatriz era la cicatriz de la vida, tenerla era el recuerdo de que estaba viva”.

Pero para otras mujeres puede ser lo contrario, la cicatriz que deja la extirpación de la mama puede asociarse a la enfermedad.

Considera que la mayor parte de las mujeres “saben lo que quieren” pero son decisiones que no son fáciles de tomar ya que existe la presión del entorno familiar, de la pareja y de una sociedad en la que predomina la estética y la búsqueda de la perfección.

Las mujeres más jóvenes y aquellas que no tienen una pareja estable y tienen miedo a un posible rechazo pueden tener más dudas a la hora de tomar esa decisión.

“En general -añade- las que deciden no reconstruirse son mujeres que están totalmente contentas y satisfechas”.

“Con más frecuencia nos envían a la consulta a mujeres que no se quieren reconstruir, como si eso pareciera una anomalía, algo poco frecuente, y para ver si está segura de lo que está decidiendo”, comenta la psicooncóloga.

Teta&Teta: el cáncer de mama no es rosa, es marrón

La asociación para mujeres Teta&Teta apoya a pacientes como María Estévez quien participan en la campaña “19 de octubre marrón” contra el “lazo rosa”, símbolo del cáncer de mama, y que han copado las marcas, responsables de “construir una narrativa sobre la enfermedad edulcorada y romantizada que oculta la gravedad, el sufrimiento y la muerte”, precisa a EFE la presidenta y fundadora María Rufilanchas.

Las afectadas demandan menos marketing y más investigación oncológica y apoyo a su realidad diaria con la enfermedad y acciones prácticas y creativas como el diseño de un sujetador “uniteta” como el que lanzó esta asociación para quienes no quieran llevar prótesis bajo su ropa. EFE

(foto-vídeo)

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