TaySH, un programa multidisciplinar para reducir las autolesiones en adolescentes

Programa de intervención psicoterapéutica del Hospital Universitari Vall d'Hebron reduce las autolesiones no suicidas en adolescentes mediante un enfoque ambulatorio, mejorando la gestión del malestar emocional y disminuyendo el riesgo de suicidio

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San Sebastián, 17 oct (EFE).- Compensar el malestar emocional con un fuerte dolor físico es el extraño mecanismo que subyace en las autolesiones, un fenómeno al alza entre adolescentes para el que el programa TaySH propone un abordaje multidisciplinar que logra reducir el riesgo suicida y la frecuencia de las lesiones de 3 a la semana a 0,3.

Estas son algunas de las conclusiones del estudio sobre el 'Programa de intervención psicoterapéutica para autolesiones no suicidas' del Hospital Universitari Vall d'Hebron de Barcelona, que ha sido específicamente diseñado para el abordaje de este problema en pacientes de entre 12 y 25 años.

Los resultados han sido presentados este jueves por la psicóloga clínica y coordinadora del Programa de Trastorno de Personalidad para Adolescentes y Adultos Jóvenes de este centro hospitalario, Natalia Calvo, en la segunda jornada del XXVII Congreso Nacional de Psiquiatría que se celebra en San Sebastián.

Las autolesiones afectan a entre un 17 y un 18 % de adolescentes de la población general y entre el 50 y el 60 % de la población clínica, la que ya cuenta con una carga piscopatológica, explica Natalia Calvo en una entrevista con EFE.

El porcentaje tan elevado en la población general se explica porque el concepto es "cada vez es más amplio", señala.

Tradicionalmente se han definido como tales los cortes en las muñecas, brazos o piernas, gestos como rascarse compulsivamente o golpearse, pero ahora se incluyen en el término "formas indirectas" de hacerse daño, como pueden ser los atracones de comida o de sustancias, señala Calvo.

"De alguna manera los adolescentes aprenden, de una forma disfuncional, la manera de regular el malestar emocional que les genera una experiencia negativa mediante una conducta de daño físico de gran intensidad que disminuye de golpe ese malestar".

En este sentido, Calvo advierte del papel de las redes sociales en las que los adolescentes encuentran métodos de cómo lesionarse o cómo mostrar las heridas para ejercer presión.

"Las emociones se me disparan, no las puedo tolerar, ni manejar y un día aprendo, por diferentes vías, que si aplico una conducta física de alta intensidad me baja ese malestar emocional", precisa.

El resultado es un círculo de dependencia similar al que generan las drogas, ya que cada vez se necesita más para conseguir el mismo efecto, explica la experta.

Calvo diferencia entre ese 17 o incluso 22 % de personas que en algún momento de su vida han experimentado este mecanismo y que probablemente no lo repitan con los pacientes que ya cuentan con una carga psicopatológica asociada a la conducta autolesiva.

"Son personas que tienen situaciones de trauma, de abuso, factores de riesgo, familias complicadas y padecen desregulaciones emocionales mucho más intensas", por lo que necesitan una "intervención y un acompañamiento".

El estudio se ha llevado a cabo en más de 40 personas que atienden a estas características de entre 12 y 25 años, la franja de edad para la que los profesionales han creado el término TAY, acrónimo de Transitional Age Youth, que define la etapa de transición de la infancia a la edad adulta.

De la muestra estudiada un 67 % había presentado conductas de tentativa de suicidio en una o más ocasiones.

El programa TaySH consiste en 12 sesiones individuales a nivel ambulatorio -de forma que no es necesario que los pacientes salgan de su entorno habitual- en las que los profesionales les enseñan a identificar las conductas de vulnerabilidad y de riesgo.

El resultado es que no solo se reducen las conductas suicidas y la frecuencia de las lesiones sino que los pacientes "aprenden a gestionar el problema de fondo que es el malestar emocional".

"La intención es llevar el programa a otros lugares", indica Calvo, quien mantiene contactos en este sentido con centros de Valencia y Madrid. EFE

(foto)

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