Alfredo Valenzuela
Sevilla, 11 oct (EFE).- El padre del escritor Antonio Soler fue combatiente en la Guerra Civil, su abuelo un "topo" y su tío un exiliado, mientras que su abuela y su madre vivieron la dramática huida de Málaga, unas vidas con las que ha construido su novela "El día del lobo", y que le han llevado a afirmar que "la Guerra Civil es un hecho histórico y no un elemento de la política actual".
"Nos vamos acercando al siglo de la Guerra Civil y hay que tratarla como lo que es, un hecho histórico; quienes tratan de establecer paralelismos entre lo de ahora y la II República o son ignorantes o son maliciosos porque las diferencias son abismales, por más que se hable de división en dos bloques, enfrentamiento o falta de consenso".
"El contraste es brutal, tanto de nivel de vida como de grado de violencia, quienes quieran comparar a Núñez Feijóo con quien bombardeaba a la población civil o a Pedro Sánchez con quien tenía una checa de la que sacaba a gente para matarla debería buscar sus intereses en otro lugar, y habría que mantener el caladero de votos alejado de todo esto", ha señalado el autor sobre la pervivencia de estereotipos históricos alejados de la realidad actual.
"Eso es un grave error que ocurre en España, hablar de los nuestros y de los vuestros", ha señalado el autor que ha vivido varios años en Francia, país en el que, ha puesto como ejemplo, en la discusión política "a nadie se le ocurre hablar de Petain" por más que el colaboracionismo con los alemanes también supusiera un drama nacional.
Soler, que se ha enfrentado en esta novela a hechos que determinaron la existencia de su propia familia, ha lamentado "la facilidad que hay para tachar a la gente de fascista, o de nazi, o de estalinista; hay que tener responsabilidad a la hora de emplear estos términos y designar con ellos solo a quienes lo sean de verdad".
El autor ha lamentado que en España "sólo una minoría se alimente de lo que dicen quienes están de acuerdo con su pensamiento y de lo que dicen también los que lo contradicen" y que, la gran mayoría "sólo lea o vea lo que confirma su visión del mundo o su propia ideología".
En las primeras páginas de "El día del lobo" (Espasa), Soler advierte sobre "los carteristas de la historia", "los usurpadores profesionales" y de "los niños cándidos que continúan creyendo en hadas después de cumplir cuarenta años", porque, ha dicho, "la primera víctima de una guerra es la verdad, desde los inicios de la civilización; más en una guerra civil, donde hay deudas previas y venganzas".
Sobre la caída de Málaga y los consiguientes sucesos ha señalado que "también hubo un cierto ocultamiento por parte del Gobierno de la República porque no fue una derrota limpia; se dijo que la ciudad resistiría y que se estaban tomando medidas al mismo tiempo que se preparaba la fuga de las autoridades".
"La población quedó abandonada y desprotegida y no le quedó otra que la salida atropellada de la ciudad", ha dicho el autor, quien rechaza el término "desbandá" porque , además de que se trata de un término castrense para designar a la tropa que huye de cualquier modo, es una palabra que no ha encontrado en ningún testimonio de quienes lo vivieron.
De sus propios familiares ha dicho que resultan ser "iconos de la guerra" y "demasiado novelescos", pero que vivieron unas situaciones, unos "episodios vitales" que marcaron toda su vida y que su reto como narrador ha sido contar "cómo afrontaron unos hechos que marcaron sus vidas como personas anónimas".
Por ejemplo, de su madre y de su abuela materna, que vivieron el éxodo de Málaga hacia Almería provocado por la llegada de las tropas franquistas, ha dicho que aunque sólo estuvieron en la carretera diez o doce días, ese recorrido y el consiguiente sufrimiento "quedó instalado en sus vidas", es decir: "Ellas salieron de la carretera pero la carretera no salió de ellas".
Nacido en Málaga en 1956, Soler ha escrito esta novela por iniciativa de sus editores, cuando supieron que conocía por testimonios directos de sus propios familiares no sólo el éxodo malagueño, sino la defensa de Madrid, por la que combatió su padre, o el exilio en Casablanca (Marruecos) por la peripecia vital de su tío.
"Quizás estando en el bosque no tenía yo la distancia suficiente para verlo", ha confesado sobre unos recuerdos que siempre han formado parte de su vida y también de la propia construcción de su memoria, de modo que, ha asegurado, al día siguiente de que le sugirieran que escribiera esta historia ya tenía armado el argumento en su cabeza "sin personajes de ficción". EFE
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