Cuando en 1929 el neurólogo alemán Otfrid Förster entró en quirófano para operar a uno de sus pacientes, lo que menos podía esperar de aquella cirugía era que el hombre comenzara a contar chistes malos sin parar. Pese a que la operación era ciertamente delicada (la extirpación de un tumor), el paciente parecía experimentar una “fuga maníaca de ideas” absurdas y bromas pesadas. Sin saberlo, el doctor Förster se encontraba ante uno de los primeros casos registrados del síndrome de Witzelsucht.
Ese mismo año, el psiquiatra Abraham Brill también reportó haberse encontrado ante pacientes que hacían chistes sobre todo y en situaciones inapropiadas. Lo que ambos doctores no sabían entonces es que estas personas habían sufrido un daño cerebral que les había convertido en bromistas patológicos, hasta el punto de ser incapaces de reprimir chistes, juegos de palabras infantiles o bromas tontas.
Witzelsucht proviene del alemán y es el resultado de una combinación de las palabras “broma” y “adicción”. Fue el neurólogo Hermann Oppenheim quien introdujo este término tras observar que sufrir un daño en el lóbulo frontal derecho, ya fuera por lesión o enfermedad, podía conducir a cambios en la personalidad y comportamientos excesivamente humorísticos. De hecho, el lóbulo frontal es el encargado de controlar la mayoría de las capacidades relacionadas con la personalidad y las conductas de las personas.
Uno de los estudios más recientes al respecto sobre este síndrome, considerado como “la enfermedad más graciosa del mundo”, tuvo lugar en 2016 a partir del caso de un hombre de 69 años que sufrió un derrame cerebral. A raíz del incidente, el individuo desarrolló una necesidad compulsiva de hacer humor. Tal era la fuerza de sus impulsos por ser gracioso que con frecuencia despertaba a su esposa durante la noche para contarle chistes. Tras cinco años de desesperación, la mujer llevó a su marido a un equipo de neurólogos para que estudiaran su caso.
El hombre llevó consigo “aproximadamente 50 páginas llenas de chistes, la mayoría de los cuales eran juegos de palabras o chistes tontos con contenido sexual o escatológico” ante el equipo médico, que le diagnosticó Witzelsucht. A menudo, los chistes estaban fuera de lugar, eran ofensivos o solo le parecían graciosos a él.
Las investigaciones han revelado que este síndrome puede coexistir con otros síntomas neurológicos llamados moria, que la clínica Fieni describe como un “estado morboso en el que los sujetos tienen una inclinación a las bromas sin sentido ético y disfrutan comportándose extravagantemente”. Al igual que el Witzelsucht, la moria se observa en lesiones cerebrales que afectan al lóbulo frontal.
La “gracia” de recibir un disparo en la cabeza
Hace unos años, un equipo de científicos de la Universidad de California (UCLA) documentaron el caso de un hombre de 63 años que había recibido un disparo en la cabeza, un grave incidente sobre el cual el individuo hacía constantes bromas. Este hombre había perdido gran prte de su lóbulo frontal derecho y parte de su corteza orbitofrontal izquierda.
A pesar de que en un pasado había sufrido de depresión e ideas suicidas, tras recibir el disparo se mostraba alegre en todo momento, con una felicidad excesiva. “Durante el examen, se observó que no estaba preocupado, que frecuentemente bromeaba, hacía juegos de palabras o comentarios jocosos y desenfadados hacia los demás y que, en general, no tomaba su situación en serio”, informan sus médicos. En ocasiones, cerraba la boca y exhalaba con fuerza para inflar la cicatriz de su craneotomía para sorprender a todos los que le rodeaban.