Recibir un diagnóstico de Alzheimer puede ser lo más parecido a sufrir un terremoto con epicentro en la vida personal. A las numerosas pruebas médicas se le suma otro tipo de tratamiento casi tan relevante como el farmacológico, pero injustamente invisibilizado: la terapia desde casa. Los cuidados del hogar abarcan mucho más que suministrar la medicación adecuada a la hora correspondiente, pues la casa del paciente se ha de convertir en su propia fortaleza desde la que poder convivir de la mejor manera posible con el Alzheimer.
El cuidado en casa es fundamental para el bienestar físico, cognitivo, nutricional y social del paciente, así como una correcta estimulación cognitiva, según su estadio, que contribuya al mantenimiento de sus capacidades y la evolución de la demencia. Lo que no suscita debate es que “el hogar debe transformarse en un espacio seguro y adaptado a las necesidades de la persona con Alzheimer”, aclara la doctora Paola Ríos Germán, especialista en geriatría y medicina preventiva, en una entrevista con Infobae España. En el país, la enfermedad de Alzheimer afecta aproximadamente a 800.000 personas, según los últimos datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Es la forma más común de demencia, al representar entre el 60% y el 70% de todos los casos de esta condición.
Si la persona ya sufre un Alzheimer más o menos avanzado, los cambios en la vivienda deberán ser mayores con el objetivo de reducir los peligros. Cada ajuste debe basarse en las necesidades específicas de la persona: “Es fundamental minimizar riesgos, eliminando alfombras que puedan provocar tropiezos, asegurando una iluminación adecuada y adaptando los baños para prevenir caídas, como instalando barras de apoyo. Establecer una rutina diaria predecible también es parte de su bienestar. En algunos casos, puede ser útil retirar espejos o televisores porque causan agitación”.
Dentro de los cuidados en el hogar, la alimentación no debe pasarse por alto, pues esta tiene que entenderse como otra arista más de la terapia del Alzheimer. La geriatra asegura que la dieta mediterránea es, sin duda, la más recomendada por la sólida evidencia científica que carga en cuanto a la protección de la función cognitiva. Son aquellos alimentos ricos en antioxidantes y ácidos grasos Omega-3, como frutas, verduras, pescado azul, frutos secos y aceite de oliva. “Es fundamental realizar una valoración nutricional como parte de la evaluación integral de la persona con Alzheimer, porque las deficiencias en vitaminas, hormonas o minerales pueden requerir suplementación específica. Los geriatras solemos realizar análisis periódicos para garantizar un estado nutricional óptimo”, explica la doctora Ríos, miembro de Top Doctors.
Fomentar la autonomía del paciente y evitar la infantilización
Ante estos cambios, es natural que muchos de los pacientes se vuelvan en cierta medida reticentes a estos cuidados, pues pueden sentirse infantilizados. Por ello, según las capacidades de la persona, se debe fomentar la autonomía del afectado durante el mayor tiempo posible. Esto aplica en actos cotidianos y rutinas, como la higiene personal.
Muchos cuidadores pueden dudar sobre cuándo deben ayudar o participar en algo tan íntimo como lavarse. La clave está, como en miles de aspectos, en usar el sentido común: brindar ayuda cuando surgen las dificultades para realizar la higiene de forma segura y adecuada. La doctora Ríos hace hincapié en que, en todo momento, “es esencial respetar sus costumbres y preferencias para preservar su dignidad y evitar que se sienta infantilizada o invadida”.
“Por ejemplo, en la ducha se puede emplear una silla de baño para garantizar la seguridad, permitiendo que la persona participe enjabonando las partes del cuerpo que pueda alcanzar, mientras el cuidador asiste en las áreas más difíciles, como la espalda. De manera similar, al usar el retrete, se debe animar a la persona a realizar la limpieza inicial, dejando que el cuidador complete la tarea si es necesario”, aclara la geriatra a este medio.
La infantilización del paciente ocurre con frecuencia y aminora significativamente la autoestima y el sentido de la dignidad. Por ello es importante respetar su autonomía y alentarles a participar en actividades cotidianas que se ajusten a su nivel cognitivo, que fortalezca su independencia y contribuya a un bienestar emocional y físico. “Mantener un equilibrio entre brindar el apoyo necesario y respetar su autonomía es clave para preservar su calidad de vida y evitar que la persona se sienta infantilizada o desvalorizada”.
Cómo comunicarse con un paciente de Alzheimer
La mejor manera de que el cuidador incorpore todos estos cambios (la retirada de alfombras, las barras de apoyo o los ajustes en la dieta) es con una comunicación clara, sencilla y empática con la persona con Alzheimer. Según la experta, “usar frases cortas, un tono calmado y mantener contacto visual facilita la comprensión y crea un ambiente de confianza”. En este sentido, también es crucial adaptar el mensaje al momento de explicar la enfermedad.
Sin embargo, la doctora Ríos apostilla que “en personas con anosognosia (incapacidad de reconocer sus déficits), nombrar la enfermedad directamente puede generar conflictos con el médico o los familiares. En estos casos, es preferible abordar los síntomas y las necesidades específicas sin etiquetar la enfermedad, para evitar resistencia o ansiedad”.