Una de las decisiones más difíciles a las que podemos enfrentarnos es, sin duda, romper con nuestra pareja. Decidir poner fin a una relación que empezamos con ilusión y con la esperanza de que funcionara no es sencillo, pues implica mucho más que perder el contacto con la persona que en algún momento quisimos. Cortar una relación también tiene otras muchas implicaciones, como ajustarse a una nueva rutina o, incluso, tener que buscar una nueva vivienda.
Dada la complejidad de la situación, muchas personas retrasan la decisión por miedo o porque no se ven capaces de dar el paso. También suele ocurrir que le aborden dudas sobre si romper con esa persona es la decisión correcta o si se trata de una crisis que se puede solucionar a medio o largo plazo. Aunque cada pareja tiene sus características propias, lo cierto es que existen señales que indican que una relación no está funcionando y que, quizás, lo mejor sea ponerle fin. Tomás Santa Cecilia, psicólogo y director de CECOPS Centro de Consultoría Psicológica de Madrid, revela algunas de estas señales que, si ocurren de manera persistente, pueden revelarnos que nuestra relación está en crisis.
El primer indicio de que una relación no funciona es cuando la comunicación comienza a fallar, pues esta es el pilar sobre el que se sustenta todas las conexiones sanas. Esto se manifiesta de varias formas: silencio prolongado, conversaciones superficiales, evasión de temas importantes o discusiones que no llegan a una solución. La falta de comunicación no solo dificulta la resolución de problemas, sino que también genera distanciamiento emocional. Si uno o ambos miembros de la pareja evitan expresar sus pensamientos, necesidades o sentimientos, se crea un vacío que, con el tiempo, puede llevar al resentimiento.
Otro signo de crisis es la desconexión emocional, que ocurre cuando los miembros de la pareja dejan de sentirse cercanos o íntimos. Puede manifestarse en la falta de muestras de cariño, como abrazos, besos o palabras afectuosas, o en la ausencia de interés por las emociones y experiencias del otro. Esta desconexión puede surgir por diversas razones: estrés, rutina, problemas no resueltos o simplemente la falta de tiempo de calidad juntos.
Todas las parejas enfrentan conflictos, pero cuando las discusiones son constantes, intensas y carecen de resolución, pueden ser una señal de que la relación está en problemas. Estos conflictos suelen girar en torno a los mismos temas, lo que indica que no se están abordando de manera efectiva. Además, los conflictos prolongados pueden generar dinámicas negativas, como el uso de críticas destructivas, sarcasmo, descalificaciones o actitudes defensivas. Esta constante confrontación puede desgastar emocionalmente a ambos y erosionar los sentimientos de amor y respeto.
Una relación sana requiere que ambos miembros trabajen juntos para mantenerla. Cuando uno de los dos siente que está haciendo más esfuerzo para resolver problemas, expresar amor o mantener el vínculo, puede surgir un desequilibrio que genera frustración y resentimiento. Esto puede incluir responsabilidades desiguales en el hogar, en la crianza de los hijos o en el propio compromiso emocional. La sensación de desigualdad hace que uno de los miembros no se sienta valorado o sobrecargado, lo que afecta la dinámica de la relación.
La clave: ser honesto con uno mismo
El psicólogo hace hincapié en que detectar estas señales no tiene por qué implicar que la relación debe terminar, pero sí nos dan algunas pistas sobre si verdaderamente queremos estar con esa persona. Para decidir si es momento de tomar la decisión de separarse, se necesita autoconocimiento y honestidad tanto con uno mismo como con la pareja.
Por ello, es importante valorar si se comparten los mismos valores, objetivos o aficiones, así como cuál sería el impacto en nuestra vida emocional. Santa Cecilia también recuerda que romper con alguien no es sinónimo de haber fracasado, sino de hacer una elección consciente de que queremos una vida más satisfactoria.