La tiroiditis de Hashimoto es una enfermedad autoinmune que afecta la glándula tiroides, una pequeña estructura en forma de mariposa situada en la base del cuello. Esta afección ocurre cuando el sistema inmunológico ataca por error a la tiroides, causando inflamación crónica que, con el tiempo, puede deteriorar su capacidad para producir hormonas esenciales. Estas hormonas, conocidas como tiroxina (T4) y triyodotironina (T3), son fundamentales para regular el metabolismo, controlar la temperatura corporal y garantizar el correcto funcionamiento del corazón, músculos y sistema nervioso, tal y como explican los profesionales de la Clínica Mayo.
Aunque las causas exactas de la enfermedad de la tiroides no se comprenden del todo, los expertos coinciden en que es una combinación de factores genéticos, ambientales y del sistema inmunológico. Una predisposición hereditaria parece ser clave, ya que tener familiares con enfermedades autoinmunes, incluidas las tiroideas, aumenta el riesgo de desarrollarla. Además, ciertos desencadenantes, como infecciones bacterianas o virales, podrían activar la respuesta inmune anormal.
En las primeras etapas, Hashimoto puede ser silenciosa y asintomática. Sin embargo, a medida que la tiroides se ve más afectada, comienzan a aparecer signos de hipotiroidismo, la principal consecuencia de esta afección. Entre los síntomas más comunes se encuentran la fatiga persistente, la lentitud mental, el aumento de peso sin causa aparente y la sensibilidad al frío. También puede haber caída del cabello, sequedad en la piel, estreñimiento y problemas menstruales en las mujeres.
Otro síntoma característico es el bocio, una inflamación visible en el cuello causada por el agrandamiento de la tiroides. Aunque no siempre es doloroso, esta condición puede causar incomodidad al tragar o respirar en casos graves. En muchos pacientes, los síntomas aparecen de forma gradual, lo que dificulta el diagnóstico temprano. En niños y adolescentes, esta enfermedad también puede afectar el crecimiento y el desarrollo normal, según la Clínica Mayo.
Diagnóstico y tratamiento de la tiroiditis de Hashimoto
El diagnóstico de la tiroiditis de Hashimoto se realiza mediante una combinación de pruebas clínicas y de laboratorio. Ante la sospecha de un caso de esta enfermedad, los médicos suelen medir los niveles de la hormona estimulante de la tiroides (TSH) y la tiroxina libre (T4) a través de análisis de sangre. En los casos de hipotiroidismo asociado a Hashimoto, la TSH estará elevada mientras que la T4 estará baja, según Clínica Mayo.
El tratamiento estándar para la tiroiditis de Hashimoto es la terapia de reemplazo hormonal, que consiste en el uso diario de levotiroxina, una forma sintética de la hormona tiroidea T4 que ayuda a restaurar los niveles hormonales normales. Este tratamiento no cura la enfermedad, pero controla los síntomas y evita complicaciones. Es importante ajustar la dosis de levotiroxina según las necesidades individuales, lo que requiere análisis periódicos de TSH y T4.
Con un diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado, la mayoría de las personas con tiroiditis de Hashimoto pueden llevar una vida normal. Sin embargo, la enfermedad puede aumentar el riesgo de desarrollar otras afecciones autoinmunes, como la diabetes o la artritis reumatoide, por lo que es crucial realizar un seguimiento médico regular.