“Hacedme el favor de acompañarme en esta triste historia”, con esta frase, Jesús Soriano, más conocido en redes como @SoyCamarero, nos introduce a un relato protagonizado por un jefe y un empleado. Las publicaciones del creador de contenido suelen estar centradas en los malos tratos que los trabajadores reciben por parte de sus superiores, reseñas injustas de clientes y en ofertas de trabajo bochornosas. En esta ocasión, ha sido una de estas últimas la protagonista.
Para comprender mejor la narración, Soriano muestra unas capturas de pantalla de WhatsApp de una conversación entre un camarero interesado en un puesto de trabajo y el dueño del establecimiento. El diálogo parece sacado de una cámara oculta. En un primer momento, discurre todo con normalidad, pero conforme el trabajador realiza preguntas lógicas sobre el horario y las condiciones, el propietario va mostrando su verdadera cara: no le interesan en absoluto los derechos de la gente que sirve en su bar.
“Estoy cansado de currículums falsos”
“Hola buenas, he enviado el currículum al correo que me dio y aún no he recibido respuesta. Quería saber si siguen buscando camareros o el puesto ya está cubierto para seguir a la espera o no”, pregunta el solicitante. El jefe se disculpa por haberse demorado con la respuesta alegando que han estado “muy liados el finde”. Tras leer su currículum, le comenta que le parece impecable a primera vista, tanto que le hace dudar, ya que, no comprende cómo alguien de su experiencia, con idiomas y habiendo trabajado “en hoteles de gran nombre”, está buscando “trabajo en un bar familiar, en un pueblo pequeño”. “Estoy cansado de currículums falsos”, añade.
El camarero se muestra comprensible, asegura que puede demostrar su experiencia y aporta explicaciones que no tendría por qué dar. Comenta que se ha mudado a la localidad por “motivos de salud de un familiar”, que ha solicitado una excedencia “para estar más cerca y empezar de nuevo”.
“Es de mal gusto preguntar eso”
Empleador le comenta entonces que le hará una prueba ese miércoles. Como es lógico, antes de pasarse por el bar, el solicitante pregunta por las horas que trabajará y su salario. La respuesta del propietario no tiene pérdida: “En la prueba no estás de alta porque no sé si te quedarás o no, trabajarás en el primer turno, son unas cinco o seis horas y cobrarás más de lo que estás cobrando ahora seguro. Es de mal gusto preguntar eso, te pagaré igual que al resto de camareros. Nuestro bar es el que mejor paga en este pueblo, no te preocupes por eso”.
Ofendido porque un empleado se interese por sus derechos, empieza a mostrar su verdadera cara. El camarero se defiende y le espeta que “para nada es de mal gusto preguntar” cuánto le va a pagar porque para eso trabajo. “Claro que me preocupa, porque ya me han dicho en otros sitios que me pagarían cinco euros la hora y eso no lo voy a aceptar”, continúa.
“Estás en un pueblo, no en un hotel de lujo en Mallorca”
Con esta réplica, parece sensato imaginar que el propietario va a relajar sus formas. Nada más lejos de la realidad. Con total condescendencia le comenta que parece que aún no es “consciente” de que está en “un pueblo y no en un hotel de lujo en Mallorca”. “Pero bueno, te digo las condiciones que hay aquí y en todo el pueblo. No pagamos por horas, pagamos por servicio. 30 euros si trabajas medio día y 50 si trabajas los dos turnos. El horario es de 12 a 17:30 más lo que tardéis en limpiar el bar para el cierre, ya eso es cosa vuestra. De 20 a 12:30 más lo que tardéis en limpiar de nuevo”, agrega.
Más tarde, le aclara que estas condiciones son “de extra” que él a sus empleados lo tiene “legalmente trabajando”. “No creas que soy un pirata, sólo que a nosotros los dueños nos tienen ahogados y no nos permiten tener a toda la plantilla como nos gustaría”, se excusa. “Mis empleados fijos cobran 1200 euros y libran un día y medio y a veces cuando la familia tiene algún evento cerramos un sábado y todos los camareros libran el sábado. Evidentemente, esa semana sólo se libra el sábado porque es como que librar un sábado cuenta como día y medio en la hostelería, es así y todos lo entienden”, concluye.
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“Lo que me faltaba es que un camarero pretenda que le saque de pobre”
El trabajador feliz de haber descubierto la vena de explotador del propietario antes de haber aceptado el puesto, se despide de él no sin antes dejarle un mensaje contundente. “A mí esto no me interesa y mucho menos me da buena espina saber que usted se siente orgulloso de sus condiciones y más aún saber que usted ofrece las mejores condiciones en el pueblo. Gracias por su tiempo, espero que encuentre gente. A mí no me interesa”, suelta.
Como los animales que se sienten atacados y gruñen, el empleador tiene que tener la última palabra para paliar esa sensación de inferioridad. “Jajajaj, ¿suerte yo? Suerte para ti porque me parece que estás muy arribita, hay que ser más humilde. Menos mal que no has querido venir porque lo que me faltaba a mí es un camarero que pretenda que yo lo saque de pobre. Aquí hay que currar y de camarero no quieras tú cobrar y vivir como un funcionario. Te vas a tener que volver a donde estabas porque aquí no vas a encontrar nada”.