“Soy Camarero. El cliente NO siempre tiene la razón.” Así se presenta Jesús Soriano en su perfíl de X (anteriormente Twitter), derivando a su novela gráfica con ese título. Realmente, su presencia en redes es, en su totalidad, la mayor evidencia de que el lema original no está grabado en piedra: pensado para armar de paciencia a los trabajadores de atención al público en su esfuerzo para lograr la mayor satisfacción de los clientes, hace también las veces de arma que blandir en su contra en manos de consumidores que se arrogan el poder de la razón, sin atender a razón alguna.
@soyCamarero se dedica, además de a ser camarero, a exponer a la opinión pública las situaciones de injusticia en la industria hostelera que se le hacen llegar. Suelen ser casos en los que un empleador o un cliente abusan de la dinámica de poder que se establece en el contexto del sector servicios. Son muchas ya las anécdotas que ha compartido en sus redes, algunas más graciosas y otras más graves, entre faltas de respeto al trabajador, ofertas de trabajo con condiciones ilegales, y jefes que tratan de aprovecharse de su condición.
Buenas respuesta 👏 pic.twitter.com/b8Jn2D2NTY
— Soy Camarero (@soycamarero) November 15, 2024
Exigir servicio a toda costa y enfurruñarse cuando no te hacen caso
La última de estas es, quizás, de las menos graves: un grupo de personas puntuó con el mínimo posible y dejó una mala reseña de un local, alegando que habían recibido un “servicio nefasto” y que “parecía que no tenían ganas de trabajar”, pero sin dar más explicaciones. En el peor de los casos, es una queja un tanto abierta que no explicita las causas de las que se interpreta esta aparente desgana. Sin embargo, seguramente por no dejarlo a libre interpretación, el local respondió aclarando la situación, defendiendo a sus trabajadores, y negando que se tratase de una falta de ganas, sino una cuestión de respetar los derechos y los horarios de los empleados: “Vinisteis sin reserva pasadas las diez de la noche, y os dijimos muy amablemente que después de las diez no cogemos mesas”, explicaba la respuesta.
Si la cocina de un local cierra a determinada hora, poco se puede hacer, por mucha hambre que se tenga. Si, además, el local informa de que no atenderá más pedidos, lo más probable es que los empleados ya hayan comenzado el proceso de cierre, que no es corto ni sencillo: como mínimo, se deben limpiar a fondo todas las superficies que entren en contacto con alimentos, guardar el producto sobrante y hacer inventario, limpiar las mesas, suelo, y baños del comedor, vaciar las basuras, contar las ganancias... pretender que los trabajadores se retrasen indica una falta de comprensión que, con mucha probabilidad, debe tener que ver con darse demasiada importancia.
El local fue tajante en su respuesta, dejando claro que volverían a hacer lo mismo: “Si el motivo de calificar mal un sitio es que no entendéis los derechos de los trabajadores a tener un horario, será mejor que no volváis porque este no es vuestro sitio”. Es lo de menos, pero aun así solo puede agradecerse que existan jefes que anteponen el bienestar y los derechos de sus empleados a la productividad o a las exigencias de clientes. Y que, además, no vacilen cuando toca dejarlo claro.