La segunda semana de este mes de noviembre, en concreto el martes 5 y el miércoles 6, se celebró el Trofeo Mundial de la Pizza en Menton, una comuna francesa del departamento de los Alpes Marítimos, casi en la frontera con Italia. Según el periódico francés Day FR, una cincuentena de virtuosos de la pizza se enfrentaron entre sí frente a un jurado compuesto por personalidades del mundillo gastronómico como Gilles Brunner, quien fuera cocinero jefe del Palacio del príncipe de Mónaco hasta 2004 y su sucesor, Christian García.
Cyrille Auffret es un pizzero de Trégunc, una población francesa de la región de Bretaña, que se proclamó campeón del mundo a dúo junto a su compañero Jérôme Gourmelen. Sin embargo, la alegría no le duró mucho tiempo: apenas 10 días después, el 15 de noviembre, anunció a través de sus redes “el cierre definitivo de su pizzería”. El local, “La main à la pâte” (manos a la obra en castellano), había conseguido ya una clientela fiel a lo largo de sus casi cinco años de actividad desde su apertura en febrero de 2020. Según explicaba Cyrille en el comunicado que publicó en la cuenta de Facebook de su restaurante, ya sabía “desde hacía un tiempo que la pizzería no estaba en buenas condiciones por todos nuestros problemas con los distribuidores. ¡Pero hoy podemos decir que los distribuidores nos han matado!”
“Fue una batalla perdida”: así anunció Cyrille el cierre de su restaurante
Según explica “sin querer entrar en detalles”, la pizzería ya no podía compensar, entre otras cosas, los gastos de “5 máquinas expendedoras que no funcionan desde agosto y que funcionan cada dos días desde septiembre del año pasado.” A pesar de que habría intentado a toda costa mantener abierto su negocio, finalmente tuvo que tomar la difícil decisión de cerrar sus puertas para siempre: “fue una batalla perdida contra un grupo que no asume ninguna responsabilidad.”
“Mentalmente no es fácil cuando has dado tanto por un negocio y sacrificado tanto, a mi familia, a mis amigos y sobre todo a mi esposa y mis hijas para llegar allí”. Según cuenta, ya tenía claro que esto iba a suceder antes incluso de ir al campeonato mundial. Sin su mujer Marie, explica, no habría sido capaz de animarse ni de ganar, aunque en todo momento ambos eran conscientes de lo que les esperaba al volver a casa.
“Quería agradeceros a todos vuestro apoyo incondicional durante estos 5 años, vuestra fidelidad desde el principio. Me hubiera gustado agradecer a todos personalmente por todos estos buenos momentos pasados juntos pero no tengo fuerzas, no puedo evitar contener las lágrimas” continúa el campeón del mundo, recordando con melancolía los buenos momentos vividos en la pizzería y todo lo que aportó a su vida y a su familia. Su error, reflexiona, fue tratar de depender de los distribuidores para desarrollar su negocio.
Sin embargo, teniendo en cuenta la pasión que parece sentir por su profesión, el recién adquirido reconocimiento internacional, y el tiempo que está dedicando a “descubrir cómo recuperarse” junto a su familia, lo más probable es que no sea el fin de su carrera en el mundo gastronómico. El pizzero bretón acabó su comunicado con “vivir no es esperar a que pase la tormenta sino aprender a bailar bajo la lluvia”, dejando claro que ve una luz al final del túnel y que el haber tenido que cerrar su negocio se trata de un duro golpe, pero nada más.