La gripe estacional es una condición muy infecciosa que es provocada por el virus de la gripe o influenza. Todos los años, con la llegada del invierno, se desatan olas epidémicas de la enfermedad. La gripe es una infección respiratoria que, aunque en la mayoría de casos es leve, puede agravarse y llegar incluso a provocar la muerte. Según datos de Statista, sólo en 2023 hubo 1.535 casos mortales registrados en España, el valor más alto desde las 1.852 personas que fallecieron por gripe en 2018.
El virus de influenza se transmite muy fácilmente entre personas: basta con una pequeña gota que, expulsada con la tos o estornudos, entre en contacto con las mucosas de un individuo sano. La mayoría de infectados se recupera con el paso de una o dos semanas, en las que exhibe síntomas como dolor de cabeza, tos seca, congestión o goteo nasal, o dolor de garganta, entre otros. Sin embargo, en niños, personas mayores, individuos que padecen enfermedades crónicas o sistemas inmunes debilitados, esta infección puede ser mucho más grave y conllevar grandes complicaciones.
Actualmente, la forma más efectiva de combatir la gripe es la vacunación. Cada año, la Consejería de Sanidad lleva a cabo su Campaña de vacunación antigripal a través de la Dirección General de Salud Pública. Está dirigida especialmente a proteger a esos estratos más vulnerables de los síntomas más peligrosos de influenza. Este año comenzó el pasado 7 de octubre y acabará el 25 de enero de 2025. Según la página web de la Comunidad de Madrid, se recomienda recibir la dosis a personas mayores de 60 años, a mujeres embarazadas, a personas que convivan o interactúen habitualmente con personas vulnerables, y todo aquel que realice servicios públicos, además de a niños de 6 a 59 meses de edad, estudiantes de prácticas en centros sanitarios, a personas fumadoras, personal de centros de educación infantil y trabajadores en contacto con ganado o aves domésticas.
Los (posibles) efectos secundarios de vacunarse de la gripe
A pesar de ser el mecanismo de defensa más eficaz contra esta enfermedad endémica, al igual que la mayoría de vacunas, la de la influenza tiene algunos efectos secundarios, si bien leves y temporales. Según Medline, la página web oficial de la Biblioteca Nacional de Medicina respaldada por el Instituto Nacional de Salud estadounidense, la reacción a la vacuna puede provocar secreción o congestión nasal, sibilancias al respirar, o dolor de cabeza, además de vómitos, dolores musculares, fiebre, dolor de garganta, y tos.
Cabe la posibilidad, aunque sea improbable, de que la aplicación de la vacuna provoque una reacción alérgica más grave. En caso de experimentar síntomas como urticaria, hinchazón de la cara y/o de la garganta, dificultad para respirar, una aceleración del ritmo cardíaco, mareos, o una debilidad generalizada, la recomendación es ponerse en contacto con los servicios de emergencia sanitarios o acudir a las urgencias del hospital más cercano.
Más allá de la vacuna, existen otras medidas que reducen el riesgo de contagio, muy conocidas ya por la población desde la pandemia del Covid-19: cubrirse la boca y la nariz al estornudar o toser, utilizar mascarillas en lugares públicos multitudinarios, e introducir buenos hábitos en el día a día, desde una buena alimentación, una buena higiene, dormir lo suficiente y hacer ejercicio físico regularmente son algunas maneras de fortalecer el organismo ante posibles infecciones víricas.