La resistencia a los antibióticos ya ha sido definida por cientos de profesionales de la salud como una “epidemia silenciosa” a la que debemos hacer frente cuanto antes. De seguir así, esta problemática podría provocar casi 40 millones de muertos en 2050, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Es por ello que médicos y farmacéuticos se unen para recalcar la importancia de tomar la dosis correcta de cada medicación, especialmente los antibióticos.
Por lo general, las cajas de antibióticos están diseñadas para que terminen justo con el fin del tratamiento, por lo que el paciente no tendría necesidad de comprar más. Sin embargo, muchas personas lo toman de forma incorrecta y, si les sobran, vuelven a ingerirlos cuando en un futuro sienten una dolencia parecida, sin receta alguna de su médico. Es entonces donde existe el peligro de desarrollar esa resistencia a los antibióticos.
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La resistencia a los antibióticos ocurre cuando las bacterias cambian y desarrollan la capacidad de resistir los efectos de los antibióticos diseñados para eliminarlas, lo que impide que los tratamientos convencionales funcionen eficazmente, prolongando enfermedades y aumentando el riesgo de complicaciones graves. Los antibióticos son medicamentos que se utilizan para combatir infecciones bacterianas específicas, y no deben ser usados para tratar infecciones virales, como resfriados o la gripe.
Consecuencias de tomar antibióticos más días de los indicados
Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) alertan de que uno de los riesgos más serios de exceder el tiempo de tratamiento antibiótico recomendado es que las bacterias pueden adaptarse y desarrollar resistencia. Cuando se toman antibióticos por más días de lo necesario, las bacterias que quedan en el organismo pueden acostumbrarse a la presencia del fármaco y modificar su estructura genética para sobrevivir, pudiendo replicarse y transmitir su resistencia a otras bacterias, creando cepas bacterianas que no responden a los antibióticos convencionales.
Los antibióticos no solo atacan a las bacterias que causan la infección, sino también a las bacterias beneficiosas que viven en el intestino y, en su formación de la microbiota, desempeñan un papel crucial en la digestión, la inmunidad y el equilibrio general del organismo. Si el tratamiento antibiótico se prolonga, la microbiota puede sufrir daños importantes, llevando a desequilibrios como el sobrecrecimiento de bacterias perjudiciales. Esto puede ocasionar problemas gastrointestinales, como diarrea y colitis, y un aumento en la susceptibilidad a futuras infecciones.
Al eliminarse las bacterias protectoras, el organismo puede quedar expuesto a infecciones oportunistas. Una de las infecciones secundarias más comunes es la causada por la Clostridium difficile, que se asocia a diarrea grave y colitis. Esta bacteria tiene más facilidad para proliferar en personas que han tenido un tratamiento prolongado con antibióticos, ya que estos disminuyen la competencia de bacterias saludables que normalmente limitarían su crecimiento.
El uso prolongado o incorrecto de antibióticos también afecta la eficacia de futuros tratamientos para el mismo paciente. Las bacterias resistentes no responden a los antibióticos tradicionales, lo que obliga a los médicos a recurrir a fármacos más fuertes y costosos, que pueden tener efectos secundarios más severos y, en algunos casos, tampoco garantizan la efectividad. A nivel mundial, esto implica una limitación de opciones terapéuticas para tratar infecciones comunes.