Cuando un madrileño cree que tiene una urgencia médica porque realmente se encuentra muy mal, puede hacer dos cosas: ir directamente a un hospital o visitar alguno de los 78 Puntos de Atención Continuada (PAC) que hay distribuidos en toda la Comunidad de Madrid. El Gobierno regional que preside Isabel Díaz Ayuso reorganizó ahora hace dos años el sistema de urgencias extrahospitalarias, las que funcionan por las noches y los fines de semana, cuando los centros de salud ya están cerrados. Antes se conocían como Servicios de Urgencias de Atención Primaria (SUAP) en las ciudades y Servicios de Atención Rural (SAR) en los pueblos.
Hoy todos se llaman PAC. Su reorganización motivó protestas de los sindicatos y los profesionales que trabajan en ellos, porque la Consejería de Sanidad decidió que no hacía falta que todos tuvieran médicos: en 29 de ellos los ciudadanos son atendidos solo por enfermeros. Se supone que los PAC están diseñados para que los pacientes acudan por dolencias menores para no estresar y saturar las urgencias de los hospitales. La plataforma SAR-SUAP Madrid asegura que estos centros no cuentan, tras la reorganización, con los suficientes recursos. Aunque los datos bailan cada semana, señalan que hay 187 médicos cuando debería haber 212 y solo 137 enfermeros cuando la plantilla debería ser de 184. “Un recorte medio del 18%”.
Javier (nombre ficticio) es uno de los facultativos que trabaja en los 49 PAC que sí cuentan con médico. Concretamente en el de Arganda del Rey. Define como “triaje de guerra” la jornada de guardia de 24 horas que hizo el pasado sábado 2 de noviembre, en la que atendió a 95 pacientes, algunos de ellos derivados de otros PAC, como el de Rivas, el Ángela Uriarte y el de Pavones, porque en estos no había compañeros para atenderlos. Las primeras doce horas contó con el apoyo de un médico de refuerzo, pero el turno de este acabó a las 20 horas y toda la noche la pasó solo junto a una enfermera y un celador.
La jornada se empezó a complicar después de las 22 horas, cuando Javier estaba atendiendo a un paciente con cuadro de visión borrosa y pérdida de sensibilidad en el lado izquierdo de la cara, “lo que podría ser un ictus”, cuando acude otro paciente con un cuadro de angioedema, hinchazón en la garganta que impide la respiración. “Dejo entonces de atender el posible ictus para atender la urgencia vital”. Pero como no hay dos sin tres, en esos momentos entran en el PAC dos agentes de Guardia Civil y otros dos de Policía local con detenido “que presenta una agresividad extrema, ya que se está dando golpes con la cabeza en el interior del vehículo. Les indico que estamos tratando un caso de extrema gravedad y que tendrán que esperar”.
Tres pacientes a la vez
Todo se complica. El ciudadano con un posible ictus está en una sala mientras el que padece el angioedema se está mareando en otra. “Su tensión es muy baja y sufre dolor abdominal. Ante la posibilidad de afectación intestinal, indico a la enfermera que administre fármacos y suero y aviso al 112 solicitando UVI móvil”. Pero el detenido también reclama atención, ya que sigue muy agresivo. “El ruido por los gritos y golpes del detenido” hacen que la enfermera tenga dificultades para poner una vía al hombre que sufre el angioedema.
Javier intenta poner un poco de orden y administra 10 miligramos de diazepam al paciente que ha llegado detenido. “No surte efecto y los agentes tienen que sujetarlo. Mientras, el paciente con un posible ictus continúa esperando. Y entonces el timbre de urgencias suena varias veces”, lo que indica que hay más pacientes esperando. “En ese momento llega la UVI móvil”. Sus técnicos ayudan con el detenido, que sigue muy agresivo. “Le administramos antipsicótico intramuscular. No surte efecto y decidimos ponerle un tranquilizante más potente. Para ello hay que inmovilizarle entre varios. Pero durante esta última sujeción, el paciente se daña la muñeca derecha con las esposas y presenta un sangrado a chorro sugerente de herida vascular. La sangre salpica por todos lados”. Afortunadamente, hace efecto el último tranquilizante y se queda por fin dormido.
Javier puede ocuparse del posible ictus y del angioedema. Para rizar más el rizo, el celador le indica a las 23:57 que acaba de llegar otro paciente, un discapacitado auditivo, “con la cara hinchada, otro posible angioedema”. “Termino de atender al paciente con posible ictus, el cual finalmente parece sufrir un cuadro de ansiedad. Doy alta con ansiolíticos. Atiendo en la puerta al paciente que ha llegado con la cara hinchada, pero resulta ser un flemón”. Luego le toca el turno a un vecino de 68 años con insuficiencia cardiaca que lleva esperando desde su llegada a las 22:07. “También atiendo a una mujer con cefalea, a otro paciente con laringitis, una parasitosis...”. A las 02.30 consigue atender al último paciente de la sala y Javier puede cenar algo. Un pequeño descanso. Seguirá viendo a más enfermos hasta las 05:30. “A las 8 de la mañana finaliza mi turno, pero no llega mi relevo. Aviso al jefe de guardia. El relevo llegará un poco más tarde. Llega a las 8.45, pero se trata de una enfermera. El domingo nuestro servicio de urgencias médicas no contará con un médico, por lo que comienza así un nuevo ciclo de derivación de pacientes a otros PAC que sí tengan médico o directamente al hospital”.
“Me voy a descansar mientras pienso en mi próximo turno de 24 horas. Espero que la fortuna impida la muerte de algún paciente, igual que ha ocurrido este sábado”. Javier habla de “triaje de guerra” porque la jornada ha podido dejar varias víctimas: el paciente detenido, con su herida vascular; el paciente con angioedema, que pudo morir; y el paciente con un posible ictus. “Si se hubiera confirmado el diagnóstico, el retraso en el tratamiento hubiera empeorado en gran medida su pronóstico”. Pero hay más víctimas: él y su compañera enfermera. “Yo como único profesional médico en el dispositivo, por el estado de presión asistencial, y por tener que decidir a qué paciente crítico valoro y trato primero. Y la enfermera que no pudo realizar su trabajo con la necesaria tranquilidad y seguridad para los pacientes”.
Un solo médico, sinónimo de demoras
Desde la Plataforma SAR-SUAP señalan que el hecho de que un centro sanitario como el de Arganda del Rey cuente con un solo médico a partir de las 20 horas provoca “demoras en el diagnóstico y tratamiento de varios pacientes, lo que puede originar numerosos daños. Sin olvidar a que Arganda están acudiendo pacientes de otros PAC que no tienen dotación médica. Este el pan nuestro de cada día en la mayor parte de los dispositivos de urgencias extrahospitalarias de Madrid”. Desde la plataforma también critican que el nuevo Real Decreto 610/2024, que crea la especialidad de Medicina de Urgencias y Emergencias del Ministerio de Sanidad, excluye de forma expresa a los médicos de los PAC, “que llevan multitud de años realizando este trabajo y se les niega el derecho a optar siquiera a conseguir la homologación y el título”.