A María Cantos no le gusta llamar “paciente” a la mujer embarazada: “No está padeciendo nada, solo es una usuaria del sistema sanitario”. Su ilusionante forma de entender el parto constituye una mirada más amable de este proceso único en la vida. Frente a la oleada de denuncias de mujeres que han sufrido violencia obstétrica, la Coordinadora de Matronas del Hospital Universitario QuirónSalud de Madrid aboga en una entrevista con Infobae España por resignificar este proceso, humanizarlo, escuchar los deseos de la madre.
Las matronas cuentan con las competencias necesarias para analizar si una madre está en proceso de parto, ya sea por una rotura de bolsa o la aparición de contracciones. Son ellas las que atienden los partos fisiológicos, que son los considerados “normales”. Es decir, aquellos que han superado la semana 37 y el niño ya tiene la suficiente madurez para nacer sin ningún tipo de ayuda externa.
Pregunta: ¿Cómo se sabe cuando una mujer está de parto?
Respuesta: El proceso de parto se sabe principalmente por contracciones cada dos o tres minutos de forma regular. Cuando hacemos una exploración vaginal, lo que vemos es el grado de dilatación que tiene el cuello del útero. Si en el cuello del útero me entra la yema de mi dedo, puedo decir que eso es un centímetro. Si me entran dos dedos, son tres centímetros. Si mis dos dedos los puedo separar un poco, eso son como cuatro centímetros. La dilatación está completa cuando se llega a los diez centímetros.
Una vez está la mujer en la urgencia, otra de las pruebas que tenemos que hacer también es valorar que el bebé se encuentre bien. Eso lo hacemos con el famoso monitor materno fetal, un aparato que tiene un Doppler y se coloca en el abdomen de la mujer. Las matronas lo que hacemos es buscar la espalda del bebé para colocar el sensor justo en la espalda del niño, porque lo que va a percibir ese Doppler es la frecuencia cardíaca del bebé. Nosotras tenemos que estar continuamente leyendo los cambios que hace esa frecuencia cardíaca del bebé para saber si se encuentra bien, si está pasando un estado más incómodo, si está en un estado de alarma...
P: En el momento de la dilatación, ¿hay alguna diferencia entre las madres primerizas y aquellas que ya han vivido algún parto?
R: Si una mujer ha pasado ya por un proceso de parto, habitualmente los tejidos están más elásticos. En un segundo o tercer parto, los tejidos son más blandos y la dilatación del cuello del útero ocurre más rápidamente. Yo siempre digo que el segundo parto es el bonito, porque el primero es muy duro, muy largo. Es agotador.
P: ¿Recuerda cuál es el parto más largo que ha atendido?
R: Desde que empezó el proceso de parto (hablamos de tres o cuatro centímetros con contracciones cada dos o tres minutos), creo que fueron más de 16 horas. Existe un error mediático porque hay muchas mujeres que dicen que su parto duró tres días... Eso no es posible. Lo que ocurre habitualmente es que una mujer puede estar dos días y medio aproximadamente, con contracciones irregulares que no le dejan descansar y con 1 o 2 centímetros de dilatación, pero no está de parto. A esa fase se le llama pródromos. Además, creo que la palabra dolor tenemos que intentar reducirla al máximo porque la gente le tiene pavor al parto por culpa de eso. Hay que entender que las contracciones son incómodas y molestas, pero se pueden manejar.
P: ¿Se refiere a la epidural?
R: La epidural conviene ponerla como mínimo cuando una mujer tiene iniciado el proceso de parto. Yo siempre le digo a todo el mundo que cualquier decisión que se tome en esta vida siempre tiene su parte positiva y su parte negativa. La epidural no deja de ser una herramienta para ayudar a aliviar la sensación de las contracciones, dentro de otros recursos. Nosotras recomendamos el uso de pelotas, del calor, de las bañeras de parto... porque todo lo que sea crear relajación favorece y eso está demostrado. El cuerpo de la mujer está preparado para poder pasar por un proceso de parto, no es un sufrimiento. Tenemos otros recursos y hay que enseñar a las mujeres a utilizarlos, porque la epidural también tiene sus limitaciones.
P: ¿Como cuáles?
R: La movilización se reduce y puede variar la percepción de la mujer a la hora de empujar, porque no lo hace igual de bien. También tenemos que estar pendientes de cambiar las dosis que sean las correctas para cada mujer. No es cuestión de “me pongo la epidural, no me va a doler nada y el parto va a ir estupendamente”, como mucha gente piensa. Si he hecho una correcta preparación al parto, si ya he utilizado la pelota, el calor, los masajes y no me encuentro bien ni estoy disfrutando del proceso... Vivimos en el siglo XXI y podemos pedir la epidural. Lo importante es mentalizar a la ciudadanía de que existen otras herramientas que también funcionan y de que todo lo que sea un medicamento va a tener un efecto en ti, que puede ser distinto al de otra persona.
P: Desde que comenzó a ejercer como matrona, ¿ha visto muchos cambios en su profesión?
R: Yo empecé a trabajar en uno de los hospitales más reconocidos en España en asistencia al parto, que es el de La Paz de Madrid. Teníamos una barbaridad de partos al día: entre 40 y 45. Esa carga asistencial conllevaba para los trabajadores que teníamos que correr sí o sí, que necesitábamos los paritorios libres pronto porque iban a venir más mujeres. En esas situaciones lo que hacíamos era medicalizar el parto, intervenir para que fuese más rápido. Rompíamos las bolsas, poníamos oxitocina, estimulábamos el proceso. Cuando se abrieron más hospitales en la Comunidad, la carga asistencial se redujo, al tiempo que apareció un movimiento de muchas personas que pedían que fuera el propio cuerpo de la mujer el que fuera respondiendo al parto. Hoy lo que hacemos en la mayoría de los hospitales es una atención al parto humanizado o parto respetado.
P: ¿En qué consiste este parto respetado?
R: Es mucho más bonito porque escuchamos a las parejas. Las matronas tenemos que velar por el bienestar físico, psicológico y emocional de la persona a la que estás atendiendo. No puedo potenciar los traumas del proceso de parto porque quiero que recuerde el parto como una vivencia positiva. Antiguamente, el papel de las matronas era muy intervencionista; hoy principalmente tenemos un papel observador. Se puede poner música, explicar a la familia lo que está pasando en todo momento, sobre todo si hay que hacer una cesárea y esa madre asustada. Hay que explicarles los motivos y ella misma será la primera en entenderlo. Todo eso puede ser determinante para que esa misma mujer quiera volver a tener hijos o no.
P: En los últimos años, cientos de mujeres se han sumado al movimiento de denuncia de violencia obstétrica que sufrieron durante sus partos. ¿Considera que todavía hoy se está realizando esta mala praxis?
R: Desde luego que la violencia obstétrica está afectando psicológicamente a muchas embarazadas. No es el hecho simplemente de aplicar una técnica, porque yo a veces he tenido que realizar una rotura de bolsa, pero lo que he hecho ha sido explicárselo a la mujer, darle razones de por qué hacemos lo que hacemos. Lo normal en ese aspecto es que si tú explicas las cosas y el porqué, las mujeres lo entienden; el problema es cuando no explicas y actúas sin aplicar las evidencias científicas. Entonces, lo que hay que hacer es practicar la comunicación constantemente, eso es algo importantísimo en nuestra profesión. El momento del parto es único y las matronas tenemos que ayudar a que esa vivencia sea positiva y se recuerde con ilusión.