¿Es bueno discutir con tu pareja? Tres psicólogas opinan sobre las peleas que tenemos con quienes más queremos

Lucía Camín, Syra Balazat y Julia Pascual hacen terapia con personas que pretenden reducir y sanear los problemas en sus relaciones

Una pareja enfadada. (Getty Images)

Hace miles de años que la mayoría de los seres humanos practicamos la monogamia. Tantos, que resulta difícil tener una cifra exacta, aunque se cree que comenzamos a formar parejas cuando dejamos de ser nómadas, es decir, cuando aprendimos a quedarnos quietos. Un origen inexacto, génesis de otros grandes pilares de nuestra sociedad, como el amor o el matrimonio, pero también de cosas más pequeñas: las camas dobles, por ejemplo, o las discusiones de pareja.

Sobre esto último cabe decir que tal vez sea algo tan antiguo como las parejas mismas. Los dioses de la antigüedad no escatimaban en disputas conyugales, y Lisístrata y varias mujeres griegas más privaron del sexo a sus maridos como protesta por la guerra. Las discusiones de pareja, en definitiva, llevan tanto con nosotros que a día de hoy es difícil imaginar una relación sin las típicas discusiones, que van desde las ‘tonterías’ a las grandes peleas, causantes incluso de una ruptura.

Diferenciar entre discusión y pelea

“Discutir forma parte de nuestra forma de gestionar las emociones”, opina Syra Balanzat. Esta terapeuta, perteneciente al centro El Prado Psicólogos de Madrid, entiende que las discusiones “son necesarias, siempre y cuando haya una solución”. En su consulta, ha visto a gente que discute de más y gente que discute de menos. No en vano, expresar los desacuerdos tiene una función, que es “poder llegar a un acuerdo y expresar las diferentes necesidades y deseos de cada persona”. Por ello, es bueno discutir, pero es importante discutir bien.

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Otra psicóloga del centro especializado en terapia de pareja Alcea Psicología (Madrid) es Lucía Camín, la cual no tarda en apuntar el hecho de que “habría que ver qué es discutir”. Para ella, este concepto hace referencia a “intercambiar puntos de vista sobre diferentes necesidades que podemos tener”. En otras palabras, un conflicto de intereses. “Lo que creo que comúnmente entendemos por discusiones tiene más que ver con estar cabreado”. Entran, entonces, la frustración, los reproches, el hablar mal. “Eso no sirve para nada”, concluye.

Quien se pelea se desea

La ira es inevitable. Las personas tenemos sentimientos, y en muchos casos un exceso de ellos es lo que nos conduce a perder de vista el poco provecho que tiene atacar a la otra persona. “Esa pasión que se pone en defender tu punto de vista y que lleva a usar palabras que son como balas”, destaca Julia Pascual, terapeuta de parejas con un centro propio en Barcelona. “Esto va aumentando la ira del otro también”. La rabia, añade Syra, es necesaria porque “nos ayuda a poner límites a los demás”. No obstante, “en general, lo que hay debajo es el miedo a la pérdida de control y al rechazo”.

Las peleas y discusiones son normales, algo que puede presentarse cuando se comparte la vida con alguien, ya que no todo son siempre buenos momentos. “Pero la teoría en terapia de pareja va en contra un poco de lo que pensamos acerca de cómo nos complementamos”, interviene Lucía. “Lo de que los polos opuestos se atraen es al revés: todos los estudios demuestran que las parejas que más se parecen tienen un mayor nivel de bienestar”. Esto no es algo absoluto, pero es importante ser consciente de cómo es la otra persona, para ser capaces de ponernos en su lugar.

Pero el otro extremo tampoco es favorable. Julia hace referencia a un término para el extremo contrario, en el que, al parecer, nunca surge la necesidad de discutir. “Yo las llamo parejas espejo”. Estas se producen cuando una persona escoge a otra tan parecida que es casi su propio reflejo”. También se dan en casos donde se manipula a la otra persona para que se mimetice totalmente. “El problema está en que en medio no hay nada”, señala la terapeuta barcelonesa. “La relación es el espejo”.

¿Existen las parejas que no discuten?

Existe una diferencia esencial, según Syra, entre las discusiones “destructivas y asertivas”, donde se produce una paradoja curiosa, pero razonable. “Los silencios también pueden ser destructivos”, dice esta terapeuta. “He visto a muchas parejas que no discuten por evitación”, complementa Lucía. “Así, acumulan frustraciones o malestar, y entonces cuando vienen a terapia es como que empiezan a aparecer un montón de cosas que no habían dicho”.

Esos silencios muchas veces acaban conduciendo a una comunicación muy dañina. Discutimos de más porque tememos, muy en el fondo, que no nos quieran o que se nos juzgue, exactamente la misma causa por la que muchas parejas no discuten. Estas, al fin y al cabo, son discusiones que simplemente no se dicen.

Entonces, ¿puede existir una pareja que no discuta nunca? “He visto parejas que están muy consolidadas, con un número de discusiones súper bajito”, responde Lucía. “Lo que pasa es que ya hicieron ese trabajo al principio de la relación: discutieron y empezaron a resolver sus diferencias, y es como que ya han llegado a suficientes acuerdos”. Las discusiones siguen apareciendo de vez en cuando, pero es algo normal porque siempre aparecerán diferencias. “Yo creo que no es que sea bueno, es que es indispensable”.

Se definen como un proceso influido por nuestra historia personal que produce cambios en el comportamiento. Fue Charles Darwin en 1872 quien describió, por primera vez, las emociones básicas. El prestigioso neurocientífico argentino Facundo Manes propone indagar sobre la alegría, la tristeza y el miedo, entre otras.

Aprender a discutir, a escuchar y a perdonar

“Deberíamos aprender a discutir”, señala Julia. “Una de las cosas que recomendamos es una técnica que se llama ‘El Púlpito’, en la que, en resumidas cuentas, entrenamos a la pareja para tener un espacio en la casa destinada a los malos rollos, a las discusiones”. De este modo, las disputas se quedan encerradas allí, y es la pareja quien debe tener la potestad —y voluntad— de entrar y salir de ellas. Hay muchas más técnicas que la psicología ofrece para gestionar los conflictos. No obstante, para que resulten aprovechables hay otro aprendizaje clave: el de la escucha.

Lucía considera que, además de otras aptitudes como la capacidad para negociar, escoger bien el momento de tener una conversación o conocerse a uno mismo, hay otro elemento al que solemos no prestar la atención debida. “Muchas veces no estamos muy preparados para escuchar verdaderamente al otro”. Entender, a fin de cuentas, qué es lo que la otra persona trata de decirnos y por qué resulta importante para ella. “Tener una escucha activa conlleva tener una discusión asertiva”, coincide Syra.

No obstante, si saber discutir es clave, también lo es pasar página. “El arte de reiniciarnos, las famosas reconciliaciones y disfrutarlas también al mismo tiempo”, señala Julia. La solución siempre debe ser el objetivo de toda discusión, y es importante alcanzarla. “Aun así, es crucial diferenciar entre el perdón y el olvido”, puntualiza Syra. La terapeuta señala que el perdón tiene que ver con desprenderse del resentimiento y la rabia. En cambio, es vital “aprender de las discusiones anteriores para no volver a caer en lo mismo”.

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