El descubrimiento que acabó con el dolor: cuándo y cómo se inventó la anestesia

Esta práctica ha revolucionado la historia de la medicina, evitando el sufrimiento de millones de personas en todo el mundo

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El doctor John Warren extrae un tumor del cuello a un paciente previamente anestesiado en 1846. (Óleo de Robert Hinckley/Biblioteca de Medicina de Boston)
El doctor John Warren extrae un tumor del cuello a un paciente previamente anestesiado en 1846. (Óleo de Robert Hinckley/Biblioteca de Medicina de Boston)

Desde la invención de la rueda hasta la imprenta, la bomba atómica o Internet, las herramientas han marcado el curso de la Historia. Algunas tecnologías han logrado revolucionar la sociedad por haber supuesto un punto y aparte en la vida cotidiana de millones de personas. La anestesia es una de ellas, pues hacemos uso de esta práctica médica para sacarnos una muela, parir sin dolor o someternos a una operación.

Desde la antigua Mesopotamia las personas utilizaban hierbas y demás sustancias anestésicas, como el cannabis o el opio, para aliviar el dolor. Incluso existen múltiples manuscritos árabes que relatan que en la Edad Media ya consumían bebidas herbales para aliviar el dolor de los pacientes durante las cirugías. Sin embargo, el verdadero progreso llegó con el descubrimiento de la anestesia. Gracias a ella, la medicina ha avanzado en los últimos dos siglos a una velocidad nunca antes vista.

Según la Federación Mundial de Sociedades de Anestesiólogos, las primeras dosis de anestesias se administraron por primera vez en Estados Unidos y Europa a mediados del siglo XIX, con el óxido nitroso y el éter. No obstante, los japoneses ya habían comenzado unas décadas antes a utilizar un anestésico oral muy eficaz a base de plantas y que solo se dejó de administrar cuando se introdujeron las técnicas occidentales.

El primer caso registrado de la administración de anestesia se sitúa en el calendario el 16 de octubre de 1846 (de ahí que este se haya elegido como su Día Internacional), en el Hospital General de Massachusetts (Boston, Estados Unidos). Para la extirpación de un tumor bajo la mandíbula de un paciente, el equipo médico utilizó éter. La hazaña médica llegó a oídos de los profesionales de Liverpool, en Inglaterra, donde se replicó para realizar la amputación de una pierna. Así, esta nueva práctica se propagó entre los profesionales del Viejo Continente.

Antes de la invención de la anestesia, las cirugías eran un proceso de vida o muerte que se entendían como el último recurso para salvar a una persona. De hecho, pocas eran las operaciones que se realizaban, y las más frecuentes consistían en amputaciones y extracciones de muelas. Sin anestesia, los pacientes eran atados a las camas y muchos se desmayaban o fallecían por el intenso dolor. La anestesia permitió acceder a partes del cuerpo en las que hasta entonces resultaba imposible operar, como el interior del abdomen, el tórax o el cráneo. Con estos fármacos, las operaciones ya no eran una carrera contrarreloj para el cirujano, sino que se había transformado en un proceso más preciso, limpio y efectivo.

Tras el éter, se fueron implementando nuevos y mejorados fármacos, como el cloroformo, y se perfeccionó la técnica, como la anestesia local. La anestesia espinal y la epidural llegarían años más tarde. La siguiente gran novedad sería el control de las vías respiratorias con el uso de tubos colocados en la tráquea, y en los años 50 comenzaron a administrarse los relajantes musculares. En la actualidad, los anestesistas no solo trabajan en quirófano, sino que también acompañan y monitorean al paciente antes y después de la operación.

Vista desde un quirófano momentos antes de la anestesia. (Shutterstock España)
Vista desde un quirófano momentos antes de la anestesia. (Shutterstock España)

Cómo funciona la anestesia

Ian MacVeigh es jefe del equipo de Anestesiología y Reanimación de Clínica (CEMTRO). Durante una entrevista con Infobae España, explica que una anestesia general para una cirugía relevante contiene distintos componentes: “Lo primero que hay que hacer con un paciente que viene con muchísima ansiedad de la calle es darle un ansiolítico, para el que utilizamos un tipo de drogas que se llaman benzodiacepinas, más potentes que un lexatin o un valium. Después, el otro componente que tiene es la hipnosis, que significa hacer que el paciente se duerma a través de un medicamento. Hay que inducirle un sueño que sea lo más fisiológico posible y profundo para que la incisión quirúrgica no le provoque dolor. El otro componente de la anestesia es la analgesia y utilizamos derivados de la morfina, los famosos opiáceos, como el fentanilo”.

Por último, el otro componente fundamental es una relajación muscular adecuada. “Para esto contamos con unas drogas que son los derivados del antiguo curare que los indígenas utilizaban en la selva del Amazonas para cazar. Estas drogas sintéticas son muy potentes y muy específicas para conseguir una relajación muscular completa del paciente”, concluye el doctor.

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