La anemia es una condición médica caracterizada por una disminución en la cantidad de glóbulos rojos o hemoglobina en la sangre. Según explica la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH), se trata de un trastorno frecuente que impide que órganos y tejidos reciban una cantidad suficiente de oxígeno.
Por su parte, la OMS remarca que esta enfermedad supone un problema de salud pública importante a nivel mundial. Colectivos concretos, como los niños pequeños, las mujeres en toda su vida fértil, las embarazadas y las puérperas, tiene una mayor tendencia a sufrir este problema. Ahora, también hay que tener en cuenta que existen muchos tipos de anemia.
La anemia ferropénica es el tipo de anemia más común, esta está causada por una deficiencia de hierro en el organismo y se asocia con una dieta pobre en hierros, pérdidas de sangre debido a menstruaciones abundantes o trastornos en la absorción intestinal. Seguidamente, también está la anemia perniciosa, que resulta de la incapacidad del cuerpo para absorber vitamina B12, y la anemia aplásica, en la que la médula ósea no produce suficientes células sanguíneas.
Qué síntomas tienen las personas con anemia
En sus primeras etapas, la anemia ferropénica puede pasar desapercibida debido a la leve manifestación de los síntomas. Además, muchos de ellos se pueden confundir con complicaciones asociadas a los problemas propios del día a día, como el estrés o la falta de sueño. Ahora, según indica el portal médico especializado Mayo Clinic, medida que la deficiencia de hierro avanza y la anemia se agrava, los signos y síntomas se vuelven más evidentes y pronunciados, afectando el bienestar general de la persona.
Entre los síntomas comunes de la anemia ferropénica se encuentran la fatiga extrema, debilidad, piel pálida y dolores en el pecho, acompañados de latidos cardíacos rápidos o dificultad para respirar. También pueden presentarse dolores de cabeza, mareos o vértigo, así como manos y pies fríos. Otros signos incluyen la inflamación o dolor en la lengua, uñas quebradizas, y antojos inusuales de sustancias no nutritivas como hielo o tierra. En el caso de bebés y niños, la anemia ferropénica puede causar una disminución del apetito.
Cómo tratar la falta de hierro
El tratamiento para la deficiencia de hierro depende de la causa subyacente y la gravedad de cada caso. En general, se centra en aumentar los niveles de hierro en el organismo a través de varias estrategias. Una de las principales formas de tratamiento es la modificación de la dieta para incluir alimentos ricos en hierro, como carnes rojas, legumbres, espinacas, frutos secos y cereales fortificados. Además, el consumo de alimentos ricos en vitamina C, como cítricos, puede mejorar la absorción del hierro en el cuerpo. En los casos donde la dieta no es suficiente, los médicos suelen recetar suplementos de hierro en forma de pastillas o líquidos.
En este sentido, se recomienda acudir al médico ante síntomas persistentes de anemia, como fatiga extrema, debilidad, dificultad para respirar, mareos o palidez. Es muy importante consultar a un profesional si existen antecedentes familiares de anemia, problemas gastrointestinales que afecten la absorción de nutrientes, o menstruaciones muy abundantes.