El debut del servicio de telemedicina del Ministerio de Defensa no pudo ser más oportuno. España hizo gala por primera vez de esta tecnología, que permite participar en intervenciones quirúrgicas y demás tipo de intervenciones médicas a la distancia, durante la Guerra de los Balcanes, en 1996. Aquel año, las Fuerzas Armadas españolas se pusieron a la vanguardia de Europa al convertirse en el primer país en desplegar un hospital de campaña que contaba con asistencia sanitaria remota y en tiempo real para atender a los miles de refugiados que huían del conflicto.
“Para intentar dar el mejor tratamiento a todos esos pacientes -ancianos, mujeres, niños y neonatos- el personal de sanidad militar necesitaba interconsultar a sus colegas que se encontraban en España”, cuenta a Infobae España el teniente coronel Miguel Cuesta de Diego, el actual jefe del Servicio de Telemedicina del Hospital Central de la Defensa Gómez Ulla, nosocomio que posee 16 especialidades que están de guardia las 24 horas del día a lo largo de todo el año. De esta manera, los médicos militares pueden ampliar las cinco especialidades con las que se dispone normalmente en un hospital de campaña: traumatología, cirugía general, anestesia, medicina de familia y urgencias.
“El personal en el extranjero que lo necesite puede solicitar su participación y asesoramiento en un caso clínico que tenga que realizar en ese momento”, detalla el responsable de la unidad. “Aparte de lo que es una videoconferencia normal, como la que puede tener cualquier ciudadano con WhatsApp o Skype, dentro de la telemedicina militar nosotros podemos ver, aquí en el hospital, la electrocardiografía, la saturación de oxígeno, la frecuencia cardíaca y respiratoria, la temperatura, la capnografía, es decir, todos los parámetros que se monitorizan a un paciente en estado grave o crítico”, asegura Cuesta de Diego.
No obstante, no es indispensable montar un hospital de campaña para poder hacer uso de los servicios telemédicos. Gracias a lo que en el Gómez Ulla denominan nodos remotos, cualquier despliegue militar en el extranjero, sin importar el tamaño de la misión o del contingente, puede beneficiarse de la asistencia sanitaria a distancia. “Los nodos remotos son como una maleta de diez kilos, similar al equipaje de cabina que permiten las aerolíneas, que transporta todos los elementos necesarios para establecer una conexión con la red de telemedicina”, afirma el jefe del servicio. De esta tecnología portátil es la que emplean, por ejemplo, el personal sanitario (un médico y un enfermero) que viaja junto a la tripulación del Hespérides, el buque que lleva a cabo anualmente la expedición a la Antártida.
Mejora en las telecomunicaciones
Sin embargo, como consecuencia de una malas conexiones satelitales, el Gómez Ulla no podía desplegar todo el potencial de la telemedicina. De hecho, la mejora de las telecomunicaciones con fines sanitarios es una vieja demanda de las Fuerzas Armadas. “Hay dos patas en la telemedicina y una no funciona sin la otra. Por un lado, está la pata clínica con médicos especialistas que sepan interpretar la los signos, las imágenes y la información que se les brinda para poder hacer un diagnóstico preciso y recomendar un tratamiento; y, por el otro, están las tecnologías de la comunicación y la información”, explica Cuesta de Diego. “Si el ancho de banda con el que recibimos las imágenes es escaso, la comunicación es deficiente, tenemos interrupciones o cortes en la transmisión, evidentemente se puede hacer un buen asesoramiento a distancia”, lamenta el experto.
Consciente de esto, el departamento que lidera Margarita Robles ha contratado, mediante el desembolso de 2,8 millones de euros, los servicios satelitales de Telefónica y Telespazio para asegurar el correcto funcionamiento de la asistencia médica remota. “El objetivo es mejorar la infraestructura de comunicaciones para que se puedan utilizar el máximo de capacidades clínicas a distancia y así apoyar al personal desplazado en el extranjero”, destaca el teniente coronel.