Mantener la adicción a raya cuando el mundo te empuja a beber: “No era capaz de parar. No sabía por qué no podía tomar unas copas e irme a casa”

La aceptación cultural del consumo del alcohol impacta directamente sobre los que están enganchados a esta sustancia. Agustín relata su experiencia en ‘Infobae España’

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Una persona rechazando una copa de alcohol. (Shutterstock España)
Una persona rechazando una copa de alcohol. (Shutterstock España)

Agustín tenía 14 años cuando empezó a beber. Al principio no fue un problema, sino todo lo contrario. Él era una persona muy tímida e insegura y encontró en el alcohol la forma de dejar de serlo. “Descubrí algo increíble, un invento nuevo que me hacía más sociable”, relata en una entrevista con Infobae España. Sin embargo, este efecto le acabó creando un gran problema. “Me terminó atrapando y estuve luchando con la adicción al alcohol muchos años”, confiesa.

“Tuve que empezar de cero. Llevaba toda la vida bebiendo y no conocía otra cosa, pero tampoco era consciente de cómo era yo. Había vivido una doble personalidad y no sabía ni quién era”, asegura. En su historia con el alcohol, fueron muchos los días en los que se prometió a sí mismo que no iba a beber más. Así, en un intento por tenerlo todo controlado, el autoengaño comenzó a ser una constante. “Era una lucha diaria. Me levantaba firme y convencido de que no iba a beber. Pero al final el alcohol siempre está ahí y acabas bebiendo por alguna razón: bebo porque me lo merezco, porque trabajé mucho o porque todo el mundo bebe. Siempre había una justificación”, recuerda.

Ahora bien, a pesar de que todo el mundo bebiese, no todos lo hacían de la misma forma que él. “Yo no sabía por qué no podía tomarme unas copas, un vino o dos, y marcharme a casa como los demás. Yo si empezaba no era capaz de parar, ya era todo seguido. Y claro, eso me creaba una confusión terrible”, reconoce.

Ante esto, Raquel Beraiz, directora del Grupo Telos Psicología y psicóloga especialista en adicciones, remarca a Infobae España la importancia de entender el alcoholismo como una enfermedad crónica en la que el paciente tiene una dependencia física y psicóloga del alcohol. “El consumo le afecta en todos los ámbitos de su vida. A una persona adicta no se le puede pedir que controle el alcohol, hay una necesidad detrás que le está diciendo que tiene que seguir consumiendo para poder funcionar de manera adecuada”, señala.

En la imagen de archivo, un hombre bebe una copa de vino. (David Fernández/EFE)
En la imagen de archivo, un hombre bebe una copa de vino. (David Fernández/EFE)

Cómo superar la adicción al alcohol

“Una persona que tiene un problema de alcohol no coge la borrachera a la octava, la coge a la primera. Esto es porque empieza y no puede parar”, sentencia en Infobae España Anais López, educadora social, experta en conductas adictivas y productora del podcast Sin Recaídas. Al igual que la psicóloga, López remarca la importancia de seguir un tratamiento especializado para superar el alcoholismo. Es fundamental que en este último estén presentes tanto la parte médica como la psicológica y la educativa conductual. “En la parte conductual se trabaja la toma de conciencia de la enfermedad y la parte de la renuncia, que no es solamente renunciar a la sustancia, sino también a todos los rituales que están asociados a ella”, puntualiza.

Más adelante, también se deberá trabajar la prevención de las recaídas, las habilidades sociales y la gestión emocional para facilitar el proceso de reinserción. Ahora, la educadora social advierte de que esto es algo para lo que se necesita mucho tiempo. “Lo ideal es que se vaya haciendo una adaptación de manera totalmente gradual, porque ahí nos vamos encontrando con muchas dificultades que dentro del espacio de trabajo terapéutico no se ven”, comenta. “Hay que ver dónde vuelven y desde dónde parten. Además, la persona también deberá hacer una serie de renuncias, como separarse del grupo de colegas con los que siempre acaba bebiendo”, añade.

Raquel Beraiz explica que son muchos los factores que intervienen en el desarrollo de una adicción. No obstante, a la parte individual también hay que sumarle los factores sociales, como la aceptación cultural que hay del consumo del alcohol o la presión del grupo. Por su parte, Anais López señala el doble juicio que existe en torno al alcohol. “Somos hostiles tanto con las personas que beben mucho, a la que se les pone la etiqueta de alcohólicas y se les juzga, como con la gente que no bebe absolutamente nada, a quien se cuestiona constantemente”.

Pablo Bustinduy, ministro de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, sobre Memoria histórica.

Mentir para justificar por qué no bebes alcohol

Agustín se recuerda a sí mismo poniendo excusas y sintiendo vergüenza por decir que no iba a tomar alcohol. “Decir que no en esto es algo que cuesta mucho. Con el alcohol existe la idea de que cualquiera puede tomarse una copa y no pasa nada”, reflexiona. De hecho, él asegura haber recibido varias invitaciones a una copa de vino porque “un solo vaso no hace daño”. Ante estas situaciones, la psicóloga es clara. “Este tipo de comentarios pueden tirar muchos años de trabajo por la borda. Tenemos tan aceptado el alcohol que creemos que no hay otra manera de poder vivir el ocio, pero para una persona con problemas de adicción una sola copa de vino puede acarrear graves problemas”, remarca. En el caso de Agustín, “a mí un vaso de vino me levanta el impulso y vuelvo otra vez a la carrera”, reconoce.

Psicólogos y educadores sociales aseguran que superar la adicción es posible. Ahora, esto implica romper por completo la relación con la bebida. “Se puede volver a tener una vida plena, feliz y completa, pero sin alcohol“, sostiene Beraiz, que se opone radicalmente a la posibilidad de un consumo moderado. “La adicción es una enfermedad que no tiene límites. Cuando aparece la fantasía del control es cuando mayor peligro hay”, agrega Anais López.

Agustín es el ejemplo de que se puede volver a la vida después de la adicción. Él lleva 20 años sin tomar alcohol, un logro personal para el que reconoce la ayuda de su familia y de Alcohólicos Anónimos, un grupo de apoyo en el que encontró un espacio seguro para trabajar en su recuperación. “Soy abstemio, no lo fui, pero hoy soy abstemio. Yo hoy no bebo porque no quiero beber”, concluye.

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