Un experimento de cine: utilizan la serie ‘Juego de Tronos’ para la investigación de la ceguera facial

La prosopagnosia es la incapacidad visual de reconocer los rostros, una afección que perjudica gravemente las relaciones sociales de quienes la sufren

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Kit Harington y Emilia Clarke como Jon Nieve y Daenerys Targaryen en 'Juego de Tronos' (Imagen de archivo)
Kit Harington y Emilia Clarke como Jon Nieve y Daenerys Targaryen en 'Juego de Tronos' (Imagen de archivo)

En ocasiones, la ciencia ha de tomar prestados elementos de la cultura para conseguir avances. Es el caso de un equipo de investigadores de la Universidad de York (Inglaterra), quienes se han servido de la famosa serie de televisión Juego de Tronos para estudiar la prosopagnosia o ceguera facial y cuyos resultados ya se han publicado en la revista Cerebral Cortex.

La ceguera facial es un tipo de agnosia visual (incapacidad para identificar elemento mediante la visión) caracterizada por la dificultad para reconocer rostros, lo que provoca en aquellos que la sufren ciertos problemas de salud mental y ansiedad social por la complejidad para establecer relaciones. Hace años, el actor Brad Pitt reconoció que sufría de prosopagnosia.

Para llevar a cabo el experimento, los científicos escanearon el cerebro de más de 70 participantes del estudio sin prosopagnosia mientras veían capítulos de Juego de Tronos. De ellos, solo la mitad ya había visto la serie y conocía los personajes. Los resultados de las resonancias magnéticas mostraron que quienes ya estaban familiarizados con la serie experimentaron una mayor actividad cerebral en aquellas zonas del cerebro relacionadas con el conocimiento no visual. Dichas ondas de actividad se redujeron en aquellas personas que no habían visto nunca Juego de Tronos.

Posteriormente, repitieron del mismo modo el estudio en participantes con ceguera facial. Como era de esperar, este efecto de familiaridad con los personajes no se encontró en las mismas regiones del cerebro que las de los neurotípicos. Además, las conexiones entre las regiones visuales y no visuales también se mostraron mucho más reducidas.

Tim Andrews, profesor del Departamento de Psicología de la Universidad de York (Inglaterra), ha expresado que el estudio sugiere que “nuestra capacidad para reconocer rostros depende de lo que sabemos sobre las personas, no solo de su apariencia”. “Si bien se creía que reconocemos rostros al aprender sus propiedades visuales (como rasgos, configuración y textura), nuestro estudio indica que implica conectar un rostro con el conocimiento sobre la persona, incluidos sus rasgos de carácter, lenguaje corporal, nuestras experiencias personales con ellos y nuestros sentimientos hacia ellos”, cuenta.

“El reconocimiento facial es esencial para la vida diaria y las interacciones sociales. Cuando las personas tienen dificultades con esto, esto puede afectar significativamente sus vidas y relaciones, lo que a menudo conduce a problemas de salud mental y ansiedad social. Nuestra investigación mejora la comprensión de cómo la prosopagnosia parece estar vinculada a conexiones neuronales reducidas, lo que dificulta la asociación de rostros con conocimiento personal, lo cual es crucial para el reconocimiento”, prosigue.

El doctor López Rosetti nos explica cómo funciona la respiración como mecanismo para disminuir nuestro nivel de ansiedad.

Los investigadores creen que es necesario realizar más estudios para explorar más en profundidad cómo la actividad en diversas zonas cerebrales nos permite reconocer las caras, del mismo modo que los factores que pueden alterar este proceso.

Se estima que la prosopagnosia afecta aproximadamente al 2-3% de la población mundial, y puede ser adquirida tras una lesión cerebral en las regiones occipital o temporal, o congénita por anomalías genéticas. Para su diagnóstico se utilizan pruebas computarizadas que evalúan la capacidad de reconocimiento facial del paciente.

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