La primavera ya ha quedado atrás y, con ella, parece que las personas alérgicas al polen podrán volver a respirar tranquilas. Sin embargo, aún no es momento de bajar la guardia, ya que el verano también es una época compleja para algunas personas.
Es habitual que durante los meses de julio y agosto se disponga de más tiempo para disfrutar de actividades diversas. Esto, ligado a que el tiempo acompaña, hace que las personas se trasladen al mar, a la montaña y a la piscina para realizar ejercicio al aire libre. Ante esto, es frecuente que aparezcan nuevas reacciones a ciertos estímulos, espacios o sustancias.
La alergia al cloro
El cloro es un químico comúnmente empleado para mantener el agua de las piscinas limpia y libre de bacterias. Aunque su uso es esencial para la seguridad sanitaria, lo cierto es que no es un producto beneficios para la salud. Y lo que es más, puede causar reacciones alérgicas en algunas personas.
Por tanto, el cloro puede afectar a las vías respiratorias y a la piel, con efectos que dependen de la cantidad de cloro, del tiempo de exposición y de la sensibilidad cutánea. Además, hay que tener en cuenta que los niños son particularmente vulnerables.
En definitiva, los síntomas de la alergia al cloro incluyen mareos, náuseas, desorientación, problemas respiratorios, dolor de cabeza, eccemas, picor de piel y sequedad. Para reacciones leves, se recomienda limitar el tiempo en el agua y ducharse después de nadar para eliminar el cloro residual de la piel y el bañador. También es aconsejable evitar tragar agua de la piscina y usar gafas de natación para proteger los ojos. En casos graves, se debe evitar el contacto con el cloro y considerar alternativas más naturales para mantener el agua limpia.
Cómo afecta a la salud
A nivel general, no es necesario presentar síntomas de alergia al cloro para manifestar reacciones a este producto. Por el contrario, desde el portal web del grupo Quirón Salud destacan que el cloro en las piscinas puede provocar dificultades respiratorias, especialmente en los niños. De hecho, se ha demostrado que un exceso de cloro incrementa las posibilidades de que los menores desarrollen síntomas asmáticos.
Esto se debe a que la cloramina, una sustancia particularmente dañina para el sistema respiratorio, se forma cuando el cloro reacciona con el agua y los fluidos orgánicos del cuerpo, como el sudor, la saliva y la orina. Este compuesto es responsable de gran parte de las dificultades respiratorias asociadas al uso de piscinas cloradas.
Ante esta situación, los especialistas insisten en que aunque las cantidades de cloro en las piscinas suelen estar dentro de los “niveles normales”, una exposición prolongada puede provocar los mismos efectos respiratorios previamente descritos. Por ello, es importante controlar y limitar el tiempo de baño de los niños para prevenir posibles problemas de salud.
Por último, hay que recordar que el cloro también puede ser perjudicial para la piel, ya que deteriora el manto graso protector y provoca sequedad. En consecuencia, es recomendable ducharse al salir de la piscina, aplicar protector solar tras el baño y usar crema hidratante al llegar a casa.