El embarazo es un periodo de cambios profundos y numerosos en el cuerpo de la mujer, que se prepara para dar la bienvenida al mundo al bebé. Estos cambios se dan para favorecer el desarrollo del feto y prepararse para el parto. Además, afectan a casi todos los sistemas del cuerpo y pueden variar en intensidad y manifestación en cada mujer.
Susana Carmona es psicóloga y doctora en Neurociencias, además de directora del grupo de investigación en neuroimagen Neuromaternal del Hospital Gregorio Marañón de Madrid. Acaba de publicar Neuromaternal (Sine Qua Non), una obra que aborda qué le ocurre al cerebro de las mujeres durante el embarazo y la maternidad.
Algunos cambios fisiológicos que se producen durante el periodo de gestación son la readaptación de los músculos y los huesos de la madre o, incluso, un incremento de casi el 50% de la cantidad de sangre: de cinco litros a siete y medio al final del embarazo. Uno de los cambios más característicos ocurre en los pechos, que es uno de los primeros signos que delatan que la mujer está embarazada.
Los senos crecen y se vuelven más sensibles ya que las glándulas mamarias se están desarrollando para permitir la lactancia. Como explica Carmona en el libro, “los alveolos, unos pequeños sacos en los que se producirá y almacenará la leche, aumentan de tamaño. En paralelo, los conductos mamarios que transportarán la leche de los alveolos al pezón también crecen y se ramifican”.
Es más, el cuerpo de la madre no solo se prepara para el parto con todos estos cambios fisiológicos, sino también para el posparto, cuando se necesita la secreción de leche y facilitar la lactancia al bebé. Esto se debe a que “el pezón se endurece y la aureola que lo envuelve se expande y adquiere una textura más rugosa debido al incremento de esos pequeños bultitos que la caracterizan, los tubérculos de Montgomery”. Al mismo tiempo, ambos se oscurecen.
Esto también ocurre con la línea alba que recorre el vientre de la madre. “Estos cambios de textura y pigmentación, en contraste con el resto de la piel, facilitarán al bebé la localización de su fuente de alimento, e incluso lo impulsarán a reptar hacia de ella de forma refleja tras el parto”, concluye Carmona.
Otros cambios en la madre durante el embarazo
Durante el embarazo, se da un incremento significativo en las hormonas, incluyendo el estrógeno, la progesterona, la gonadotropina coriónica humana (hCG) y la lactógeno placentario humano (hPL). Estas hormonas son esenciales para mantener el embarazo, apoyar el crecimiento del feto y preparar el cuerpo para la lactancia. La hormona relaxina se libera para ayudar a relajar los ligamentos y las articulaciones, especialmente en la pelvis, para facilitar el parto. Esta relajación puede llevar a una mayor flexibilidad, pero también puede causar inestabilidad y dolor en las articulaciones.
Las fluctuaciones hormonales también pueden afectar el estado de ánimo, causando una mayor sensibilidad emocional, ansiedad y, en algunos casos, depresión prenatal. El apoyo emocional y la atención médica adecuada son esenciales durante esta etapa.