El nivel socioeconómico de una persona puede influir directamente en la salud, hasta el punto de tener mayor o menor riesgo de mortalidad tras sufrir un accidente cerebrovascular. Así lo ha revelado una nueva investigación de la Universidad de Gotemburgo (Suecia) presentada en la décima Conferencia de la Organización Europea de Accidentes Cerebrovasculares (ESOC) 2024, que mostraba las personas con altos ingresos tienen un riesgo 32% menor de mortalidad posterior a un ictus. Asimismo, aquellos con educación superior presentan un 26% menos de riesgo de muerte tras un accidente cerebrovascular, destacando disparidades sorprendentes en la supervivencia basadas en determinantes sociales clave de la salud (SDoH, por sus siglas en inglés).
El estudio ha analizado los datos de 6.901 pacientes que sufrieron de accidente cerebrovascular en Gotemburgo entre noviembre de 2014 y diciembre de 2019. Su objetivo fue examinar el impacto de los factores SDoH en el riesgo de mortalidad posterior al accidente cerebrovascular, centrándose en cuatro factores principales: zona de residencia, país de nacimiento, educación e ingresos.
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Además de identificar una conexión significativa entre ingresos, nivel educativo y riesgo de mortalidad, la investigación ha descubierto una tendencia preocupante respecto al impacto acumulativo de los factores SDoH. Los pacientes con un factor SDoH desfavorable enfrentaron un riesgo de mortalidad un 18% mayor en comparación con aquellos sin ningún factor desfavorable. Este riesgo aumentó al 24% para los pacientes con dos a cuatro factores SDoH desfavorables.
“Nuestros hallazgos subrayan una cruda realidad: el estatus socioeconómico de un individuo puede ser una cuestión de vida o muerte en el contexto de un accidente cerebrovascular, especialmente cuando se enfrentan múltiples factores SDoH desfavorables. Si bien nuestro estudio se realizó en Gotemburgo, creemos que estos conocimientos resuenan en toda Europa, donde existen estructuras sanitarias y niveles de vulnerabilidad social similares”, señala la autora principal, la profesora Katharina Stibrant Sunnerhagen de la Universidad de Gotemburgo.
El estudio también encontró un vínculo entre un mayor riesgo de mortalidad y factores de riesgo adicionales como inactividad física, diabetes, abuso de alcohol y fibrilación auricular. En particular, surgieron ideas sobre las disparidades de género y el impacto potencial de estos factores al examinar las características de los pacientes dentro de la cohorte del estudio.
La proporción de pacientes mujeres aumentó con el número de factores SDoH desfavorables. El 41% del grupo sin factores desfavorables eran mujeres, así como el 59% del grupo con dos a cuatro factores desfavorables. Además, el tabaquismo, ya sea actual o en el último año, fue más prevalente en el grupo con dos a cuatro factores desfavorables en comparación con aquellos sin ninguno (19% versus 12%).
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Sobre cómo reducir la futura carga de accidentes cerebrovasculares, el profesor Stibrant Sunnerhagen ha explicado que “dado que se prevé que el número de personas afectadas por accidentes cerebrovasculares en Europa aumentará un 27% entre 2017 y 2047, la necesidad de intervenciones efectivas es más apremiante que nunca. A la luz de los hallazgos de este estudio, las estrategias específicas son esenciales”.
“Los formuladores de políticas deben adaptar la legislación y los enfoques para tener en cuenta las circunstancias y necesidades específicas de diversas comunidades, mientras que los médicos deben considerar identificar a los pacientes con factores SDoH desfavorables para prevenir la mortalidad posterior a un accidente cerebrovascular”, concluyen los investigadores.