El aire que respiramos dentro de nuestros coches está contaminado por una serie de sustancias químicas de las cuales algunas pueden provocar cáncer, según informa una nueva investigación de la Universidad de Duke de Carolina del Norte (Estados Unidos) publicada en la revista Environmental Science & Technology. Se trata de los retardantes de llamas, unos productos químicos que los fabricantes de automóviles añaden a los asientos para cumplir con una normativa de inflamabilidad.
En cambio, recientes estudios no han encontrado que estas sustancias sean realmente seguras para combatir incendios, por lo que este reglamento estadounidense está más que obsoleto, según los científicos. “Nuestra investigación encontró que los materiales interiores liberan sustancias químicas nocivas en el aire de la cabina de nuestros automóviles”, ha explicado la doctora Rebecca Hoehn, autora principal del estudio “Teniendo en cuenta que el conductor promedio pasa aproximadamente una hora en el automóvil todos los días, este es un problema de salud pública importante. Es particularmente preocupante para los conductores con viajes más largos, así como para los niños pasajeros, que respiran más aire libra por libra que los adultos”, prosigue.
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Durante el estudio, los investigadores identificaron retardantes de llama en 101 automóviles del año 2015 o un modelo posterior. De ellos, el 99% contenían fosfato de tris (TDCIPP), una sustancia que ya está siendo investigada como un potencial cancerígeno, y otros retardantes también asociados a daños neurológicos y de fertilidad. Además, los científicos relacionaron que, a mayor temperatura, mayor concentración de estos retardantes de llama; esto se debe a que el clima cálido favorece la liberación de gases de los componentes interiores, como la espuma de los asientos.
En esa misma espuma, el equipo de expertos descubrió que aquellos asientos que contenían cantidades más altas de TDCIPP, también lo tenían en el aire del interior del coche. Esta conclusión les llevó a confirmar que el origen de la sustancia cancerígena se halla en los asientos del vehículo. “Llenar productos con estos químicos dañinos hace poco para prevenir incendios en la mayoría de los usos y, en cambio, hace que los incendios sean más humeantes y tóxicos para las víctimas”, alerta Patrick Morrison, supervisor de la salud y seguridad de 350.000 bomberos estadounidenses y canadienses en la Asociación Internacional de Bomberos.
Los riesgos para la salud de los retardantes de llama
Otros estudios científicos ya han abordado el problema que suponen estas sustancias químicas para nuestra salud. En 2017, la Universidad de California (Estados Unidos) publicó una investigación en la que mostraba que los niños estadounidenses habían perdido, de media, entre tres y cinco puntos de coeficiente intelectual por culpa de la exposición a los retardantes de llama de los coches y otros muebles que lo contienen. De hecho, también se probó que tenían hasta cuatro veces más posibilidades de desarrollar cáncer que aquellas personas con menores niveles de estas sustancias en la sangre.
¿Hay algo que podamos hacer para minimizar el riesgo? Lo cierto es que sí. Es posible reducir la exposición a los retardantes de llama en nuestro coches si abrimos las ventanas para limpiar el aire y si intentamos aparcar siempre en la sombra para evitar que el calor propicie la concentración de los químicos.
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“Lo que realmente se necesita es, en primer lugar, reducir la cantidad de retardantes de llama que se añaden a los automóviles. Ir al trabajo no debería implicar un riesgo de cáncer y los niños no deberían respirar sustancias químicas que puedan dañar sus cerebros en su camino a escuela”, concluye la doctora Lydia Jahl, coautora del estudio.