Son muchos los platos de la gastronomía de España que es difícil que no le gusten a todos los paladares. En este selecto grupo se encuentra el San Jacobo, uno de los clásicos de la cultura culinaria del país que, probablemente, traslade a sus consumidores a la infancia. Casi ningún adulto podría resistirse tampoco a disfrutar de esta deliciosa receta que esconde una curiosa historia, algo de lo que ya da pistas el que tenga un nombre que podría ser de un santo.
Se trata de un plato de lo más sabroso, nutritivo y, sobre todo, sencillo y barato que es el claro ejemplo de que no es necesario invertir una importante cantidad de dinero para poder gozar de una comida maravillosa. Y es que basta con unos cuantos ingredientes para cocinarlo: jamón york, queso, pan rallado, huevo y aceite. Además, es ideal para completar una cena o almuerzo, y es la mejor opción para las personas con falta de tiempo, ya que es fácil obtenerlo precocinado en supermercados o tiendas de alimentación.
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Hay quienes destacan la similitud entre el San Jacobo y el flamenquín, el cachopo o, incluso, la milanesa. Pero lo cierto es que hay que remontarse hasta el siglo XX para conocer el momento en el que se popularizó en el país. Algunos investigadores sitúan su origen en una variación de la receta originaria conocida como cordon bleu en Suiza, de la que también proceden otros platos típicos como los escalopes vienenses. Sin embargo, la historia más llamativa que se esconde tras esta receta, es otra.
Un placer gastronómico para el paladar de los peregrinos
La tradición ancestral de agasajar a los peregrinos que recorren el Camino de Santiago con un plato especial, podría desmentir la creencia popular de que su origen se sitúa en Andalucía. Según el libro La cocina Masónica, de José Juan Iglesias del Castillo, este plato, cuyo nombre evoca la santidad, en realidad tiene sus raíces en las hosterías que jalonan esta ruta milenaria, siendo ofrecido como un manjar de lujo a aquellos peregrinos distinguidos por sus actos heroicos.
Iglesias del Castillo indica que, lejos de ser una invención andaluza, el plato era un homenaje a los viajeros, brindándoles un compilado de sabores que cualquier hambriento soñaría degustar para recobrar energías. Este hallazgo destaca la riquísima tradición culinaria que rodea al Camino de Santiago y cómo esta se ha entretejido con la historia y devoción de miles de peregrinos a lo largo de los siglos.
Por ello, el libro resalta la importancia de la hospitalidad como uno de los valores centrales del Camino de Santiago, pero también invita a reconsiderar las raíces culturales y geográficas de ciertas tradiciones culinarias que, con el paso del tiempo, han llegado a ser emblemáticas dentro y fuera de España.
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El plato que homenajea a San Jacobo, santo al que podría deber su nombre
La receta del San Jacobo, un plato profundamente arraigado en la cultura culinaria de ciertas regiones, ha generado diversas teorías en torno a su origen y denominación. Una de las historias más curiosas sugiere que el plato es un tributo a San Jacobo, conocido por combatir contra los moros durante la Reconquista. Compuesto principalmente por cerdo, simbolizaría una forma de distanciamiento de las comunidades musulmana y judía, dadas las restricciones alimentarias de ambas culturas.
Entre las diversas historias que rodean la creación del San Jacobo, hay un consenso tácito sobre la ausencia de una evidencia concreta que respalde cualquiera de las teorías sobre su nombre asociado a santidades o eventos históricos. Sin embargo, la fascinación por estas leyendas engrandece la mística alrededor de este plato, haciéndolo aún más emblemático dentro de la cocina tradicional.
A pesar de estas historias, el San Jacobo sigue estando presente en las mesas de quienes aprecian su sabor y tradición, independientemente de su origen. Las interpretaciones en torno a su nombre y su significado cultural se entrelazan, mostrando las maneras en que la gastronomía se cruza con la historia y las tradiciones.