El cáncer cerebral más agresivo y mortal podría tener una vacuna, como muestra un prometedor y pionero ensayo clínico que ha sido capaz de aumentar la supervivencia de cuatro pacientes con glioblastoma. Este innovador fármaco es capaz de proporcionar al sistema inmunológico información detallada sobre el tumor y un “manual de instrucciones” para responder de forma efectiva. El experimento lo ha llevado a cabo un equipo de investigadores de la Universidad de Florida (Estados Unidos) y sus resultados han sido publicados en la revista Cell.
Siguiendo a la Clínica Mayo, el glioblastoma es un tipo de cáncer que se desarrolla en las células del cerebro o en la médula espinal. No existe una cura para este tipo de cáncer que solo ofrece 15 meses de esperanza de vida tras su diagnóstico. El tratamiento estándar incluye operaciones, radio y quimioterapia, con los que se pretende rascar algunos meses más de vida. Terminado este proceso, el glioblastoma vuelve a crecer en el cerebro aproximadamente a los seis meses. Incluso se conocen casos relatados por oncólogos en los que, solo horas después de extirpar el tumor, este comienza a crecer de nuevo.
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Sin embargo, con esta nueva vacuna, algunos pacientes experimentaron una supervivencia sin progresión de hasta nueve meses, lo que representa un avance bastante significativo. Estos resultados se basan en estudios previos que demostraron la eficacia de la vacuna en perros con tumores cerebrales, que vieron aumentada su tasa de supervivencia media de 35 a 139 días.
La vacuna utiliza la misma tecnología que las vacunas contra la COVID-19, pero con una serie de adaptaciones clave. Una de las dificultades en el tratamiento del glioblastoma es que el tumor está protegido del sistema inmunológico por un microambiente inmunosupresor (TME) que hace que las células inmunitarias mueran si intentan atacar. Así, la vacuna reprograma este entorno utilizando una muestra del propio cáncer del paciente o ARN, enseñando a las células inmunes cómo combatirlo. Este enfoque dual permite que la vacuna funcione tanto como alerta para el sistema inmunológico como para alterar el tumor, haciéndolo más susceptible a la invasión del sistema inmunológico.
Es más, la efectividad del fármaco se pudo comprobar de forma casi inmediata. “En menos de 48 horas, pudimos ver cómo estos tumores pasaban de lo que llamamos ‘fríos’ (frío inmunitario, muy pocas células inmunitarias, respuesta inmunitaria muy silenciada) a una respuesta inmunitaria ‘caliente’ y muy activa”, ha explicado el doctor Elias Sayour, oncólogo y pionero de la investigación de vacunas.
“En lugar de inyectar partículas individuales, inyectamos grupos de partículas que se envuelven entre sí como cebollas, como una bolsa llena de cebollas. Y la razón por la que lo hemos hecho en el contexto del cáncer es que estos grupos alertan al sistema inmunológico de una manera mucho más profunda que lo que lo harían las partículas individuales”, concluye.
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Los investigadores están explorando la frecuencia y dosis óptimas de la vacuna, así como su eficacia en combinación con otros tratamientos. También se están considerando los posibles efectos secundarios adversos para minimizar su impacto. Se espera que esta vacuna no solo mejore la supervivencia de los pacientes con glioblastoma, sino que también pueda complementar y potenciar otras terapias inmunológicas.