Así es el día a día de un astronauta en el espacio: “Nos piden que les enviemos salsa Tabasco porque la comida allí pierde sabor”

El doctor Sergi Vaquer, jefe del equipo de Medicina Espacial de la Agencia Espacial Europea, cuenta en una entrevista con ‘Infobae España’ cómo es la rutina de los astronautas desde el punto de vista médico

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El astronauta Thomas Pesquet, en un 'selfie' con la Tierra. (ESA)
El astronauta Thomas Pesquet, en un 'selfie' con la Tierra. (ESA)

Imagine que se prepara para un viaje. No piense en playas paradisiacas, montañas fértiles ni en el turismo gentrificador de ciudad. Tampoco se preocupe por revisar los neumáticos del coche ni en comprar con meses de antelación los billetes del tren. En esta travesía, las materias a revisar son otras: cómo puede afectarle la gravedad cero a la hora de hacer la digestión de la comida deshidratada que ha ingerido, cómo evitar perder la masa de sus huesos o cómo sobrellevar estar a 400 kilómetros de la Tierra moviéndose a una velocidad de más de 27.000 kilómetros por hora.

El espacio ha inquietado y asombrado a la humanidad desde que se tienen registros. La carrera espacial de la Guerra Fría permitió que un ser humano viajara al espacio por primera vez en la historia, que fue el ruso Yuri Gagarin en 1961. Dejar nuestras huellas en la Luna llegaría no mucho después. 54 años han pasado desde aquel “Houston, tenemos un problema” de la misión del Apolo 13 y mucho han cambiado las cosas. Especialmente en materia de medicina espacial, o lo que es lo mismo, la especialidad que se encarga de cuidar a los astronautas, una especie de médico de familia para ellos. La medicina espacial busca potenciar y mantener al máximo la salud de los cosmonautas en tres fases: antes, durante y después de cada misión.

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El doctor Sergi Vaquer Araujo es jefe del equipo de Medicina Espacial de la Agencia Espacial Europea (ESA) y uno de los médicos que vigilan la salud de los astronautas. En una entrevista telemática con Infobae España desde el Centro Europeo de Astronautas de Colonia (Alemania), explica que se realizan pruebas anuales en las que se revisan todos los sistemas del cuerpo: “Existen una serie de requisitos bastante exigentes que están acordados con las otras agencias que vuelan a la Estación Espacial Internacional y que deben cumplirse”.

Aunque no se pretende que los astronautas sean superhombres ni supermujeres, lo cierto es que los parámetros a cumplimentar en materia de salud son estrictos y varias patologías son excluyentes. Por ejemplo, una persona con diabetes no podría viajar el espacio actualmente, pues para ser astronauta, no se pueden tener enfermedades crónicas que no estén controladas o que requieran medicación continua. “Los astronautas sí pueden subir al espacio con alguna enfermedad activa, pero son cosas muy menores”, aclara.

El doctor Sergi Vaquer atiende al astronauta Tim Peake tras su aterrizaje (ESA)
El doctor Sergi Vaquer atiende al astronauta Tim Peake tras su aterrizaje (ESA)

Quién sí y quién no puede ser astronauta según su condición física es una decisión que se toma de forma conjunta a nivel internacional, pues se trata de una inversión sumamente costosa que han llevado a cabo todos los equipos médicos de todas las agencias que participan: europeos, americanos, rusos, japoneses, canadienses… “Si tú subes a una persona que tiene una enfermedad crónica con posibilidades de agudizarse o de sufrir un infarto en medio de una misión, no solo puede morir esa persona, sino que también pone en riesgo a los otros tripulantes de la estación. Por ejemplo, si en ese momento están intentando tapar un agujero porque un micrometeorito ha impactado, esa persona enferma puede poner en riesgo toda la misión porque se bajaría a toda la tripulación de la nave”, explica.

Esto se comprende mejor si tenemos en cuenta que no se deja nunca a ningún astronauta sin la posibilidad de escapar de la Estación. Las naves se quedan enganchadas a ella para que, si hay algún problema, puedan volver a la Tierra. “Si uno baja, tienen que bajar el resto. Es decir, que por culpa de un evento médico se cancelan varias misiones al espacio”, añade.

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El efecto de la gravedad cero en el cuerpo humano

Sin embargo, esto no significa que no puedan contraerse ningún tipo de enfermedad a bordo de una nave espacial. “Son los problemas habituales que cualquier persona tendría si la encierras seis meses en una lata”, que básicamente son dolores de cabeza, cambios en el ciclo del sueño-vigilia, cortes que se infectan, gastroenteritis... En todo esto, la gravedad (o mejor dicho, la falta de ella) tiene mucho que decir, pues afecta a todos los sistemas del cuerpo humano.

Uno de los efectos más directos de la ingravidez es la pérdida de masa ósea, que ronda el 2%: “Si tú no cargas tus huesos, estos van reduciendo su cantidad de mineral y haciéndose más frágiles. Esto pasa en el espacio, pero también con la gente que pasa en la cama muchos meses y se les atrofian los músculos”. Parecido ocurre con el corazón, que al no tener que bombear tan fuerte comienza a perder masa, y el sistema inmune. Hasta pueden producirse cambios en los ojos por las alteraciones de la presión dentro de la cabeza.

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La ausencia de gravedad impacta en cada órgano y cada ámbito del cuerpo, por lo que el proceso de la digestión no iba a quedarse atrás. Las observaciones de la medicina espacial muestran que el tiempo de tránsito intestinal se eleva, que son las horas que tarda el alimento en ir desde la boca hasta el ano. Uno de los disparadores principales para que el bolo alimenticio se mueva es el contacto con la pared y la fuerza sobre las fibras musculares y los sensores que hay en ella. El doctor Vaquer explica que “al no haber gravedad, esa cantidad de fuerza sobre las paredes es menor, con lo que la propulsión al intestino es más lenta”.

Menú de astronauta: tacos pegajosos y alubias pastosas

Si pensamos en comida de astronautas, es más que probable que la primera imagen que aparezca en nuestra cabeza sea la de algo parecido a una pastilla. Y efectivamente algo así era a principio de la era espacial, cuando lo único disponible eran purés exprimidos y metidos en tubos. En la actualidad, los astronautas pueden comer arroz, carnes, alubias, patés, espinacas... Incluso pueden prepararse sus propios tacos. Esto se consigue gracias a que la comida se almacena deshidratada en paquetes en los que que añaden agua caliente de una fuente de la Estación. Una fuente cuya agua se ha reciclado del sudor y la orina de los cosmonautas, pues “hay filtros de muy alta calidad que reciclan el 92% del agua”.

La hora de la comida en la Estación Espacial reúne a todos los astronautas (ESA)
La hora de la comida en la Estación Espacial reúne a todos los astronautas (ESA)

Prácticamente, casi cualquier comida que se nos ocurra puede consumirse en el espacio si cumple un requisito: deben ser pegajosas. El equipo de Medicina Espacial diseña todos los platos con una capa de jugo alrededor de los alimentos que los vuelve pastosos y viscosos para que se vuelvan consistentes. “La idea es que los granos de arroz y las migas no vuelen por ahí y acaben en los filtros de la Estación”, aclara el doctor. Además, señala que una de los aspectos que más llaman la atención de los expertos es que los alimentos se vuelven insípidos: “En el espacio, los astronautas dicen que la comida no sabe igual y que pierde el sabor. No sabemos muy bien por qué, pero una de las salsas que más piden que subamos a la Estación es la salsa tabasco para potenciar el sabor de las comidas”.

Además de todos los menús que se preparan concienzudamente en términos nutritivos, los astronautas pueden recibir lo que llaman “comida bonus”, que puede ser desde fruta y verdura frescas hasta detalles de la familia por algún cumpleaños, si coincide con la nave que les suben los víveres. Desde la ESA entienden estos gestos como un esfuerzo necesario para mantener alta la moral de los cosmonautas. En palabras del doctor Vaquer,“es un pequeño gasto de espacio o gasto de masa en una nave, pero que tiene un gran efecto en la salud mental y en la productividad de la persona. No olvidemos que están en misiones de meses en un entorno hostil con relativo poco contacto con la familia”.

La rutina del espacio

Aquella regla de ocho horas de trabajo, ocho de sueño y otras ocho de ocio se sigue a raja tabla por los cosmonautas. Cada día se comienza con una conferencia con la Tierra en la que se planifica las labores de la jornada, una agenda tabulada en segmentos de diez minutos. Estas actividades, algunas coordinadas con el suelo y otras realizadas de forma autónoma por los astronautas, incluyen experimentos biología, física, botánica... que van siendo revisados por el equipo “terrestre”. Buena parte del tiempo de trabajo también se dedica al mantenimiento de la Estación.

Las investigaciones científicas se coordinan con el ejercicio físico, hasta dos horas al día seis veces por semana, pues es “el único medicamento que tenemos para contrarrestar los cambios del espacio”. Terminada su jornada laboral, los astronautas tienen libertad para gestionar su tiempo de ocio antes de volver a dormir: “Pueden aprovechar para hacer fotos, hablar con la familia, pasar el tiempo con el resto de compañeros... O descansar”.

El astronauta francés Thomas Pesquet aprovecha su tiempo libre para tocar el saxofón (ESA)
El astronauta francés Thomas Pesquet aprovecha su tiempo libre para tocar el saxofón (ESA)

Sin embargo, ni en el espacio nos podemos librar de las tediosas tareas domésticas, pues “los sábados y domingos es el día de limpieza y les toca pasar la aspiradora en la nave”. Aunque puede parecernos una actividad insignificante, mantener limpias las instalaciones es un asunto de vida o muerte. Los restos de comida, las escamas de la piel de los astronautas e incluso las propias bacterias que portan terminan saturando los filtros e impidiendo la correcta ventilación. “Hay anécdotas de la Estación Mir donde los hongos se comieron circuitos integrados por zonas donde no se podía acceder a la limpieza y partes de la estación empezaron a fallar”, expresa el Jefe de Medicina Espacial de la ESA.

Próximo destino: Marte

Durante una misión a Marte, un astronauta es dado por muerto tras una tormenta de arena y abandonado por la tripulación. Para sobrevivir, Mark Watney recurre a su ingenio y a su instinto de supervivencia para pedir el rescate a la Tierra. Esta historia (afortunadamente) no es real, sino que es la trama de la película Marte (The Martian) de Ridley Scott. Uno de los temas centrales de esta cinta es, sin duda, desafiar la autonomía del astronauta en un planeta desierto a millones de kilómetros del nuestro.

Este es el principal problema de por qué no se ha enviado todavía una nave tripulada a Marte: no somos autosuficientes. “Lo que nos falta sobre todo es hacer que los astronautas sean más autónomos y no dependan de nosotros”. Pese a que el equipo recibe formación avanzada en medicina para aprender a usar las herramientas y realizar algunos procedimientos, todavía no es suficiente.

El objetivo a futuro de la Medicina Espacial es lograr lo que en 1961 hizo el cirujano ruso Leonid Rógozov, quien enfermó durante una expedición a la Antártida y, al ser él el único médico del equipo, se extirpó el apéndice a sí mismo. “El gran hito va a venir cuando podamos tener sistemas que ayuden a los astronautas a tomar decisiones de forma más autónoma, sistemas que guíen ultrasonido para hacer bien una ecografía, que les digan dónde poner un catéter intravenoso, qué antibiótico usar o que sepan monitorizar los resultados de esas analíticas”, concluye. De momento, Marte tendrá que esperar.