¿Puede el producto de limpieza que usamos para la cocina estar dañando nuestro cerebro? Esto es lo que apunta un estudio de la Facultad de Medicina de la Universidad Case Western Reserve (Estados Unidos). Las sustancias químicas que se encuentran en una amplia gama de artículos domésticos pueden estar relacionadas con enfermedades neurológicas como la esclerosis múltiple y los trastornos del espectro autista.
Esto es lo que concluye esta investigación recién publicada en la revista Nature Neuroscience, que ha proporcionado nuevos conocimientos sobre los peligros que algunos productos químicos domésticos comunes representan para la salud del cerebro. Se descubrió que algunos productos químicos comunes afectan específicamente a los oligodendrocitos del cerebro, un tipo de célula especializada que genera el aislamiento protector alrededor de las células nerviosas.
“La pérdida de oligodendrocitos es la base de la esclerosis múltiple y otras enfermedades neurológica”, señala el investigador principal del estudio, Paul Tesar, profesor de Terapéutica Innovadora y director del Instituto de Ciencias Gliales de la Facultad de Medicina de la citada universidad. “Ahora demostramos que sustancias químicas específicas en productos de consumo pueden dañar directamente los oligodendrocitos, lo que representa un factor de riesgo de enfermedades neurológicas no reconocido anteriormente”.
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Partiendo de la premisa de que no se han realizado suficientes investigaciones exhaustivas sobre el impacto de las sustancias químicas en la salud del cerebro, los investigadores analizaron más de 1.800 sustancias químicas que pueden estar expuestas a los humanos. Identificaron sustancias químicas que dañaban selectivamente los oligodendrocitos y pertenecen a dos clases: retardantes de llama organofosforados y compuestos de amonio cuaternario.
Dado que los compuestos de amonio cuaternario están presentes en muchos productos de cuidado personal y desinfectantes, que se utilizan con mayor frecuencia desde que comenzó la pandemia de COVID-19, las personas estamos expuestas regularmente a estos químicos. Y muchos productos electrónicos y muebles incluyen retardantes de llama organofosforados.
Los investigadores utilizaron sistemas celulares y organoides en el laboratorio para demostrar que los compuestos de amonio cuaternario provocan la muerte de los oligodendrocitos, mientras que los retardantes de llama organofosforados impedían la maduración de los oligodendrocitos. Así, demostraron cómo los mismos químicos dañan los oligodendrocitos en los cerebros en desarrollo de los ratones. Los investigadores también vincularon la exposición a una de las sustancias químicas con malos resultados neurológicos en los niños a nivel nacional.
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“Encontramos que los oligodendrocitos, pero no otras células cerebrales, son sorprendentemente vulnerables a los compuestos de amonio cuaternario y a los retardantes de llama organofosforados”, añade Erin Cohn, autora principal y estudiante de posgrado en el Programa de Capacitación de Científicos Médicos de la Facultad de Medicina. “Comprender la exposición humana a estas sustancias químicas puede ayudar a explicar un eslabón perdido en cómo surgen algunas enfermedades neurológicas”.
Los expertos advierten de que la asociación entre la exposición humana a estas sustancias químicas y los efectos sobre la salud del cerebro requiere más investigación. Por ello, las investigaciones futuras deben rastrear los niveles químicos en el cerebro de adultos y niños para determinar la cantidad y duración de la exposición necesaria para causar o empeorar la enfermedad.
“Nuestros hallazgos sugieren que es necesario un escrutinio más exhaustivo de los impactos de estos químicos domésticos comunes en la salud del cerebro. Esperamos que nuestro trabajo contribuya a tomar decisiones informadas sobre medidas regulatorias o intervenciones conductuales para minimizar la exposición a sustancias químicas y proteger la salud humana”, concluyen los investigadores.
* Información elaborada por Europa Press