Desde los últimos años, un sector de la ciencia aboga por la inclusión de una perspectiva de género en este campo, desde la medicina a la farmacia. Las razones son varias; una de ellas es poder dar una respuesta a por qué las mujeres tienen mayor riesgo que los hombres de sufrir los efectos secundarios de los medicamentos: entre un 1,5 y 1,7% más, según los datos que aporta una investigación realizada por el Consejo General de Colegios Farmacéuticos (CGCF).
Según detalla el análisis, la administración de medicamentos no acostumbra a realizarse teniendo presente las diferencias biológicas entre mujeres y hombres, como puede ser la distribución de la grasa, que afecta a la liberación, absorción, distribución, metabolismo y excreción de los fármacos. Por ello, al no ajustarse los tratamientos por mg/kg, las dosis que reciben las mujeres suelen ser mayor. En consecuencia, los efectos adversos son más frecuentes en ellas.
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Por ello, esta investigación insta a los profesionales sanitarios a tener en cuenta estas diferencias por sexo y ajustar la dosis especialmente en algunos medicamentos de uso común como las estatinas, los antibióticos, las benzodiacepinas, los antihistamínicos o los antipsicóticos, la aspirina, los betabloqueantes, el hierro, o los tratamientos para la insuficiencia cardiaca como la digoxina o los conocidos como IECA y ARA II.
En concreto, el estudio recuerda, entre otras cuestiones, que las estatinas (fármacos para reducir el colesterol) generan más riesgo de mialgias y diabetes en mujeres que en hombres; que las mujeres presentan una disminución en el aclaramiento plasmático de algunos antibióticos; y, por otra parte, que la aspirina proporciona más beneficio a las mujeres que a los hombres en la prevención de accidentes cerebrovasculares isquémicos.
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Además, las mujeres son más sensibles a los opiáceos y benzodiacepinas (ansiolíticos y relajantes musculares) y debe reducirse, por tanto, su dosis para evitar dependencia y adicción; tienen más riesgo de somnolencia por antihistamínicos; metabolizan más lentamente los betabloqueantes; su absorción del hierro es mucho mayor que la del hombre; eliminan peor el metotrexato, las tiazidas y la gabapentina y los antipsicóticos y requieren menores dosis de IECA y ARA II.
Un ritmo distinto en los riñones
Otra investigación internacional también ha puesto de manifiesto esta problemática entre la falta de perspectiva de género en la investigación y los efectos secundarios de los tratamientos farmacológicos. El estudio Sex differences in pharmacokinetics predict adverse drug reactions in women publicado en 2020 en la revista científica Biology of Sex Differences descubrió que hasta el 96 % de los medicamentos tienen una mayor tasa de efectos secundarios en mujeres que en hombres y apuntó a otras nuevas explicaciones.
Una de las conclusiones a las que llegó este estudio fue que, en el caso de la lepirudina (un anticoagulante), esta seguía presente en la sangre de las mujeres hasta 48 horas después de tomarla, en comparación con las 2 horas en los hombres. Esto se traduce en un mayor riesgo de sufrir un sangrado no deseado. Es decir, que los riñones no funcionan al mismo ritmo entre hombres y mujeres. Esto se traduce en un mayor riesgo de sufrir un sangrado no deseado.