Muchos medios lo publicitan como el fármaco de moda de Hollywood o el milagro contra la obesidad, mientras que otros se centran en los problemas de desabastecimiento por un uso inadecuado. El Ozempic y otros medicamentos de acción similar para tratar la obesidad han sido coronados como el avance científico de 2023 por la revista Science. ¿Son ciertas las maravillas que se cuentan de ellos?
Antes que nada, dejemos claro que Ozempic es el nombre comercial que le ha puesto la compañía farmacéutica danesa Novo Nordisk a su gallina de los huevos de oro: la semaglutida, principio activo que se comercializa también como Rybelsus y Wegoby. Este último está aprobado en toda Europa, pero de momento solo se dispensa en Dinamarca, Suecia, Alemania y Reino Unido. A España se prevé que llegue a a finales de 2024 o principios de 2025.
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Una plaga global
El revuelo tiene su porqué. Según la Organización Mundial de la Salud, la prevalencia mundial de la obesidad casi se triplicó entre 1975 y 2016, con el consiguiente aumento de enfermedades asociadas como la diabetes tipo 2, las dolencias coronarias y ciertos tipos de cáncer.
Nuestra sociedad y nuestro sistema de salud necesita desarrollar armas y estrategias para combatirla. Y aunque la línea preferente sigue siendo la prevención con hábitos saludables –actividad física y dieta–, la búsqueda de tratamientos farmacológicos se encuentra en pleno auge. Nuestra misión es compartir el conocimiento y enriquecer el debate.
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Arsenal de fármacos
Actualmente disponemos de tres tipos de medicamentos antiobesidad, con sus correspondientes mecanismos de acción. Unos reducen la absorción de calorías de la dieta, otros se centran en el sistema nervioso central y, finalmente, están los que actúan desde diferentes frentes al mismo tiempo, como la reducción del apetito, la mejora del control glucémico o el aumento de la sensación de saciedad.
Los compuestos pertenecientes a la última categoría originalmente se diseñaron como antidiabéticos. Hablamos de los inhibidores del cotransportador de glucosa y sodio (glifocinas) y, sobre todo, de los análogos de las incretinas o incretinomiméticos, los más eficaces para tratar la obesidad hasta la fecha.
¿La revolución contra la obesidad?
También conocidos como agonistas del receptor del péptido similar al glucagón 1 (GLP-1), los incretinomiméticos son medicamentos inyectables, aunque algunos ya se administran por vía oral. Aumentan la secreción de insulina, inhiben la liberación de glucagón (lo que favorece el control glucémico) y suprimen el apetito. Esto produce la liberación de la insulina dependiente de la glucosa y una reducción de los niveles de glucosa en sangre después de las comidas.
El primer fármaco de este grupo, la exenatida (Byetta), se comercializó en España en 2006 y desde entonces le han seguido ocho principios activos más. Algunos de los más populares son la liraglutida (Victoza), la dulaglutida (Trulicity) o la ya citada semaglutida (Ozempic, Rybelsus y Wegoby).
Si ya llevan casi 20 años en el mercado, ¿por qué se habla ahora tanto de ellos? La razón es el reciente descubrimiento de su eficacia para combatir la obesidad. Se observó que, además de los efectos positivos en el control glucémico, los pacientes en tratamiento para la diabetes mellitus tipo II reducían considerablemente su peso con estos medicamentos supresores del apetito.
La verdadera revolución de la semaglutida radica en que fue el primer principio activo en recibir aprobación para tratar la obesidad, a pesar de que tanto la liraglutida como la exenatida ya se usaban de manera no oficial para ese fin.
Ventajas añadidas
Más allá de la pérdida de peso y del control de la glucemia, cada día aparecen investigaciones que revelan nuevos beneficios de estos fármacos, como la reducción de la presión arterial, factor de riesgo cardiaco.
Los resultados también sugieren que protegen al hígado, al riñón y contra el deterioro cognitivo asociado a la edad, incluyendo la enfermedad de Alzheimer. O que la acción saciante (anticraving) de la semaglutida podría aplicarse en el tratamiento del alcoholismo, posibilidad que ha generado debate entre los expertos.
Más difícil de encontrar que una aguja en un pajar
Como dijo Bernard Shaw, no hay nada más peligroso que ser demasiado popular. Esto se aplica a la situación actual de la semaglutida. La expectación levantada por los medios de comunicación, las redes sociales y el boca a boca ha disparado la popularidad de este fármaco de tal forma que su fabricante tiene problemas para satisfacer la demanda actual.
La Agencia Española del Medicamento, por ejemplo, ha admitido que el uso de Ozempic en clínicas de adelgazamiento privadas ha agravado la falta de suministro.
La escasez comenzó con la promoción de sus propiedades adelgazantes por celebridades como Kim Kardashian. Esta publicidad viral ha obligado a los pacientes que lo necesitan para tratar su diabetes a deambular de farmacia en farmacia con la esperanza de encontrarlo. Las inyecciones falsas de Ozempic están a la orden del día.
No es un fármaco inocuo
En este punto, es importante advertir de que la semaglutida no es la panacea contra la obesidad, y de que su administración no resulta inocua. Al igual que cualquier medicamento, puede producir efectos secundarios como náuseas, vómitos y diarrea.
Aunque también se han notificado casos pancreatitis aguda y cáncer de páncreas, los datos disponibles no avalan que aumente el riesgo de sufrir esas enfermedades. Sin embargo, desde julio de 2023 la Agencia Europea del Medicamento (EMA) está revisando la seguridad del Ozempic por su relación con pensamientos suicidas.
Al margen de las reacciones adversas graves, también hay que tener en cuenta sus posibles efectos estéticos. Así, después de perder peso rápidamente con la semaglutida, hay quien experimenta notables cambios en su rostro: pérdida del volumen facial, aumento de la flacidez y un aspecto demacrado. Es la llamada “cara de Ozempic”, y algunos pacientes incluso valoran someterse a tratamientos de medicina estética para corregirlo.
¿Qué pasa cuándo dejamos de tomar semaglutida?
Todo comienzo tiene su final. En el caso del Ozempic, éste llega cuando el paciente ha alcanzado su peso meta o no tolera las náuseas que le produce el medicamento. ¿Se mantiene después el peso o hay un “efecto yo-yo”? A este respecto, un estudio publicado en 2022 reveló que después de un año los pacientes recuperaban dos tercios de los kilos perdidos.
Estos datos dejan en evidencia que la semaglutida no es el milagro contra la obesidad con que a veces se anuncia. Sin embargo, sí puede ser un aliado terapéutico para mejorar la eficacia de las modificaciones en la nutrición y el estilo de vida, que son la piedra angular del tratamiento contra el exceso de peso.
* Francisco Les y Cristina Moliner son profesores de Ciencias Farmacéuticas en la Universidad San Jorge