La vacuna Bacille Calmette-Guérin (BCG), nombrada así en honor a los científicos que la descubrieron en Francia hace un siglo, ha salvado millones de vidas. Y ahora podría convertirse en una herramienta crucial para prevenir una de las enfermedades más comunes y debilitantes: el Alzheimer. Una posibilidad que está desafiando a equipos de investigación en todo el mundo, acumulando cada vez más evidencia a su favor.
Recientes autopsias de individuos con Alzheimer han revelado la presencia de microorganismos comunes, como el virus del herpes simple, conocido por causar el herpes labial. Estos virus podrían residir en los ovillos o placas de beta amiloide, que se ha demostrado que poseen propiedades antimicrobianas. Por ello, los únicos dos medicamentos aprobados por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de EEUU para detener la progresión de la enfermedad se basan en anticuerpos que se adhieren a las proteínas beta amiloides, desencadenando una respuesta inmunitaria que las elimina del cerebro. Sin embargo, aunque estos fármacos parecen ralentizar el avance de la enfermedad, su efecto en la calidad de vida de los pacientes es limitado.
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Esta evidencia ha impulsado la investigación hacia vacunas como la BCG, que han demostrado reducir el riesgo de infecciones como la tuberculosis y otras enfermedades respiratorias. En un ensayo clínico reciente, la BCG redujo a la mitad las posibilidades de desarrollar una infección respiratoria en los siguientes 12 meses, en comparación con aquellos que recibieron un placebo, según informa The Guardian. Además, esta vacuna se utiliza como tratamiento estándar para ciertos tipos de cáncer de vejiga.
Se cree que la capacidad de la BCG para reducir la inflamación proviene de un proceso llamado “inmunidad entrenada”. Después de que una persona recibe la vacuna, pueden observarse cambios en la expresión de genes asociados con la producción de citocinas, moléculas pequeñas que pueden activar otras defensas, incluidos los glóbulos blancos. Como resultado, el cuerpo puede responder de manera más eficiente a una amenaza, ya sea un virus, una bacteria o incluso una célula mutada.
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Estudios en ratones sugieren que la inmunización con BCG reduce la inflamación cerebral, lo que conduce a una mejora en las habilidades cognitivas. Además, investigadores de diversos centros en Estados Unidos analizaron una cohorte de casi 6.500 pacientes con cáncer de vejiga y encontraron que la terapia con inyecciones de BCG redujo en un 20% el riesgo de desarrollar demencia relacionada con el Alzheimer, con una disminución aún mayor en pacientes de más de 69 años al inicio de la terapia. Aunque este efecto no llegó a ser estadísticamente significativo, la reducción del riesgo tendió a mantenerse durante 5 años.
Estos hallazgos sugieren un vínculo prometedor entre la vacuna BCG y la prevención del Alzheimer, aunque se necesitan más investigaciones para confirmar y comprender completamente este fenómeno. Sin embargo, el potencial de una vacuna económica y de fácil acceso para abordar una enfermedad tan devastadora como este tipo de demencia es esperanzador y puede tener implicaciones significativas para la salud pública en todo el mundo.
El Alzheimer en España
La enfermedad del Alzheimer afecta a más de 800.000 personas en España, según datos de la Sociedad Española de Neurología. Una cifra que podría duplicarse para 2050 debido al envejecimiento poblacional. Con estos datos, el Alzheimer constituye una de las principales causas de discapacidad entre personas mayores, siendo también una de las enfermedades neurodegenerativas más prevalentes en nuestro país.
En España existe una notable implicación de organizaciones no gubernamentales y asociaciones, como la Confederación Española de Alzheimer y otras demencias (CEAFA), en la provisión de recursos y apoyo a pacientes y cuidadores. A nivel gubernamental, se han implementado estrategias nacionales para abordar esta enfermedad, con el fin de mejorar la detección temprana, la atención y el apoyo.