“Si no mantenía mi físico, temía perder el cariño y la admiración de los otros. Sentía que si contaba calorías podía mantener todo eso”. “Llevo desde los diecisiete años refugiándome en la comida, cada vez que me siento mal acudo al supermercado”. “Pienso que solo yo tengo el control sobre eso, es como si estuviese enganchada a esa sensación de satisfacción instantánea”. Estas son algunas de las historias recogidas por la psicóloga Denisa Praje en Tu cuerpo es para vivir, un libro que actúa como bálsamo para quienes sufren por su relación con el cuerpo y la comida. En este trabajo, Praje da prueba de que hay salida a los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) y aporta explicaciones comunes a una realidad que se vive como única.
“Hay que entender que es un problema que se ha creado culturalmente”, puntualiza la psicóloga. En este sentido, cada persona sufre los problemas de imagen e insatisfacción corporal de una forma concreta y acorde a sus experiencias y su contexto. Sin embargo, el rechazo a la gordura, la asociación del éxito con la belleza y la delgadez, así como el resto de imperativos sociales vinculados a la estética, deterioran la relación de los sujetos con su cuerpo. “Vivimos en un mundo donde todo está diseñado para cuerpos delgados. Todo esto se ha aprendido dentro de un contexto cultural y además se ha particularizado”, sentencia Praje.
Te puede interesar: Una prestación universal por hijo, el proyecto del Gobierno para igualar España a otros países de Europa
En España, cerca de medio millón de personas padecen TCA, según datos de la Fundación Fita y la Asociación Española para el estudio de los Trastornos de la Conducta Alimentaria de 2019. Las consecuencias de estas patologías condicionan la vida de quienes las sufren. Ante esta situación, más allá de la etiqueta diagnóstica, Denisa Praje pone el foco sobre el malestar que impide el normal desarrollo del día a día. “Ahí estaríamos hablando de un problema de alimentación, de esos pensamientos y emociones relacionados con la comida y el cuerpo que afectan significativamente a cosas que son importantes para nosotras”, explica.
Los cánones de belleza atraviesan las relaciones sociales. Por ello, su influencia se extiende a toda la población, pero el impacto es mayor en las mujeres. “Más del 90% de personas que encajan dentro de la etiqueta de anorexia o bulimia son mujeres”, asegura la experta, quien además señala que esta estadística coincide con su experiencia profesional. Así, los estereotipos de género parecen relacionarse de forma directa con esta problemática. “Seguramente al aprender lo que significa ser mujer, hayamos asociado que tiene que ver con deber belleza, con buscar la belleza, con buscar un cuerpo concreto… También hemos aprendido a que en esta sociedad se nos valora a nosotras por el cuerpo que tenemos y acabamos siendo más objetos de deseo que sujetos activos que también desean. Todas estas presiones son mayores en las mujeres”.
La presión estética se mantiene, pero las tendencias cambian
Las normas estéticas son una parte más del entramado social. Ahora bien, el canon ha cambiado con respecto a hace unas décadas, ahora el ideal de belleza es otro. No obstante, a pesar de que la tendencia estética sea distinta, la presión que ejerce sobre los sujetos se mantiene estable. “Seguramente antes el canon de belleza bueno era un canon más delgado y ahora hay un canon más musculado, de cuerpos tonificados, no tan extremadamente delgado”, reflexionar Praje.
Las manifestaciones de los TCA también han cambiado. En palabras de la psicóloga, “lo que pasa es que ha cambiado de forma y la forma de ahora se solapa más con lo que entendemos por saludable. Es decir, el estar preocupada por una alimentación limpia entre comillas o libre de ultraprocesados. Esto a priori parece saludable, pero se puede convertir igualmente en una obsesión que a nivel psicológico puede hacer mucho daño”.
Para poder poner punto y final a un trastorno de la conducta alimentaria hay que empezar por reconocer que hay un problema. Una vez se da este primer paso, comienza un largo camino de aprendizaje en el que se busca “no volver a poner el cuerpo en el centro de la ecuación”. Para ello, el papel del entorno es fundamental. “Es importante dejar de comentar sobre el cuerpo de los demás y dejar de valorar a los demás en función de su cuerpo”, señala.
Te puede interesar: Tres semanas encerrado en un aeropuerto y deportado aunque venía a España a vivir con su novia: “La justicia es arbitraria”
Así, el proceso de recuperación pasa por romper con muchas de las conductas y pensamientos aprendidos durante toda una historia de vida. Ahora, la autora de Tu cuerpo es para vivir se reafirma en la idea de que se puede salir de un trastorno de la conducta alimentaria. “Se sabe que el cambio ha terminado cuando esos pensamientos o esas emociones relacionadas con el cuerpo o con la alimentación ya no afectan en el día a día de la persona, ya no son tan intensas ni frecuentes y ya no afectan en cosas que son importantes para sus objetivos en la vida”, apunta. “No tiene que ver con que puedas volver a estar insatisfecha con tu cuerpo, sino que esa insatisfacción, por ejemplo, no afecte a que vuelvas a esas conductas de control y logres poner en marcha otro tipo de estrategias”, agrega.
Ahora bien, aunque la recuperación individual termina, el contexto continúa siendo hostil. Por ello, Praje reivindica la importancia de un cambio sociocultural. “El problema es que cuando se sale de un trastorno de la conducta alimentaria se vuelve a un mundo que sigue promoviendo conductas propias de un trastorno de la conducta alimentaria, como las conductas compensatorias, como el culto al cuerpo, como la revisión constante del cuerpo de una misma, como las dietas... Y esto es lo que tiene que cambiar también”, concluye.