A María de Valdés (Fuengirola, Málaga, 1998) se le nota, incluso a miles de kilómetros de distancia, que está “siempre sonriendo”. “Soy muy pava, muy espontánea, me gusta mucho hacer bromas. También tengo mi carácter, pero es difícil sacármelo. Eso sí, a nivel deportivo sí que lo saco bastante, pero ya fuera del agua soy diferente”, asegura, no cabe duda que risueña, a Infobae España. La mayor y mejor constatación de que en el plano deportivo sabe ponerse seria y ser toda una luchadora llegó este sábado, cuando la nadadora española ganó la medalla de plata en 10 kilómetros en aguas abiertas en el Mundial de Doha. Consiguiendo, de paso, una plaza para los Juegos Olímpicos de París 2024: “Un objetivo que pensaba que nunca iba a cumplir, de otro mundo”.
Histórica plata de María de Valdés en los 10K de aguas abiertas en Doha.
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La nadadora malagueña logra también el billete para París 2024
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Así, ha satisfecho dos anhelos de infancia de una sola tacada: ir con la selección, primera obsesión de su lista, ya lo consiguió en su día. Gracias a este subcampeonato, la malagueña se ha ganado la licencia para “hacer algo más” en la capital francesa el próximo verano. “Incluso soñar con una medalla, que es lo que todo deportista quiere”, avisa. Lo hace con conocimiento de causa, tras una final mundialista en la que aspiró a todo… y también a la nada. Ella misma lo explica: “Me da rabia no haber podido conseguir ese oro, pero ahora es muy fácil decirlo. Desde fuera, todo el mundo ‘bueno, por una décima’. Una décima me ha dado la plata, pero también habría podido ser oro e incluso estar fuera de las medallas. Estoy muy contenta y sé que soy muy afortunada de haber podido estar codo con codo con la mejor del mundo”.
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Tanto valora De Valdés lo conseguido que, toda naturalidad, afirma que no se esperaba este segundo puesto mundialista. Pero se ha quitado esa “espina clavada” tras una prueba en la que tuvo que imponerse tanto a sus rivales como a sus propios demonios. “Me descolgué del grupo. No como tal, pero andaba siempre entre la quinta y la octava. Y en la tercera vuelta es verdad que me puse entre la undécima y la duodécima y se me pasaron muchas cosas negativas por la cabeza. Pero supe afrontarlo de la mejor manera, seguir adelante y luchar por el objetivo que tenía entre ceja y ceja. Ya no sólo de ahora. Desde hace muchos años”, expone más que satisfecha.
“Me colgaría la medalla de superación. De ir poco a poco y con cabeza y siempre con los pies en la tierra. De trabajar día a día. Y, sobre todo, soy una deportista constante. Al final, salen a la luz los frutos que me merezco. Lo estoy disfrutando mucho”, continúa en idéntica línea. Cómo no hacerlo cuando la natación es el deporte de su vida “desde muy pequeña” y “todo viene de familia”. “Mi padre era nadador. Mi tío, también; a nivel internacional”, se sincera con este periódico. A su progenitor le tiene especialmente en mente una vez alcanzado su mayor momento de gloria en la competición.
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Campeona contra las adversidades
“Miré al cielo y lo primero en lo que pensé fue en él. Fue una carrera dedicada a él. No he tirado la toalla por él. Porque justamente empezó todo, la preparación, cuando falleció. Entonces, este campeonato ha sido algo muy especial para mí. Y la fuerza que no tenía sé que me la dio él para poder lograr el objetivo que él tanto quería también”, desvela María, que no puede olvidar lo “muy emocionante” que fue, normal, la llamada en la que su madre y su hermana, “llorando”, le felicitaron. “En cada brazada que hacía, pensaba en mi padre”, resume, con una entereza digna de subcampeona del mundo. Una, además, especialmente curtida en contratiempos.
Por ejemplificar algunos: el “palo” de no clasificarse para los Juegos Olímpicos de Tokio, varias operaciones en el hombro y, por supuesto, la pérdida de su padre. “Lo recuerdo con bastante angustia y como algo muy duro de ver. Sobre todo, ahora que he conseguido el resultado y lo que quería. Me cuesta ver todas las dificultades que tuve”, admite De Valdés. De hecho, necesitó ayuda profesional para poder sobrellevar este tipo de situaciones peliagudas: “Todo esto lo trabajé con la psicóloga en el mes que estuve concentrada en Sierra Nevada. Me ha ayudado mucho durante todas las temporadas, pero sobre todo ese mes, que fue el más crucial. Me ayudó a gestionar los momentos del presente y los que me iban a pasar durante la carrera. A saber gestionar los nervios. En los momentos en los que iba a estar fuera de carrera, en los que iba a tener mejor posición… Y todo eso iba sumando en las dos horas de carrera”.
😍¡El abrazo de la emoción tras la llegada de María! pic.twitter.com/YcwzS4j8C1
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María es muy consciente de lo mucho que debe cuidar su salud mental un deportista de élite. Más allá de estas adversidades, vivió su particular descenso a los infiernos de forma relativamente reciente: “Hace un año y medio, más o menos, me dio un bajón bastante, bastante duro”. Tuvo la importancia suficiente como para plantearse dejar de nadar. En última instancia, todo quedó en un susto. “Teniendo a mi club, mi entrenador, mi familia, a todo el mundo ahí detrás de mí, me empujaron para poder seguir adelante y que no sólo no se acabara aquí, sino que haya podido seguir sumando triunfos”, agradece.
Entre sus hitos pasados, De Valdés tiene claro cuáles coloca a la misma altura que el actual. Primero, el décimo puesto en el 10 km del Mundial de Budapest de 2022, porque supuso “volver otra vez a la élite” tras no poder estar en Tokio 2020. A la par que conseguir su “mejor puesto a nivel internacional” hasta entonces. Después, otra plata: la del Europeo de Roma, también en el 22. En ese caso, en 5 kilómetros. Es la distancia en la que competirá el miércoles en Doha, antes de pasar a una piscina que en absoluto es un segundo plato para ella: “Dentro de dos semanas, tenemos el Open de España en Barcelona, y ahí quiero hacer buenos resultados en 1500 y 800 metros. Tengo que aprovechar este estado de forma para seguir dando mi mejor versión”.
¿Qué le falta para ocupar el primer cajón de un podio? “Creo que el último esprint es lo que más me cuesta. Contra mis rivales, que creo que tienen mejor esprint que yo. Y algún que otro avituallamiento que fallé en esta prueba”, responde María. Alguien que se considera “constante”, “positiva”, “humilde” y “trabajadora” como nadadora. Si hay un espejo en el que mirarse, ese es el de la brasileña Ana Marcela Cunha, una de las mayores leyendas de las aguas abiertas (campeona olímpica y heptacampeona mundial): “Es una deportista diez, que la verdad es que ha conseguido todo. Y fuera del agua, chapó por ella, porque es muy buena persona. Te ayuda en todo lo que haga falta. Me gustó mucho trabajar con ella en una concentración en Sierra Nevada. Aprendí mucho en todos los aspectos”.
🫂¡Apasionante abrazo entre María de Valdés y Ángela Martínez!
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🏊♂️Las dos nadadoras han hecho historia en #Doha y estarán en los Juegos de París
🥹Emociona verlo
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En su tiempo libre, correr e ir de compras son aficiones destacadas. “¡Que se preparen!”, bromea cuando se le cuestiona si piensa arrasar las tiendas en el caso de conseguir una presea olímpica. “Obviamente, quiero hacerlo lo mejor posible en París. Llevar a España a lo más alto. También me gustaría llegar a Los Ángeles (2028). Llegaría con 29 años y creo que, para las aguas abiertas, cuantos más años tenga, mejor experiencia, y todo va sumando”, es su declaración de intenciones. Eso sí, con los pies en el suelo: “En aguas abiertas, nunca se sabe, porque no sólo depende de ti. La marea, el clima, un golpe de tus rivales…”.
De ahí que María de Valdés asegure que se quedaría “sin palabras” si catase metal en el evento deportivo por excelencia. “Eso sí que sería un sueño que no me esperaba”, subraya. Antes de despedirse, pone en valor a todos los mecenas de su gesta: “La gente que ha trabajado conmigo en Coruña, los fisios, mi entrenador Jesús, la gente de la (federación) española y de los centros de alto rendimiento…”. En definitiva, todos los que han estado en su camino. “Siempre en el mismo barco” y, faltaría más, con la sonrisa por bandera.