El Covid-19, el virus que puso en jaque el mundo en 2020 ya existió hace 25.000 años y arrasó el este de Asia. Aún más sorprendente resulta saber que en el genoma de las personas que habitan hoy en esta región existen pruebas de aquella epidemia. Esta es la conclusión a la que ha llegado un grupo de investigadores australianos y estadounidenses y cuyo trabajo ha sido publicado en la revista científica Current Biology.
Los científicos analizaron el ADN de cientos de poblaciones sirviéndose de la mayor base de datos genéticos pública del mundo: el Proyecto 100.000 Genomas. Así, mediante la observación del código genético de personas de todo el mundo, descubrieron secuencias distintivas en las poblaciones de China, Vietnam y Japón. Lo curioso de estos genes era que contenían una serie de mutaciones propias a las reacciones del cuerpo para defenderse de un coronavirus. De hecho, los cambios genéticos habían reforzado las células de los pulmones -una zona especialmente vulnerable al tratarse de un virus respiratorio-, la sangre, las arterias o el tejido adiposo (la grasa corporal).
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Sin embargo ¿cómo los investigadores podían saber cuándo se produjeron estas mutaciones genéticas en estas poblaciones? Para ello, aislaron en el tiempo a grupos de 500 generaciones, cubriendo cada uno de ellos un periodo de 15.000 años. Esto fue posible gracias a los gráficos de recombinación del material genético, que son capaces de situar en el tiempo cada una de las diferentes mutaciones.
Sabiendo lo anterior, pudieron encontrar que las primeras mutaciones se dieron hacía 900 generaciones, lo que se traduce en 25.000 años atrás de nuestro tiempo actual. Los cambios genéticos se reducían con los años hasta estabilizarse el gen hace 5.000 años, una fecha en la que los expertos calculan que habría sido el fin de la epidemia por su debilidad ante las nuevas defensas del cuerpo. Dicho refuerzo de las defensas de estas poblaciones ha sido clave para hacerlas mucho más resistentes a este tipo de virus tan propenso a la mutación.
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Aunque este virus ha atacado durante milenios de forma epidémica -según este estudio-, sin duda la pandemia del Covid-19 de 2020 ha sido la más letal registrada. Según los datos que aporta la Organización Mundial de la Salud (OMS), en torno a 15 millones de personas murieron por esta enfermedad en todo el mundo, aunque apunta que la cifra real podría ser hasta tres veces mayor y que nunca podremos calcularlo con exactitud.
Pese a la elevada letalidad del virus, los países asiáticos han registrado siempre cifras de mortandad significativamente bajas, según los datos oficiales proporcionados por los Gobiernos. A pesar de que son cifras que muchos expertos ponen entre comillas por la enorme densidad de su población, otros sostienen la teoría de que fue gracias a esas mutaciones genéticas del pasado las que han brindado una protección extra a los asiáticos durante la pandemia. Por otra parte, los países occidentales no partían con esa ventaja. Se cree que la hibridación con los neandertales nos hizo más proclives a contagiarnos de la enfermedad.
La huella del Covid-19 en España
Durante la pandemia de Covid-19, España fue uno de los países europeos más afectados. Según el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) del Ministerio de Sanidad de España, nuestro país experimentó varias olas de contagios que pusieron a prueba la capacidad del sistema de salud. Las cifras acumuladas durante esos años reflejaron un impacto significativo del virus, con millones de casos confirmados.
En términos de mortalidad, el Instituto Nacional de Estadística (INE) proporcionó datos que evidencian el grave efecto del Covid-19 en la población española, con decenas de miles de fallecidos. Las muertes alcanzaron sus picos especialmente durante las primeras olas, reflejando la virulencia del virus, particularmente entre los más vulnerables como los ancianos y personas con enfermedades preexistentes.