Da igual que tengan un día menos lúcido que de costumbre. Las estrellas pueden engancharse a cualquier partido, sea este más o menos comprometido, en cualquier momento: son así. Es lo que consiguió hacer Álvaro Granados con España este martes, en una final del Europeo vibrante hasta los últimos segundos. Unos en los que se echó al equipo a la espalda para acabar con la maldición del waterpolo masculino español, que ya tiene el último oro que le faltaba, el continental, y, de paso, la clasificación para los Juegos Olímpicos de París 2024 (10-11).
¡Álvaro Granados! ¡Álvaro Granados! ¡Álvaro Granados!
— Teledeporte (@teledeporte) January 16, 2024
🤽♂️ Golazo para dar la vuelta a la final
¡¡¡¡¡ESPAÑA, CAMPEONA DE EUROPA DE WATERPOLO POR FIN!!!!! pic.twitter.com/iQrPG1gvjU
A unos 48 segundos para que sonase la bocina en Croacia, el de Terrassa tuvo las agallas suficientes para silenciar a todo un pabellón volcado en un único objetivo: que los balcánicos, puesto que jugaban en casa, volviesen a hacerse con el oro en el Viejo Continente. Si ya era difícil asaltar el infierno croata, Granados lo hizo con una jugada de esas que pasan a la historia por el qué y el cómo. Con la sangre fría propia de los grandes referentes, le echó valor y se sacó de la manga un lanzamiento pleno de descaro. A la par que genial: si este reverso con el que logró marcar se trasladase al fútbol, a buen seguro que encabezaría portadas y telediarios.
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Había que defender ese 10-11 definitivo en la última posesión, pero el 90% del trabajo español ya estaba hecho. Se respondió atrás y el tramo decisivo de sobresaliente de uno de los estandartes ofensivos de la selección tuvo su recompensa. Porque, no hay que olvidarlo, Granados también fue el autor del empate a 10 con el que España, que había empezado el cuarto periodo dos goles por debajo (10-8), empezó a creer que el título aún era posible. Por momentos, el sueño se alejó bastante. Pero los chicos de David Martín se agarraron al choque una y otra vez, a pesar de tener enfrente a una Croacia que, muchos minutos, se vio campeona.
Una final de infarto
El combinado ajedrezado lo tenía todo de cara para repetir triunfo, al ser el anfitrión del torneo y disponer de una calidad siempre abrumadora en este deporte. Pero llevarse el entorchado iba a ser de todo menos sencillo. Tal y como se preveía, la batalla fue sin cuartel. Aunque Croacia gozó de las mayores rentas que se vieron en el marcador, de poco o nada importó eso a la hora de la verdad. Con defensa y acierto cuando más necesarias eran ambas cosas, España le dio la vuelta a la tortilla y logró el más difícil todavía de derrotar a un rival así de potente en su propia piscina.
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Los penaltis pudieron ser una opción, como en el duelo inaugural que sí cayó del lado local. No obstante, recurrir a los mismos se quedó en el tintero. La única pena máxima que se pudo ver fue nada más arrancar. Y rápidamente fue contrarrestada por los españoles. La igualdad era una constante, con ventajas exiguas o, directamente, empates. Eso sí, las rentas considerables, que las hubo, favorecían a Croacia. Con un Bukic castigador, llegaron el 5-3 y, sobre todo, el 6-3.
Tocaba remar contra corriente, pero España, a partir de la solidez atrás, supo rechinar los dientes y no perderle la cara a la situación. Alberto Munarriz, directamente, se dejó la cabeza, y el gorro, en un bloqueo. En el duelo de porterías, Bijac pareció sobresalir algo más, pero Unai Aguirre tampoco anduvo falto de protagonismo en alguna de las muchas remontadas que los nuestros tuvieron que emprender para acabar imponiéndose.
Con un 7-6 al descanso, todo seguía abierto. Más si cabe con el empate a 7 de Bernat Sanahuja, uno de los hombres clave en España tanto ofensiva como defensivamente. El tercer cuarto empezó con un guion apretado que favorecía a la causa cuanto más se mantuviera. Y, sin embargo, terminó con Croacia dando la sensación de estar al borde de darle una estocada fatal al electrónico.
Ya con la copa debajo del brazo, no hay que restarle importancia al tiempo muerto que pidió España a unos cuatro minutos de la conclusión, con el 10-8 vigente. Lo que poco antes habían sido ocasiones perdonadas e incluso dudas en el campo croata se convirtieron en aciertos fundamentales y, en definitiva, una alegría desbordada. Tremenda reacción para constatar que son muy buenos tiempos para los waterpolistas españoles, en ambas categorías. Sus combinados van sobrados de medallas últimamente (las chicas acaban de ser subcampeonas continentales) y hay perspectivas inmejorables de futuro. Que siga la fiesta: el ‘Granadazo’ ha pasado a la posteridad.