Los 7 primeros síntomas de una neumonía que pueden pasar desapercibidos

Esta infección pulmonar es una de las principales causas de mortalidad en todo el mundo

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Una mujer recibe el diagnóstico de neumonía (Shutterstock)
Una mujer recibe el diagnóstico de neumonía (Shutterstock)

La neumonía es una infección pulmonar que puede ser causada por bacterias, virus, hongos o parásitos. Es una enfermedad grave que afecta los alvéolos pulmonares, llenándolos de pus y líquidos, lo cual dificulta la respiración y el intercambio de oxígeno. Es especialmente peligrosa en niños pequeños, adultos mayores de 65 años y personas con el sistema inmunológico debilitado o enfermedades crónicas.

La neumonía continúa siendo una de las principales causas de morbilidad y mortalidad a nivel mundial, pero con medidas preventivas adecuadas y tratamientos efectivos, los resultados pueden ser considerablemente mejores. Por tanto, la concientización sobre la enfermedad y sus síntomas es fundamental para reducir su impacto en la población.

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Los síntomas de la neumonía varían según la causa, la intensidad de la enfermedad y la edad del paciente, pero comúnmente incluyen los siguientes:

  1. Tos, que puede producir flema de color verde, amarillo o incluso con sangre
  2. Fiebre alta
  3. Escalofríos
  4. Sudoración
  5. Fatiga
  6. Dificultad para respirar
  7. Dolor en el pecho al respirar profundamente o toser

En los mayores y otros grupos de alto riesgo, la neumonía puede presentarse con una sintomatología atípica: confusión o cambios en el estado mental, baja en la temperatura corporal y síntomas menos específicos como debilidad o fatiga severa. En los bebés y niños pequeños, además, puede haber falta de energía, inapetencia e incluso vómitos y convulsiones.

Un médico ausculta a una paciente (Shutterstock)
Un médico ausculta a una paciente (Shutterstock)

Diagnóstico y tratamiento de la neumonía

El diagnóstico de la neumonía comúnmente implica una evaluación clínica y la confirmación mediante pruebas de imágenes como una radiografía de tórax, la cual permite visualizar la extensión de la infección en los pulmones. Los análisis de sangre y cultivos de esputo pueden ayudar a identificar el agente infeccioso específico y seleccionar el tratamiento más adecuado.

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Por su parte, el tratamiento de la neumonía depende del tipo de patógeno que la haya causado. En el caso de neumonía bacteriana, los antibióticos son la base del tratamiento. La elección de un antibiótico específico se realiza teniendo en cuenta los patógenos más comunes y las resistencias existentes en la comunidad o el hospital. Para neumonía viral, el tratamiento puede incluir antivirales, aunque muchas veces el enfoque es de apoyo, aliviando los síntomas mientras el cuerpo combate la infección. El uso de antifúngicos es reservado para aquellos casos de neumonía causados por hongos.

Además del tratamiento farmacológico, es importante el reposo adecuado, una buena hidratación y, en algunos casos, el uso de analgésicos o antipiréticos para controlar la fiebre y el dolor. En situaciones de mayor gravedad, principalmente cuando hay dificultades respiratorias severas o en pacientes con alto riesgo, puede ser necesaria la hospitalización y el uso de oxigenoterapia.

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Las medidas preventivas incluyen la promoción de hábitos saludables como no fumar, mantener una alimentación equilibrada y llevar a cabo una rutina de ejercicios para fortalecer el sistema inmunológico. La vacunación juega un papel crucial en la prevención, tanto la vacuna contra la gripe anual como la vacuna antineumocócica pueden prevenir las neumonías causadas por estos patógenos.

En lo que respecta a la neumonía adquirida en la comunidad (la que se contrae fuera de los hospitales), puede presentarse en cualquier época del año, aunque suele ser más común en otoño e invierno, coincidiendo con la temporada de gripe y otras infecciones respiratorias. La prevención de la neumonía en hospitales, donde los pacientes son más vulnerables, incluye mantener un ambiente estéril y controlar la propagación de infecciones.

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