La Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid quiere conocer de primera mano si la leishmaniasis, una enfermedad parasitaria de origen tropical que transmite un insecto, se ha extendido por todo Madrid. Para ello, acaba de licitar un contrato de 57.600 euros para la toma de muestras y la realización de las correspondientes pruebas analíticas tanto del mosquito en el que viaja la enfermedad como la de los reservorios silvestres (liebres y conejos) donde se encuentra.
La leishmaniasis se transmite por la picadura de un insecto en el que alberga un parásito, un protozoo. En este caso, el insecto es la hembra del flebotomo ‘perniciosus’, más pequeño que un mosquito y que no emite zumbido al volar. Su periodo de vuelo va de mayo a octubre. No es ni una mosca ni un mosquito, es un díptero de color amarillo y cuerpo peludo, no pasa de los 3,5 milímetros y vuela a saltitos. Su vuelo es silencioso. Habitan las madrigueras, las cuevas, oquedades en los árboles, vertederos y alcantarillas. Esta enfermedad se transmite al ser humano a través de la picadura del flebotomo, exclusivamente a través de la picadura; en concreto, de las hembras que han ingerido previamente sangre de un reservorio (perro, conejo o liebre) infectado por los parásitos.
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La picadura provoca dos tipos de enfermedad. La cutánea, el llamado tradicionalmente ‘botón de Oriente’, que suele ser más leve; y la visceral o ‘kala azar’, que es mortal si no se trata porque afecta al bazo y a la médula ósea. El 40% de los casos detectados en Madrid ha sido visceral, reconocen desde Sanidad. Su presentación clínica obviamente es diferente. La cutánea consiste en una lesión que evoluciona posteriormente hacia una úlcera indolora, y salvo infecciones, puede curarse espontáneamente o puede evolucionar hacia la cronicidad. La visceral evoluciona a una enfermedad febril de curso prolongado con afectación de bazo, hígado o médula ósea. En los casos más graves puede provocar la muerte.
“La Comunidad de Madrid se ha visto afectada por un brote de leishmaniasis en algunos municipios del suroeste de la región, sin precedentes en nuestro entorno, tanto por el número de casos producidos como por sus características epidemiológicas. Aspectos ambientales y territoriales, como el cambio en los usos del suelo, la urbanización creciente y la aparición de un nuevo reservorio, se enumeran como factores explicativos”, señala la memoria justificativa del contrato.
Las alarmas saltaron en Madrid en el año 2010 cuando se detectaron 131 casos en seres humanos, cifra que se disparó hasta los 226 en 2011. En 2012 hubo 190, bajando a 133 en 2013 y 119 en 2014. Sanidad habló entonces de brote en la región. La mayor incidencia siempre se ha producido en Bosque Sur, un parque forestal de 323 hectáreas construido entre Fuenlabrada, Getafe y Leganés donde los conejos y las liebres campan y se reproducen a sus anchas sin depredadores naturales y muy cerca de núcleos urbanos bastante poblados. Los casos se redujeron a 83 en 2015 y a 73 en 2016. En 2017 hubo un ligero repunte con 87. Desde 2018 la tendencia ha sido a la baja con algunos repuntes. En total, 1.214 casos entre 2010 y 2022 (ambos inclusive).
“En Europa nunca se había producido un brote con este elevado número de casos y esto supuso un importante reto para la Comunidad de Madrid”, reconocen en la Dirección General de Salud Pública respecto a lo ocurrido hace años. Sanidad afrontó entonces una situación de “gran complejidad, debido a la amplitud del área afectada, fuertemente urbanizada, con una superficie aproximada de unos 125 kilómetros cuadrados y una población de más de 500.000 habitantes”.
Pero con el paso de los años, “se ha producido además un cambio en el modelo epidemiológico de importantes consecuencias para la comprensión de esta enfermedad”, señalan desde Sanidad. Del modelo tradicional que tenía al perro como reservorio principal, se ha pasado a considerar la existencia de un ciclo silvestre en el que los lepóridos (liebres y conejos), aparecen como los principales reservorios, “planteando nuevos retos”.
Gracias a las actuaciones llevadas a cabo de vigilancia y control de la enfermedad en la zona del brote, “el número de personas afectadas actualmente está en retroceso”. Por ello se hace necesario que la vigilancia implantada en la zona del brote, tanto del vector como de los reservorios implicados, “se haga extensiva a otras áreas de nuestra región con el fin de minimizar el riesgo de transmisión de esta zoonosis. No hay que olvidar que nos enfrentamos a una enfermedad vectorial compleja en la que intervienen varios reservorios difíciles de controlar y un vector con un ciclo biológico especial que dificulta enormemente su control”, señalan desde Sanidad.
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Por eso Sanidad acaba de licitar este contrato, en proceso de tramitación, para realizar en 2024 un muestreo que analice el actual papel del vector, del insecto, “puesto que en última instancia son sus hembras las responsables de la trasmisión de esta enfermedad a las personas. Se hace necesario poder determinar de forma continuada tanto el porcentaje de hembras infectadas, como conocer sus preferencias alimentarias y, por tanto, saber el origen de los reservorios de los que se alimentan. De igual modo, es de vital importancia aislar cepas de Leishmania infantum a partir de flebotomos infectados de forma natural por el parásito”.
En cuanto a los lepóridos, es imprescindible conocer el porcentaje de animales parasitados. “Por tanto, es preciso conocer las tasas reales de infección por el parásito en liebres y conejos con el fin de poder determinar el riesgo de transmisión de leishmaniasis a la población y poder diseñar y realizar un control eficaz de la enfermedad”. El muestreo se realizará en el conjunto de la Comunidad de Madrid para poder “conocer los niveles de infección. Para ello se seleccionarán al menos cuatro zonas representativas tanto de la zona del brote como de otras zonas de la región”, precisan desde Sanidad.