El sorbo de un batido helado o la primera cucharada de un helado pueden provocar una sensación inmediata y penetrante de dolor en la cabeza, un fenómeno comúnmente conocido como “brain freeze” o “helada cerebral”, porque la sensación es como si el cerebro se congelara. Esta experiencia, que suele asociarse con el consumo rápido de alimentos muy fríos, es en realidad un reflejo fisiológico que implica tanto al cerebro como a los nervios del paladar.
Aunque podríamos pensar que el cerebro es el principal afectado en estos casos, realmente el malestar tiene su origen en los nervios situados en la parte superior del paladar. En este lugar se encuentran receptores de temperatura que, al detectar el frío extremo, activan una señal de alerta hacia el sistema nervioso. Cuando la temperatura del paladar baja rápidamente, los vasos sanguíneos se estrechan en una reacción defensiva para preservar el calor corporal. Inmediatamente, estos vasos se dilatan con la misma rapidez, lo que aumenta el flujo sanguíneo y causa una sensación de dolor.
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Estos cambios vasculares se registran a través de los nervios trigéminos, un conjunto de nervios faciales responsables de transmitir las sensaciones táctiles y térmicas desde la cara hasta el cerebro. De esta manera, las señales generadas por la activación de estos nervios trigéminos se dirigen directamente al tronco cerebral, una estructura crucial del sistema nervioso central. El tronco del encéfalo regula funciones vitales como el ritmo cardíaco, la respiración, la presión arterial y el ciclo sueño-vigilia. Además, actúa como un conducto para las señales neurales entre el cerebro y el resto del cuerpo. Es fundamental en el control de los reflejos y en el procesamiento de información sensorial y motora y su integridad es esencial para la vida, por lo que cualquier daño puede tener consecuencias graves.
De esta forma, el tronco cerebral interpreta estos impulsos como una posible amenaza, lo que desencadena una respuesta de protección: el dolor. Esto es lo que llamamos la “helada cerebral”, que noes más que una advertencia de que el cuerpo está siendo sometido a un estrés térmico anormal. Aunque podemos experimentar un dolor agudo, este apenas se prolonga y, por norma general, es inofensivo, ya que esta molestia pasajera rara vez tiene implicaciones graves para la salud.
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No obstante, existen métodos sencillos para mitigar el malestar una vez que se presenta. Podemos presionar la lengua contra el paladar, que es el remedio más común, ya que el calor de la lengua puede ayudar a recuperar la temperatura normal de la zona y cesar la señal de alerta al cerebro. Además, beber sorbos de agua tibia puede equilibrar gradualmente la temperatura en la boca y reducir la intensidad del repentino dolor de cabeza.
Si bien estos consejos pueden aliviar el dolor más rápidamente, es conveniente saber que la “helada cerebral” en sí misma no dura mucho tiempo y tiende a resolverse sin intervención. Como estrategia preventiva, se recomienda consumir lentamente alimentos y bebidas frías para evitar el shock térmico en los receptores del paladar.